Es una tradición casi folclórica de los revolucionarios dominicanos llegar tarde a los acontecimientos históricos o quedarse rezagados esperando porque la guagua lo ha dejado. Por desviaciones políticas y  conductuales, fruto de un relajamiento de la concepción ideológica revolucionaria del mundo y, por consiguiente, ausencia de un correcto método de trabajo.

El método de trabajo es fundamental en un ambiente donde predomina la concepción pequeña burguesa, en todos los niveles; en la aplicación de las tareas prácticas y en los planes para elevar el conocimiento científico. El procedimiento para hacer las cosas lo dice todo.

El comprender y la aplicación consciente de la ideología revolucionaria, es lo que convierte, en las filas de la revolución, a esa capa social que oscila entre burguesía y proletariado. El método de trabajo, la mantiene sujeta, con disciplina, ética y moral, para no caer en las improvisaciones, el espontaneísmo y otras desviaciones perjudiciales.

El llegar tarde es una enfermedad endémica, en ese litoral. Se manifiesta en cada paso que dan. Se pueden contar con los dedos, y sobran, de las manos las actividades políticas y sociales que comiencen a tiempo, de acuerdo con la hora anunciada. Sin contar que los invitados llegan tardes, también. Una presentación de mal gusto. Y así es en casi todo.

Pero, lo que motiva esta entrega, es la proximidad de las elecciones nacionales del 2024, en los niveles presidenciales, congresuales y municipales. Estamos a penas 767 días de celebrarse las mismas. Los conservadores y políticos corruptos no pierden tiempo. Están en lo suyo. ¿Y los progresistas y la izquierda?

Como llegar tarde es un problema serio de los revolucionarios. En esta ocasión, es válida la atención para ponerle cuidado al próximo proceso electoral y aprovechar en conjunto la coyuntura. Es necesario crear y activar un instrumento unitario, para insertarse en el curso de la historia, y ocupar el espacio histórico que han dejado pasar en varias ocasiones, parecido a la guagua aquella.

Para nadie es un secreto que los conservadores y políticos corruptos están en campaña electoral. Desde el presidente Abinader y su PRM, consolidando su partido y buscando la manera de amarrar su muñeco electorero para intentar la reelección presidencial; Leonel y su FUPU, tratando de limpiar su imagen, ideólogo de la corrupción y la impunidad, se encuentran en las calles; y el otro, el PLD de Danilo, que perdió las elecciones pasadas, reciclando el material que le queda para reponerse de su crítica situación.

A pesar de todo, los tres partidos que se alternan el poder, son un hueso duro de roer, si tomamos en cuenta la tardanza, la desidia y el resentirse en ponerse de acuerdo, de las fuerzas progresistas y de izquierda. Irán de menos a más, y el tiempo hay que aprovecharlo al máximo.

La partidocracia tiene que emplearse a fondo, su prestigio se ha resquebrajado sensiblemente, y van, a cuesta arriba, forzado a recuperar terreno perdido. Solo los progresistas y la izquierda, alternativa política, pueden ocupar ese espacio electoral, que se reduce con el tiempo, señalados varias veces en el periódico digital Acento y en las redes sociales.

La oportunidad está ahí, no se necesita espejuelos para observarla. Se siente el aroma refrescante de un esperanzador aire democrático, progresista, con presencia de izquierda. Y no se puede permitir que el viento se lo lleve de nuevo, por la incapacidad de conocer e interpretar correctamente el momento en desarrollo. Tener inteligencia, prudencia y creatividad, pueden ser la diferencia para ir acompañando la ola que cubre América Latina y el Caribe.

La tarea no es fácil, para los que creen que sumando siglas es suficiente. El trabajo es duro, 24/7, en todos los escenarios. Se competirá contra fuertes estructuras electorales, corruptas y mafiosas, desprestigiadas, y, aun así, no es un fly al catcher. Lo que indica que la unidad tiene que ser sincera, consensuar los acuerdos y compromisos, y transparentar nuestro accionar.

Si se llega a tiempo se puede  oír, escuchar la lectura del Santo Evangelio, la misa y comer carne, de cualquier clase y tipos.