La derrota que sufrió el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en el 2020 le provocó una grave hemorragia externa de dirigentes y militantes, que ahora intenta detener mediante la judicialización de un tema que es exclusivamente político.
En principio los dirigentes y militantes del PLD corrieron, como se esperaba, hacia el nuevo partido de su anterior presidente y líder, Leonel Fernández, hasta que, inteligentemente, convocaron una especie de elecciones primarias, al margen de la ley, para elegir su candidato presidencial, logrando de este modo detener significativamente la hemorragia.
Sin embargo, la hemorragia resurgió a causa de la juramentación de un alto número de sus alcaldes en el Partido Revolucionario Moderno (PRM), motivados por la política de fortalecimiento de la municipalidad implementada por el gobierno del presidente Luis Abinader.
Desesperados, ante el impacto causado por la pérdida de los alcaldes, el PLD acudió ante la Procuradora General de la República, magistrada Miriam Germán, para intentar detener la hemorragia con una compresa de judicialización.
No se puede negar que más que una acción judicial, en el fondo, se trata de un acto puramente político, cuyo objetivo es amedrentar a los alcaldes que están renunciando del partido morado para inscribirse en el Partido Revolucionario Moderno.
Como se puede apreciar, con su temeraria e infundada denuncia ante la Procuraduría General de la República, contra el presidente del Partido Revolucionario Moderno (PRM), José Ignacio Paliza, así como los dirigentes Víctor D’Aza, Freddy Catalino y el director de Presupuesto, José Rijo Presbot, el PLD ha sentado un mal precedente en lo referente a la judicialización de los temas políticos.
Ahora, desde la oposición, el PLD se ha convertido en un crítico del transfuguismo, definido por la Enciclopedia Electoral ACE como “el proceso en que un miembro del Parlamento se desliga de su partido político a fin de unirse a otro o convertirse en un representante independiente”.
Sin embargo, el transfuguismo puede ser ideológico, como es el caso de pasar de ser socialista a neoliberal, pero el que tiene mayor incidencia es el parlamentario, tal y como resume el Diccionario Electoral del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, de los estudios de Reniu, 1996; Mack y López Arrivillaga, 2005, al establecer: “A fin de cuentas, el ámbito en el que el transfuguismo adquiere mayor relevancia es obviamente el que se encuentra vinculado a los cambios en la adscripción partidista de los representantes o, en otras palabras, el cambio de bancada”.
Inscribirse en un partido era un acto de compromiso tan serio que cuando se renunciaba a la militancia, para evitar el cuestionamiento de la comunidad política y la sociedad, en la mayoría de los casos, el renunciante esperaba que pasara un tiempo razonable para afiliarse a otra organización política.
Ya no es así, la misma Ley de Partidos, Agrupaciones y Movimientos Políticos institucionalizó la desafiliación, al establecer en el artículo 7, párrafo I, que “todo afiliado a un partido, agrupación o movimiento político podrá renunciar a él, en cualquier momento, sin expresión de causa.
Recordemos que el PLD, como sostiene José Ángel Aquino, en su obra Elecciones Primarias, era en el año 1999 un partido de cuadro, que apenas contaba con 12,000 miembros, pero ya en el 2011, realizó unas primarias en las que, según ellos, votaron 1,040,348 miembros, la mayoría de ellos provenientes del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), el aliado que hizo posible su conquista del poder, en las elecciones de 1996.
Por tanto, podemos llegar a la conclusión, sin temor a equivocarnos, que la organización política que más se ha beneficiado del transfuguismo es el Partido de la Liberación Dominicana.