En medio de la incertidumbre sembrada por la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), agitada por la infodemia (epidemia informativa) con sus teorías de conspiración incluidas, la red social Facebook ha sido inundada por un juego que alude al eslogan de anclaje usado por las autoridades sanitarias para motivar el sano alejamiento entre las personas con el propósito de prevenir o ralentizar la propagación de la neumonía atípica y así evitar un colapso hospitalario.

Pocos feibucianos han resistido la tentación de participar. Les ha llegado en el momento perfecto. Mucha tensión y agobio.

De repente, a muchos les habían robado sus espacios para el entretenimiento, el chisme, el rumor, los lamentos, las pullas, los cacareos pagados, los resentimientos, las cherchas, las miradas críticas y los ejercicios narcisistas. Les habían dejado sin vida.

Culpables: la profusión de informaciones sobre la enfermedad global, muchas de ellas bulos o Fakes news; las escasas historias humanas; el mar de publicidad engañosa, presentada libremente como panacea ante la ausencia de una vacuna; y las insufribles contradicciones del liderazgo sobre el abordaje de la crisis sanitaria.

El “si hiciste tal o cual cosa, en tal época, quédate en casa”, ha llegado para romper la insoportable monotonía.

La gente tenía hambre de una ruptura que le devolviese a los espacios de sus desahogos. Y halló en el juego una especie de ansiolítico que le ayudara a sobrellevar el confinamiento ordenado a mediados de marzo por el Poder Ejecutivo tras admitir el brote epidémico por la detección del primer caso importado en la oriental zona turística de Bayahíbe, y luego la transmisión comunitaria.

El “Quédate en casa” usado por los “feibucianos” hace referencia a vivencias de aquella juventud que, para estos días, ya ronda o pasa de los 60 años porque, a partir de esa edad, aumenta la vulnerabilidad; más si se sufre patologías de base, como hipertensión arterial, diabetes, dolencias cardiovasculares, cáncer.

Los pedernalenses, que nunca se dejan atrapar de la tristeza, no se han quedado en la gatera. Más porque sólo acumulan dos casos positivos de la nueva cepa del SARS-Cov-2, pero ya recuperados. Y uno “fantasma”, que aparece en cada boletín epidemiológico sin que las autoridades provinciales sepan su origen. Según Salud Pública, hasta el domingo a las seis de la tarde habían registrado 8,235 casos positivos (281 nuevos) y 346 muertes.

Algunos de los relatos pedernalenses:

“Si usted se fue a buscar cangrejos, de noche, y se perdió en los manglares, encandilado por el mechón (lámpara artesanal), pues quédese en casa” (para los cangrejeros, como yo).

“Si vio a Luis Vargas en el Típico Carey, en la playa del pueblo, quédese en casa”. “Si fue al cine Pedernales a ver una película y salió de allí con los fondillos con gomas de mascar pegadas, quédese en casa”. O, “Si fue al Doris a ver una película de Durango, sentado en una silla de guano, quédese en casa”…

La cadena es interminable. Desde historias sobre los locos emblemáticos del pueblo y las rondas en el parque los domingo de retretas, hasta la dinámica de discotecas y lupanares de la periferia y maroteos de mangos en conucos ajenos, y búsqueda de uvas, jicacos y saonas en la costa tupida camino a Cabo Rojo.

Y así, relatores de otras comunidades cuentan también sus historias interesantes y refrescantes. Una tras otra, escena tras escena, casi sin descanso.

El aliciente resulta oportuno. Sirve a la relajación que urge la sociedad atrapada entre las redes de la hiperinformación, las carencias y la demagogia.

Ahora que los feibucianos han retomado sus espacios para la escenificación de sus rituales cotidianos, valdría la pena preguntarse si el ejercicio lúdico en el que les han metido ha contribuido en algo a quedarse en casa para prevenir contagio de ellos y sus familias. O si, en cambio, se ha quedado en la distracción y ha ahondado la anomia que les impide reaccionar ante la permanente transgresión de sus derechos a  comer, educarse y vivir en salud. No me sorprendería.