“Pero más allá de eso hubo también un grito de que la política debía regenerarse y había que elevar los estándares de la ejemplaridad”. -Pedro Sánchez Castejón-.
Las calles se tiñeron de blanco en cada rincón donde los indignados tocaron suelo en reclamo de la legitimidad y la democracia partidaria, secuestrada por el poder usurpador del mercader de la avenida Jiménez Moya. Cientos de miles de perredeístas quebraron con su lucha la intención repugnante del “colmadero” que vendió las esperanzas que suponía un “gobierno-para -la gente”, liderado por Mejía.
“¡Traidor!” Resonaba en cada espacio donde un dominicano de buena fe expresara la inconformidad con el accionar de Alí Babá y su claque maldita. Como un tambor que replicaba incesante la consigna que degradó a ese sátrapa emergente a la condición de envidioso impenitente, con justicia y razón, pues dejó a los auténticos herederos de Peña sin casa ni recursos para levantar una nueva.
De esa necesidad nació una alternativa sugerida por una de las mujeres más emblemáticas de la historia reciente. Huellas imperecederas en el accionar público la definen. Hablo de la luchadora por la reivindicación del magisterio, del insigne rol político en de la mujer y una amante sempiterna de la formación como fuente principal de la administración pública. Esa es Yvelisse Prats Ramírez, maestra eterna de incontables generaciones.
A la sazón, no había lugar que albergara a las multitudes, los sentimientos y la rabia provocada por el germen divisor del monarca sin corona. Y ella, sabia y apegada a la misión altruista del que ha vivido solo para dar, cedió la mitad de la casa de estudios políticos de ideas revolucionarias para dar paso a la formación de la entidad que subyacía en los recovecos de la conciencia herida de la militancia del “Jacho prendío”.
Ahí se debatió por casi dos años una estructura filosófica e ideológica acorde al pensamiento del símbolo humano cuyos argumentos siempre fueron a favor de los hijos del oprimido. Ideas plasmadas en un primer manual estatutario que tenía como premisa distanciarse tanto en la forma como en el fondo de lo que en su día fue la cobija de las grandes luchas para el mejoramiento social y la instauración de un Estado de bienestar que tocara todos los segmentos de la población.
Así nació un partido político que desde la idea de Hugo Tolentino Dipp, advertía la destrucción y desaparición de quien fuera su progenitor. Martirizado por el gobierno de turno y menospreciado por amanuenses y vocingleros, pero arraigado en el sentir de los que vieron apagar el Jacho y resurgir el pulgar inclinado como señal de fe y esperanza en una vía idónea por donde encarrilar la fuerza de Peña Gómez, el liderazgo de Hipólito y Luis, la sabiduría de Milagros, Yvelisse, Hugo, Tirso y todos los que hicieron posible el arma política más poderosa de estos tiempos.