Con Gaza en el corazón

Las causas de los problemas de salud mental son múltiples, pero es evidente que, en el fondo, en el caso de nuestro país el caldo de cultivo es la marginalidad crónica, la pobreza, el abandono que sufre una gran parte de la población. La marginalidad no significa solo sobrevivir en condiciones muy precarias, sino que también implica un empobrecimiento del pensamiento y una acumulación de ignorancia crónica, que, como ya he expresado en otras ocasiones, es “la peor de las enfermedades”.

Reconocer que los servicios de asistencia actuales son insuficientes no es negativo, al contrario, es el primer paso para admitir que enfrentamos un grave problema que ya está afectando a la convivencia social. Este no se resolverá con acciones individuales, sino con políticas sociales y de salud mental comunitaria como las que durante años impulsó con gran éxito el doctor Fernando Sánchez Martínez, exrector de la UASD y discípulo y biográfo del doctor Antonio Zaglul.

El abordaje actual debe ser multidisciplinario y debe contar con el apoyo de organizaciones sin fines de lucro como el Patronato para la Salud Mental, con una visión in situ y un análisis profundo del perfil sociopatológico.

Todo avanza muy deprisa, parece que los hechos que hace una semana nos estremecieron han desaparecido, que ya estamos enfocados en otra cosa. La realidad es que, al no haberse iniciado de manera sistemática un programa social para la atención de la higiene mental comunitaria, la marginalidad se extenderá y la convivencia social continuará en alto riesgo. La sociedad dominicana está dando señales de alarma. Todos los articulistas de este medio, en sus diferentes análisis, enfatizan el problema de la circulación vial, el número de víctimas por accidentes de tráfico y los altos índices de violencia. Estos indicadores sociales no son accidentales y, aunque parecen inconexos, están íntimamente relacionados; son parte de la convivencia. De hecho, los altos niveles de estrés vial son también indicadores de una disfunción generalizada.

La retórica sobre proyectos futuros no puede ser incompatible con la necesaria y urgente acción en el presente. La sensibilización para la prevención debe ser constante y repetitiva hasta que se logre crear una verdadera conciencia colectiva. La psiquiatría moderna levanta la cabeza y trabaja en conjunto con otras disciplinas; sabe de la importancia de la sensibilización para la salud y es consciente de que, por el perfil de sus pacientes, si estos carecen de una red de apoyo profesional, no mejorarán.

Es fundamental prestar la atención adecuada y reconocer los errores, pues, si algo queda claro, es que los recursos actuales no son suficientes.

Antes de finalizar, quiero recordar a Bernarda Jiménez Clemente, una gran dominicana que luchó por las mujeres inmigrantes en España. Paz para ella y consuelo para su familia.