Recientemente se culminó el certamen electoral de la República Dominicana con las elecciones de las candidaturas presidenciales y congresuales. La participación en las elecciones de la población dominicana se produjo dentro de un clima de tranquilidad, cierto orden y un flujo significativo de personas votantes.

El proceso electoral puede ser analizado desde distintas aristas y perspectivas. En muchos de los casos se reduce a un análisis cuantitativo de votos y posicionamientos políticos en función de esas tendencias cuantitativas que favorece a identificar ganadores y perdedores. Este tipo de análisis tiene la dificultad de que polariza el panorama político y no permite ver los aspectos cualitativos que se reflejan desde las tramas de relaciones de poder tanto en las campañas de promoción de las candidaturas como en el ejercicio del voto.

Algunos de estos elementos culturales tienen un carácter sombrío tomando como referencia nuestra constitución que define el Estado Dominicano y nuestra sociedad como democrática. Los elementos que identificamos en este sentido son:

a-La campaña estuvo marcada por la reducción de las candidaturas a la venta de lo “individual” “personal” con ausencia de los aspectos estructurales, de espacios de diálogo y consulta a la población sobre sus necesidades y expectativas por candidaturas que se supone deben representarles en los distintos territorios y localidades.

b-La promoción directa de candidaturas desde representantes de la iglesia católica de una forma burda e impositiva con el argumento de “estar a favor de la vida”. Esta promoción se convirtió en una campaña contra las mujeres y su derecho a decidir sobre su cuerpo.

c-Uso de la violencia como estrategia contra mujeres candidatas en varias provincias y localidades por candidatos que pagaron a bandas para generar temor con agresiones desde distintos ámbitos.

d-Exclusión de las mujeres candidatas a la presidencia de iguales oportunidades de acceso a debates públicos y presencia en el ámbito nacional. La existencia por primera vez de mujeres candidatas a la presidencia desde partidos pequeños si bien favoreció a la ruptura con la barrera de acceso de las mujeres a esta posición, estas no gozaron de los mismos derechos y oportunidades que los hombres candidatos a la presidencia en los partidos mayoritarios.

e-Promoción del odio y el antagonismo como estrategia de campaña desde la distorsión de la historia y nuestra identidad. La campaña de varias candidaturas (incluyendo la presidencial) estuvo centrada en fomentar el miedo hacia la población haitiana, el antihaitianismo y la promoción de una identidad dominicana distorsionada que niega las raíces culturales sincréticas con aportes de distintos grupos étnicos.

Esta campaña fue apabullante favoreciendo en las redes sociales a expresiones de violencia verbal y psicológica hacia la población haitiana. Muchas personas adultas, jóvenes y población infantil en distintas localidades se confundían y pensaron que estábamos en guerra con Haití y que íbamos a defender el territorio en las elecciones.

La presencia de estos aspectos muestra un panorama electoral marcado por grandes contradicciones con nuestra esencia constitucionalmente democrática que supone la promoción del respeto a los derechos, la diversidad de creencias, cultos,  expresiones étnico-raciales y culturales.

El impacto de estos elementos que favorecen la exclusión, desigualdad e inequidad de género tiene repercusiones en nuestro imaginario cultural y social.

Lamentablemente nos alejamos cada vez más de nuestra esencia democrática con el uso de herramientas negadoras de derechos y diversidad. La democracia no se reduce al ejercicio del voto, menos aún cuando no es un ejercicio ciudadano sustentado en el conocimiento y la responsabilidad social.

Este artículo fue originalmente publicado en el diario Hoy