Desde mi observatorio de la Ciudad Primada de América me dirijo, en la séptima crónica, a todos mis improbables lectores con el deseo de reflexionar sobre el poder y la utilidad que tiene el Silencio.

En la actualidad vivimos con extrema rapidez, con agendas congestionadas y con la mirada puesta en lo inmediato o en lo relativamente cercano. El ritmo de la vida es frenético y a ello nada ayuda el que la información viaje de manera tan rápida. Crean o no, el que la comunicación sea tan fácil e inmediata ha afectado a nuestro modo de percepción del tiempo y a la medida de las cosas (incluida, también, la medida de los tiempos de la vida cotidiana y de los ritmos vitales). Está claro que eso tiene cosas buenas pero, también, tiene cosas bastante negativas.

El silencio es al ruido, lo que la lentitud a la prisa. De ello se extrae la palmaria reflexión de que el ruido y la prisa van juntos y que cultivar el silencio contribuye (en muchos casos) a ganar lentitud espacial y equilibrio espiritual.

En el plano de lo espiritual, la Meditación es una práctica oriental que fue posteriormente adoptada en Occidente y que ha dado grandes frutos a nivel cultural y espiritual. Llegados al presente punto podemos comprender que el Silencio ha sido y es una excelente herramienta en las prácticas meditativas. Nada mejor que tomar un tiempo para quedarse en silencio y en un lugar recogido, en nuestro hogar, para no pensar en nada y fijar nuestra mente en lo profundo de nuestro subconsciente. Y de la nada se obtienen grandes y provechosos resultados para nuestra psique, para nuestro espíritu y para nuestro cuerpo. El alma y el cuerpo pueden sanar sus heridas por la vía de la contemplación y la meditación. Perdonen el profundo carácter filosófico y espiritual de lo que les digo, pero conviene tenerlo presente cuando hablamos del potencial del silencio.

Volvamos ahora a nuestras realidades cotidianas. En dicho ámbito el silencio es un medio con el que podemos comunicarnos, encierra un gran significado y no precisa del lenguaje verbal. Abre espacios para la reflexión, además de ayudarnos a escuchar de una forma más activa y profunda. Al reducir la saturación de estímulos e información que produce el uso excesivo de las palabras permite que nos centremos en lo fundamental del contenido del mensaje y en el significado profundo de cada realidad, situación o comentario.

En definitiva, el silencio es una herramienta muy potente para encontrar nuevas posibilidades y oportunidades de entendimiento, acercamiento y acuerdo con otras personas (ya sea en la familia, con las amistades o en los entornos laborales).

Vengo a reivindicar el gran tesoro que se esconde en el silencio y, por extensión, en la observación. Con el silencio se agudizan nuestros sentidos y se perciben cosas que antes era posible. Paralelamente, escuchamos mejor a las personas que nos rodean y antes de hablar tenemos tiempo de pensar lo que vamos a decir. Con ello se gana mucho y se pierde muy poco o, mejor dicho, no se pierde nada. El silencio suele ser practicado por los sabios o aquellos que desean aprender. Escuchas siempre es más útil que hablar.

En relación con el potencial del silencio la tradición y la sabiduría popular es consciente de ello puesto que hay un viejo refrán que dice así: “En boca cerrada no entran moscas”. Es un dicho un poco tosco pero esconde una reflexión muy grande. Si uno está callado, si uno escucha, reflexiona y piensa es muy difícil que cometamos una equivocación al hablar demasiado o hablar sin haber pensado antes. Podríamos decir que las moscas equivalen al error o a la equivocación.

En otro orden de cosas, el silencio tiene poder para la resolución de conflictos. De forma inmediata detiene una discusión (ya que una de las dos partes no entrará en el círculo interminable de hablar y responder de modo defensivo). Ejemplo de ello lo tenemos en otro refrán popular: “Dos no discuten si uno no quiere”. Es tan expresivo que no necesita ser comentado. De manera más extensa, en el tiempo, el Silencio puede resolver un conflicto si en silencio se profundiza en los hechos y se busca una salida o solución a la situación que generó algún tipo de contratiempo o falta de entendimiento (en cualquier contexto personal, familiar o social).

Por todo lo anterior, y a modo de conclusión, considero que el silencio es un excelente ejemplo de cómo el vacío de acción, la actuación de la no acción es un poderoso y milenario instrumento de creación y generación de buenas cosas: Reflexión, análisis, meditación, equilibrio de la mente y del cuerpo y un excelente agente constructor de alternativas al conflicto.

Me despido, deseando a todos que seamos (en lo posible) silenciosos en nuestras vidas.