La educación consiste en

enseñar a los hombres, no lo que

deben pensar, si no,

a pensar.

J.S.Mill.

Continuando con lo expresado la semana pasada sobre la enfermedad que está padeciendo nuestra democracia, sin que los políticos la perciban o prefieran ignorarla y, sobre algunas observaciones que me han hecho al respecto, debo manifestar que, lo que pienso y digo, no es algo en pro ni en contra de quienes en ese momento ocupan el poder político -que nunca ha sido eterno-, ya que, de inmediato, cual si fuese un caballo salvaje, te estampan con hierro candente, como contrario o enemigo del gobierno, cuando, en la realidad, es contra de connotados y determinados funcionarios, ya hartos conocidos, que desde que llegan a la posición, su principal objetivo, es preparar su proyecto político, donde, las palabras y promesas empeñadas, son mandadas al carajo.

Esto, lo digo a sabiendas de que nada en esta vida, o al menos, la que conocemos, nada es perfecto del todo o, por igual, imperfecta, ya que algo bueno tendrá en algún momento determinado. Pero, si consideramos que pensar de la manera que he expresado, para muchos, es ser un pesimista, mejor que pensaran, que, cuando a muchos nos asalta esa sensación visceral, es porque conocemos el corazón de la auyama, cual si fuésemos la punta del cuchillo que la penetra hasta el fondo.

Nos encontramos acérrimos teóricos en cuanto a lo que creemos sobre el comportamiento de determinadas organizaciones, principalmente de seguridad, y es que, no quieren entender, que una de las fallas recurrentes dentro del entrenamiento de estos organismos, ya sea por modismos, permisividades, ignorancias o negligencias, o por igual en busca de falsos protagonismos, tanto en las fuerzas armadas, Policía Nacional, la DNI y otros organismos afines, es que la fortaleza física y la buena utilización de las armas, son para los hombres que en sus acciones, específicamente, utilizan el uniforme de camuflaje, no así para los miembros de los servicios de inteligencia, cual que este sea, ya que, su fortaleza reside en desarrollar el intelecto, con la finalidad, cual si se estuviese jugando una partida de ajedrez, estudiar que está pensando el contrario u objetivo y el cómo contrarrestarlo.

Y es que, ya somos muchos que consideramos, que es tiempo de admitir que las acciones del tigueraje, barrial o no, y de todos aquellos tipos de mafias que hoy pululan entre esta sociedad, han perdido, no el miedo, si no, el respeto a todo lo que implique autoridad, sea esto por la falta de fortaleza o profesionalidad de los llamados a ejercer esta función o la falta de conciencia de sus deberes dentro de los elementos que componen la misma.

Y, esto, incluye las mismas leyes en sí, que, para estos libertinos, valen tanto como un pedazo de papel sanitario usado. Es por esto, que ha llegado el momento preciso para hacer cumplir las leyes con una implacabilidad total por parte del Estado y que, esta acción, supere por mucho los actos de violación que esos nefastos personajes están llevando a cabo y que nos tienen a las puertas del averno, donde supuesta o realmente, van a parar los infieles.

Pero, sobre esto no se escucha hablar siquiera a los más encumbrados políticos ni funcionarios intelectuales, llamados a ejercer el monopolio de la violencia. Valdría decir, que muchos de estos, se comportan a sabiendas, peor que el más pendejo de los pendejos o, como Abundio, ya que, al parecer, para ellos, todo marcha como ellos se lo imaginan y no, como son en la realidad. Al parecer, tendremos que continuar martillando con lo mismo. ¡Sí señor!