“Por eso hoy es necesario crear nuevos ámbitos vitales, e incluso desarrollar nuevas formas de vida que se opongan a la explotación comercial total de la vida humana”.- Byung-Chul Han
Nacer o morir es un asunto biológico complejo que, por la escasez de argumentos, no pretendo analizar. Sin embargo, vivir simboliza la caracterización individual del yo como ente diferenciada de un conjunto. Implica a su vez, acciones y procesos coordinados que dan sentido a nuestros pasos en este diminuto punto del universo llamado Tierra. Acciones que, muchas veces, se ven condicionadas y truncadas por la debilidad estructural de un sistema decadente, sumido en su peor proceso sociocultural involutivo.
Se creyó erróneamente que la internet, vista en principios por sus creadores como la panacea social destinada a la concusión de la igualdad del homosapiens con sus pares, cristalizaría definitivamente el desarrollo humano anhelado por siglos. Que iba a hacer más llevadera y más efectiva la cultura de la enseñanza y el aprendizaje, por la facilidad de acceso a sistemas escondidos en las bibliotecas o librero de algún coleccionista de las letras.
Muchos apostaron a esta herramienta como el cultivo perfecto para desmitificar la autoridad del conocimiento y la imperiosa necesidad de colocar en manos de “cualquier individuo”, el privilegio del saber, reservado a los eruditos y otrora catedráticos.
Muchos hijos de Machepa somos el resultado innegable de esa tecnología revolucionaria, que simplificó la metodología educativa y colocó a un clik información a todos y todas. Esa realidad no escapa a la opacidad con que los Estados, sobre todo aquellos en donde el dinamismo económico aceleró el proceso de la web, convirtiéndola en una extensión primero, de los negocios y posteriormente de los humanos, abordó los límites de su expansión.
Hasta ahí, no había excusas para postergar lo que vendría a convertirse en la principal herramienta de trabajo de mucha gente que apuesta a la realización de sus sueños con la ejecución de la menor fuerza de trabajo posible. Nacieron, de esa matriz; desde correos electrónicos hasta lo que hoy se conoce como redes sociales, siendo la última la vuelta al canibalismo, con caníbales virtuales y el cénit de la inmediatez como elemento social de poder.
Esta última etapa, peligrosa para la juventud naciente y beligerante frente a los que nos oponemos a la ruptura del Contrato Social que nos forjó, es la entrada a la degradación moral con rentabilidad económica y la morbosidad remunerada. A pesar del debilitamiento del tejido y la vacuidad argumentativa de los nuevos paradigmas, seguimos firmes pagando el alto precio de vivir en un mundo que aniquila las ideas.