Mientras elaboraba el capítulo IV de su obra La democracia en América, Alexis de Tocqueville lo tituló inicialmente Cómo los americanos han combatido las tendencias que llevan a los hombres a aislarse por medio de las instituciones municipales. Sin embargo, en la medida que profundizó sobre su lectura del pensamiento y las instituciones americanas pudo sacar como ejemplo de los Estados Unidos de América cómo los americanos combaten el individualismo mediante las instituciones libres, que fue el intitulado final que dio a dicho capítulo.

Lo anterior para dar cuenta de cómo los americanos no se han contentado solamente con crear una libertad nacional para combatir el individualismo, sino que han establecido libertades provinciales y municipales.

Con ello Tocqueville, el célebre pensador, jurista, político, historiador francés, precursor de la sociología clásica y, con Locke, Montesquieu, Smith, Say, Malthus y Ricardo, uno de los más importantes ideológos del liberalismo, daba cuenta de la idea fuerza de los norteamericanos de la necesidad de superar las mentalidades despóticas, que buscan que los gobernados no ayuden al déspota a conducir el Estado, pues le basta que no pretendan dirigirlo ellos mismos y que la mejor forma de hacerlo es dándole poder al territorio y, obviamente, a quienes lo habitan.

Este pensamiento, y con esto el de la importancia de la cohesión territorial, fueron parte de la fuente nutricia del pensamiento liberal duartiano. Una forma de superar el autoritarismo o poder vertical en manos del ejecutivo y dotar a los ciudadanos del poder horizontal y más cercano es mediante la mayor distribución del poder en manos de los municipios.

Fue tal la importancia que le dio nuestro patricio Juan Pablo Duarte al municipio que en su proyecto de Constitución lo inscribe como parte de los poderes del Estado: “Para la mejor y más pronta expedición de los negocios públicos se distribuye en: Poder Municipal, Poder Legislativo, Poder Judicial y Poder Ejecutivo”.

Siempre he sostenido que las promesas y voluntad políticas se manifestan con la consignación de las políticas públicas, obras y proyectos en la Ley de Presupuesto General del Estado y en su efectiva y productiva ejecución y aplicación. La asignación de recursos a los ayuntamientos, al gobierno local, no puede estar al arbitrio o la discreción, ni descansar en dádivas o favores del presidente de turno.

Para que sean verdaderos poderes locales, los ayuntamientos deben ser lo suficientemente fuertes y sólidos financiera y económicamente y, claro, con niveles de fiscalización más que suficientes para que los recursos sean administrados eficiente  y pulcramente, debiendo emplearlos conforme lo dispone la ley en las áreas y sectores atribuidos a los municipios.

Si Abinader se reelige, ¿será el presidente que asuma como meta el hacer realidad ley núm. 166-03 que dispone que para el año 2004 la participación de los ayuntamientos en los montos totales de los ingresos del Estado Dominicano pautados en la Ley de Presupuesto de Ingresos y Gastos Públicos de la Nación sería de 8%, y a partir del año 2005 se consignaría un 10%, incluyendo los ingresos adicionales y los recargos y cuya ley nació muerta?

¿O podrá Abinader iniciar el proceso de reforma para que se produzca el incremento gradual y efectivo a partir del año 2025, iniciando con el 8% y en el 2026 con el 10% o el porcentaje que un acuerdo nacional permita.

Una buena promesa de campaña, con evidentes réditos políticos para el presidente de la República, aspirante a la reelección, podría ser esta, con lo cual sería fiel al pensamiento duartiano y dotaría a los municipios del mayor poder posible sobre su territorio, desarrollo y bienestar, demostrando con ello su sólida creencia democrática.

Si a ello unimos a los candidatos de las diferentes 158 alcaldías, 1164 regidores y los 235 distritos municipales, con el mismo reclamo y pacto, con la participación activa de la sociedad, entregamos a los municipios la fuente de financiamiento de las obras y servicios que requieren los territorios locales, sin tener que vivir plagoseando o entregándose al ejecutivo de turno, para lograr algunas obras necesarias en el ámbito local.