El movimiento revolucionario nacional e internacional nos tiene acostumbrados a sus diferencias, divisiones y agrias discusiones de índoles ideológicas y políticas. Se manifiestan en coyunturas y tácticas aplicadas para enfrentar realidades cada vez más complejas. A pesar de todo, la izquierda latinoamericana y caribeña ha comprendido la importancia de valorar la vía electoral para alcanzar el poder. Su política de aliados ha dado excelentes resultados con los sectores progresistas, democráticos y populares.

La gran mayoría de los dirigentes y militantes del progresismo provienen de la izquierda. Su formación política e ideológica fue contraria al sistema de la burguesía y, por lo tanto, eran portadores de la construcción de una nueva sociedad. Pero sucede y viene a hacer que, ahora, han arriado la bandera de lucha para levantar la opción de llegar al capitalismo, sin pasarse de la raya, y tratar de «hacerlo más humano».

La génesis del progresismo es el resultado de las contradicciones, la frustración y el apego a la máxima: «sin ti porque me muero, contigo porque me matas». Sus recuerdos de revolucionarios los llevan a no olvidar momentos imborrables de su pasado. De ahí que el presidente de Colombia, Gustavo Petro, en la toma de posición presidencial, le rindiera un homenaje emotivo al comandante guerrillero Carlos Pizarro. Y así continúan los actos recordatorios de los demás presidentes progresistas de América Latina y el Caribe, anclados en el capitalismo.

¿De dónde vienen las contradicciones y divisiones en la izquierda? De la visión que se tiene del momento, del tipo de transformaciones que requiere la sociedad, políticas de aliados, funcionamiento de la etapa democrática, interpretación de la geopolítica, etc. En el siglo pasado coincidían en la vía para llegar al poder, pero tenían trincheras diferentes y, muchas veces, opuestas.

El progresismo no tiene esos problemas que atrofian a la izquierda. Ellos llegaron, algunos, a la etapa democrática con el concepto de democracia de los capitalistas. Y de ahí nacen las diferencias con otros progresistas de la región en el poder, con una concepción de gobernanza apegada a la revolución democrática burguesa de nuevo tipo. No olviden, los países tienen sus características y realidades concretas que revelan la peculiaridad de cada proceso histórico acontecido.

De manera que no se sorprendan por las contradicciones dentro del progresismo acerca de la democracia capitalista y cómo funciona en cada país. Las reglas del juego democrático se respetan. Sin descalificar ni satanizar a nadie, la defensa de la democracia es un acto solemne y sagrado. Torpedear con saña en complicidad imperial es el rol de sus enemigos de siempre: no es de democráticos, progresistas ni de la izquierda.

La celebración periódica, sin interferencia extranjera, de elecciones presidenciales, congresuales y municipales es el fundamento de una verdadera democracia. Decenas de candidatos, en los distintos niveles, progresistas y de izquierda, han perdido y no ha pasado nada. Cuando la derecha y el poder imperial muerden el polvo de la derrota, arrebatan y derrocan gobiernos legalmente constituidos, como ha ocurrido en Perú, Bolivia, Paraguay, Honduras y otros países de la región. Los planes desestabilizadores en Venezuela y Nicaragua no tienen madre. Y eso no es de un auténtico demócrata.

La homogeneidad del progresismo es difícil. El curso histórico de la etapa democrática tiene sus bemoles que separan a los progresistas desde que llegan a ser gobiernos. La democracia, la más codiciada y malinterpretada de las bellezas terrenales. Motivo de discrepancia en el interior del progresismo. Por la razón sencilla de que la mentada no es una palabra abstracta, sin sentido; tiene un alto contenido de clase que separa a la más conspicua entidad política y corriente de pensamiento alguno.

La izquierda. ¿Y qué de la izquierda de la región? La latinoamericana y caribeña camina hacia adelante. Hace los ajustes correspondientes para ir de las manos con la realidad y no perderse en la travesía. Su incorporación a los procesos electorales es señal objetiva de avance en un periodo muy complicado. Eso sí, continúan divididos, pero tienen la virtud de unirse a otros sectores democráticos y progresistas para alcanzar el poder. Contrario a la nuestra que se resiste cambiar, «camina para atrás».