En cierta ocasión estando en La Habana pregunté si tanta sarta de mentiras contra la revolución cubana no les afectaba gravemente, y mi interlocutor me manifestó que la verdad sale siempre a flote.
Recordé esto al rever Atonement, un filme sobre la represión del deseo, mostrado con indudable maestría con guión de Christopher Hampton e impecable dirección de Joe Wright.
Siempre hago este tipo de ejercicio al respecto de acontecimientos históricos marcantes del presente.
En aquel filme el drama se desarrolla a partir de un mixto de engaño catatónico y afirmación que acaba siendo asumido como verdad, aunque sin certeza. Es decir, a conciencia de falseamiento, mentira. Te invito a ver esta fabulosa historia.
Pero lo más importante que quiero destacar es el juego de la ficción y la realidad en la cabeza de la gente.
Lo que se da en la historia es lo mismo que se manifiesta en nuestra infancia cuando jugamos.
Importante proceso infantil que manifiesta la primera tendencia metafísica.
En nuestros contextos pasa lo que ocurre a un niño cuando ese proceso es entorpecido por acciones exógenas: se autodestruye y con ello entra en proceso involutivo.
Nuestra sociedad -lo siento así- vive un proceso de descomposición conducido por la mentira en contra de todo lo que es realmente beneficioso para la vida en paz. Puede que pensemos o sintamos que vivimos una vida maravillosa y sin embargo esa vida nos lleva por un sendero a un final de insensibilidad y desánimo.
Para entender la relación que hago con la sociedad cubana, hay que ir allá y convivir con su gente para sentir que tenemos las mismas contrariedades existenciales pero con distintas respuestas.
Que nos pueden pasar las mismas vicisitudes como los huracanes, pero con muy diferentes respuestas por la población y sus dirigentes.
Muy cierta la afirmación de mi entrañable amigo cubano: la verdad sale a flote. Agreguemos que es solo cuestión de tiempo.
Y lo constato en cada acontecimiento incluido el reciente lío de un canal y de un río cuya agua no satisface las necesidades de República Dominicana y Haití, que sólo afectará al pueblo trabajador en estas republiquetas.