Los partidos tradicionales, conservadores, no se pierden en eso de las elecciones, desde que juramentan al candidato triunfador y certifican a su partido, prenden de inmediato los motores de cara al próximo certamen electoral. En democracia se requieren de esos aprestos para reestructurar la maquinaria y realizar los ajustes correspondientes.
Sin embargo, la izquierda y el progresismo se olvidan de las elecciones desde que proclaman al ganador. Ignoran lo que ocurrió, salvo algunas que otras posiciones ganadas por sí mismo o con alianza con otros partidos y movimientos. No se detienen a observar las votaciones por colegios electorales para saber a dónde fueron a parar sus votos. El conservadurismo hace ese ejercicio en el acto de votar, sabe quién votó o no, al instante.
El proceso electoral conlleva una amplia movilización de un personal, bajo la dirección de la JCE, que sobrepasa las 80 mil personas que garantizaran unas “elecciones libres”, transparentes y democráticas. Estarán en juego la elección del presidente de la República y su vicepresidente, 32 senadores, 190 diputados; incluye la diáspora, lo relativo al nivel nacional y el Parlacen. Además, 158 alcaldes e igual número de vicealcaldes, 1,164 regidores y sus respectivos suplentes, 235 directores municipales con sus subdirectores y 735 vocales. El choque de trenes se producirán el próximo año 2024: 16 de febrero, las municipales y el 16 de mayo, presidenciales y congresuales.
Las principales fuerzas políticas y electorales se encuentran en el ruedo electoral, ganándose la voluntad del voto de la población y coordinando las posibles alianzas. La izquierda y el progresismo siguen en el limbo, desperdiciando un precioso momento para romper un hielo terrible que desencanta a sus simpatizantes y militantes.
¿A quién beneficia la tardanza en anunciar el pacto o el acuerdo político y electoral, de la izquierda y el progresismo? Los partidos tradicionales son los beneficiarios ante la indecisión, darle vueltas al asunto, de un sector relativamente joven en materia electoral y sin experiencias frente a maquinarias mafiosas y con poder. Si la dilación es una táctica dilatoria, cometen un error grave; el tiempo le mata el gallo en la funda y el voto, progresista y revolucionario, es muy frágil.
La militancia organizada de la izquierda y el progresismo que están de acuerdo con participar en las elecciones venideras es limitada y con un radio de acción que se circunscriben en algunas ciudades urbanas. Un punto débil a considerar. Si no logran convencer, a tiempo, al grueso de hombres y mujeres que giran en el litoral revolucionario, social y popular, para que se integre al proceso electoral, estarán feo para la foto. Los resultados de las últimas elecciones celebradas y los movimientos, internos y externos, ocurrido en esas organizaciones, describen una realidad preocupante que obligan a un trabajo en conjunto arduo, persistente y con objetivos claros.
Es incomprendida la magnitud de la profunda crisis, alta tasa de rechazo de sus principales dirigentes y sus parcelas, que estremece los cimientos del sistema de partidos. El PRM, el PLD y Leonel y su FP, se reciclán, entre otros, con materiales podridos y desacreditados, en los órdenes éticos, morales y de la buena política. El vacío cíclico que históricamente se ha presentado, varias veces, desde la caída de la tiranía truijillista, se presenta de nuevo. Aunque han comprendido, el progresismo y la izquierda, el valor de la etapa democrática, la dispersión y la falta de unidad, les impiden aprovechar la coyuntura en desarrollo. Perdiendo tiempo en nimiedades o intentando correr, sin saber caminar en democracia.
Las coyunturas electorales nunca son iguales, ni parecidas, siempre existen factores internos y externos que modifican su esencia y apariencia. La de ahora está claro: Ni continuismo del gobierno actual, de los ricos y de empresas extranjeras que apalean un país con altos índices de pobreza y miseria, ni un retroceso que encarna un PLD corrupto en sus dos versiones: Danilo-Abel y Leonel-FP.
Es el momento, la izquierda y el progresismo, de vencer la inercia unitaria y ganar tiempo en materia de proyección, una alternativa indivisible y electoral diferente a los partidos tradicionales, de sus propuestas democráticas y posicionar a los precandidatos en el tablero electoral. Las elecciones están ahí, al doblar de la esquina, déjense de pendejadas.