San Juan–A pesar de que el tema es debatible, somos de opinión que el puertorriqueño moderno es uno que se ha desarrollado hasta convertirse en uno excesivamente organizado y sorprendentemente ha remontando viejos estilos y conductas.
Desde que se encuentra en el vientre de su madre, ya escucha un ambiente refinado, de paz y estabilidad emocional. Su madre gusta de dejar escuchar al bebé por nacer la inspiradora música de los grandes clásicos musicales alejándonlo de los exabruptos de aquellos antiguos modismos callejeros marginales o proscritos .
El puertorriqueño moderno comienza su rigurosa instrucción bilingüe, y desde niño su lectura es motivada hacia los clásicos literarios, se apresta a conocer de las artes, ciencias, matemáticas, urbanismo, oratoria y ética y muchas manifestaciones que más tarde van desarrollando y a firmando su infinita cultura en la vida.
Poco a poco se va adentrando en el escutismo, deportes, o escuelas de artes, y desarrolla una disciplina social competitiva en forma caballerosa y amistosa. Comienza a conocer de su historia política y es ahí donde requiere mayor atención tanto de buenos maestros como de padres responsables.
Estos escalones los sube poco a poco, con urbanidad y paciencia Se le ve compartiendo educación y urbanidad en lugares públicos y hasta se desvive en sana cortesía incluso, cuando entra a los modernos “fafu” ante las lindas puertorriqueñitas que pese al calórico menú de ésta, nuestra moderna economía “macdonalizada”, saben cuidar de sus cachondas curvas y figuras. Una delicia, nuestras chicas, no el menú calórico, por supuesto.
Es tal el progreso del puertorriqueño moderno que en su urbanidad ha ayudado a la policía a eliminar los quinientos puntos de drogas, haciendo una sociedad modelo para el mundo, y libre de drogas y de empujadores, quienes despavoridos ante el colapso económico por la ausencia de droga y drogadictos se ven precisados a abandonar la isla haciendo el trabajo más fácil a las autoridades que en ausencia de, ya no luchan contra la droga y hasta han logrado eliminar millonarias cantidades en sus presupuestos de gobierno que una vez diezmó la población con cerca de mil asesinatos al año hasta el primer quinquenio de esta década.
Con buenos preceptos y afincada cultura, el puertorriqueño moderno opta por distintos caminos profesionales. Muchos de ellos se inician en el campo de la politología, pero esos se ven precisados a renunciar de inmediato ya que no encuentran terreno férftil debido al alto conocimiento político del nuevo puertorriqueño.
Otros optan por la medicina, quienes se ajustan al “capitation” y no recetan excepto las pruebas clínicas y las medicinas necesarias y extienden su ética hasta recetar las medicinas genéricas o bioequivalentes llevando a las rodillas a la otrora pujante campaña por las marcas éticas. Muchos de ellos hasta con maletín e instrumentos en mano, han reanudado las visitas a domicilio, por aquello de ser los mejores vecinos.
Otros van por los campos de la ingeniería y se alejan de atajos siguiendo el estricto orden en la permisología, que ahora es eficiente y acelerada, sin recurrir a mordidas o sobornos. Nada de fatulas Declaraciones de Impacto Ambiental. Igualmente hay muchos que entran al campo de las leyes. Estos ya han clamado por la eliminación
del Código de Ética, que gobierna a la profesión legal, por considerarlo innecesario, habida cuenta que los casi quince mil abogados en la isla practican al unísono el derecho de la mano de buenos códigos y excelentes tratadistas así como de eficientes sistemas electrónicos de información que permite al estado el más mínimo detalle informativo delictual. Una delicia postular en las cortes del Puerto Rico de hoy.
Otros han tomado los hábitos católicos, al extremo que la Santa Sede se ha visto precisada a instaurar en el país su representación diplomática, ampliando tribunales canónicos así como en la creación de modernos seminarios urbanos. En cada parroquia se ve a un sacerdote o monjas boricuas, distinto a muchos años atrás, cuando la ausencia de vocaciones ocasionaba la presencia de clérigos y monjas españoles, norteamericanos, cubanos o de otras nacionalidades, si los había. Atrás quedaron bodas aplazadas y ceremonias de bautismos y primeras comuniones congestionadas.
La cortesía llega al extremo notable en nuestras carreteras y avenidas. Una delicia que ha sido imitada por países extranjeros. Ya no existen semáforos de tránsito en la Ponce de León ni en la Muñoz Rivera, la cortesía y el orden se ocuparon de disponer de ellos al extremo de que la División de Tránsito de la Policía fue enviada a la Academia Policial y además no da a basto en sus clínicas pues todo el mundo se ha contagiado con el orden y la cortesía.
Pero donde más se distingue el nuevo puertorriqueño organizado es el campo político, ya sea como representantes, senadores, alcaldes o asambleístas o allí donde se requiera el apoyo electoral de sus congéneres. Estos son excelentes debatientes, políglotas, enciclopedistas, tratadistas y fundamentalistas de la democracia. Distinto a digamos una generación atrás, en sus debates en las cámaras impera un decoro que a veces compara con aburridas bibliotecas de erudición.
Pero lo más importante es que el mundo entero reconoce el gran progreso social y cultural del puertorriqueño moderno que ha sido seleccionado como “Man of The Year” por la prestigiosa Revista Time, en cuya portada, para ilustrar la nota de 12 páginas, presenta una foto de Tego Calderón. La foto muestra el calce “Our Men in Puerto Rico, the New Society”.
Pero incluso hasta la Academia Sueca, por nuestros avances en civilidad, ha postulado a nuestra nueva sociedad para el Premio Nóbel.
Empresas internacionales se apresuran a regresar a instalar sus fábricas en Puerto Rico merced a este gran progreso de civilidad y describen a la isla como “la nueva joya del mundo”.
Tanto reconocimiento ha provocado a los grandes tratadistas sociales que las principales universidades del mundo han enviado a estudiosos a realizar investigaciones y estudios sociales sobre el gran progreso social que ha ayudado a lograr incrementos económicos jamás visto, de hasta 10 por ciento, fundamentados en la gran laboriosidad del nuevo puertorriqueño disciplinado. Ni hablar de la corrupción, capítulo cerrado en el país, tras el reconocimiento de las faltas habidas en nuestras anteriores administraciones. El mundo ahora tiene los ojos puestos en el nuevo Puerto Rico .
Pese a los grandes estudios y progresos, nadie sabe que todo se revierte cuando la bestia de mi vecino interrumpe mi sueño cuando prende su podadora el domingo a las seis de la mañana.