Recientemente la prensa dominicana nos trae de nuevo la desafortunada noticia de una persona que toma la decisión de suicidarse. Esta vez se trata de una mujer joven de apenas 23 años, que abrumada según ella de las situaciones que estaba viviendo y experimentando, no vio otro camino a seguir.
Con estas palabras justificó su decisión: “Ya estoy cansada, mana. Nada me sale bien y cada día siento que decepciono más a los que me rodean, ya está bueno, no aguanto más. Siento un vacío enorme en el corazón, las deudas que he hecho tratando de resolver un problema las he aumentado y no sé cómo saldré de eso”.
Fueron parte de las palabras que escribió esa joven mujer que, con dos hijas muy pequeñas, una de 5 años y la otra apenas de 8 meses, no encontró otra solución a los problemas que la agobiaban. Decidió sobre su vida, dejando mucha incertidumbre en la de quienes vivían y compartían con ella esa misma vida.
El comportamiento autodestructivo que expresa el suicido, siempre ha sido considerado como paradójico. Cómo llegar a la decisión de quitarse la vida y hacerlo, es un proceso de una gran complejidad, además de angustiante, que va dejando señales por lo que ello puede significar.
La teoría de los constructos personales de George Kelly señala que el comportamiento autolesivo, como es el caso, no es menos comprensible que cualquier otro si lo vemos como si fuera un experimento personal, como una forma de intentar anticiparse a su mundo y a lo que le espera.
Según Kelly, los seres humanos vivimos constantemente formulándonos hipótesis o construcciones acerca del mundo y de lo que en él acontece, desde lo más simple a los más complejo, poniéndolas a prueba y verificando si las mismas pueden o no confirmarse o ser válidas.
Solo que, en el caso del suicidio para él, los trastornos psicológicos que la persona puede estar padeciendo bloquean los procesos de confirmación de las hipótesis presupuestas y la persona continua el proceso a pesar de que la misma sea repetidamente inválida.
Dicho de otra manera, la persona construye un relato sobre su vida que a pesar de su adversidad manifiesta no logra encontrar o formular otro relato alternativo, es decir, que conduzca a otra manera distinta de actuar. De ahí que plantea la necesidad de la sociabilidad como alternativa, señalando la posibilidad de ver el mundo a través de los ojos o la perspectiva de otras personas.
En mis años de maestro de generaciones de psicólogos y psicólogas, he podido ver y estar en contacto con estudiantes que arrastran situaciones para ellos difíciles de encarar y donde una tristeza profunda les embarga, acompañados de pensamientos que les confirman lo poco que hay que hacer, pues “todo lo he intentado ya”.
Una de esas personas la encontré sentada en el suelo próximo al aula y a quien le ofrecí mi mano para ayudarla a ponerse de pie instándola a disfrutar el tema del cual íbamos a conversar ese día, en total desconocimiento de por cuanto ella estaba pasando en ese momento. Varios años más tarde lo supe.
Un mensaje por la red me llega de ella poniéndome en contexto de lo que le ocurría entonces, y que sentía que poco había que hacer, sintiéndose desorientada y sin ánimo. Sólo me dijo: profe, gracias, sus palabras y su abrazo me hizo recuperar el ánimo. Hoy tengo una maestría y estoy ayudando a muchos jóvenes que, como yo entonces, pierden el sentido de su vida.
Fui solamente una oportunidad para que ella por sí misma redescubriera un sentido a su vida, de que fuera capaz de crear un nuevo relato y comprometerse con él, dándose una nueva razón para seguir con su vida. Un nuevo motivo que le impulsara a buscar nuevas maneras de pensar y de actuar.
Como el de ella y con características distintas, por supuesto, he tenido la oportunidad de estar frente a jóvenes que quieren que le des, que les brinde una nueva razón para ser y vivir. Una nueva oportunidad de escribir un nuevo relato sobre su vida, que les haga capaces de reconstruirla y vivirla de otro modo.
Cielo Peña, la joven de 23 años que dijo haberlo intentado todo, parece no haber tenido esa oportunidad de crear y escribir una narrativa nueva, una nueva manera de pensar y accionar en su vida para enfrentar los problemas por lo que estaba pasando y que la tenían angustiada. Es posible que la situación fuera mucho más compleja.
En un mundo como el que vivimos cargados de medios de información y redes sociales, es el mismo mundo en que muchas personas se sientan más solos. Y parece paradójico que a pesar de los muchos “likes” recibidos o de los supuestos “amigos” que te siguen en las redes, te sientas solo en medio de tus situaciones y problemas.
El yo interior no parece equivocarse. Las voces que pululan en ese mundo de medios y redes que exponen sus decires como incluso sus vidas como baratijas en vitrinas, no hacen más que poner de manifiesto, muchas veces, las sequedades de sus vidas, las faltas de sentidos y significados de estas.
Primero una familia y posteriormente una escuela, incapaces de contribuir a que nuestros jóvenes aprendan a pensar y escribir nuevas maneras de entender, enfrentar y actuar en la vida, seguirán generando desasosiego y desesperanza, fomentando la indefensión y con ella, la imposibilidad de imprimirle razones nuevas para vivirla.
Familia y escuela, una mutual llamada a construir porvenires, a propiciar la generación de nuevas maneras de pensar y relacionarnos hacia un mundo nuevo y complejo que ya no se nos viene encima pues está ya ahí, y que no espera más oportunidades que no fueran la de hacer lo que hace tiempo debimos estar haciendo.