1.- Primero la resistencia con las armas y luego con la palabra, el derecho y el coraje cívico
La resistencia contra la primera ocupación militar norteamericana durante el período de 1916 a 1924 tuvo diversos momentos, capítulos y actores significativos de los cuales, en ocasión del primer centenario de la desocupación de las tropas interventoras, cumplido recientemente, resulta oportuno hacer memoria para edificación de las presentes y futuras generaciones.
En un primer momento se procuró enfrentar las tropas ocupantes mediante la resistencia armada. Y así lo hicieron con valor espartano Apolinar Rey, Sunito Pepín, Rafael E. Pichardo, entre otros héroes y mártires, que al alborear del 1 de junio de 1916 enfrentaron a las tropas que se acercaban a la fortaleza San Felipe, de Puerto Plata, en el crucero “ Sacramento”, capitaneado por el Comandante Bulmer.
Y en las estribaciones de Las Lajas de Altamira, se alzó el Sargento Wenceslao Báez (Laíto), quien, como expresara Don Vetilio Alfau Durán, “transfigurado en medio del fuego hipnotizante de la metralla, se creyó vencedor” y al mando de ochenta aguerridos combatientes avanzó en reto imponente sobre los intrusos invasores, muriendo en olor de heroísmo cuando un fragmento de granada destrozó su vientre.
Y, de igual manera, en la memorable contienda de “La Barranquita”, del 3 de julio de 1916 concluyó sus días el valeroso Capitán del batallón Ozama Máximo Cabral con 25 disparos de ametralladoras incrustadas en su cuerpo juvenil y valeroso enfrentando a las tropas ocupantes y brillaron por sus hazañas heroicas el general Carlos Daniel, entonces jefe comunal de Valverde, Enerio Disla, Francisco Peña, Carlos Jiménes, Toño Lozano, Aquilino Zapata, Bernardo Jimenes, Belarminio Rodríguez, Agustín Cabral, Demetrio Frías, parte de la digna matrícula de aquellos ochenta valientes, tan escasos de armas y bagajes como sobrados de dignidad y arrojo, que hicieron frente al poderoso ejército invasor que desde Montecristi se encaminaba imponente hacia Santiago.
Contaba su compañero de armas y lucha Valentín Tejada, que al partir de Santiago hacia Mao Valverde espoleando su brioso caballo, a su cita final con el destino, estas fueron las palabras del Capitán Máximo Cabral: “voy a unirme al General Carlos Daniel para dar el combate contra los yanquis en Guayacanes, donde soy bastante práctico”.
Y fueron en aquellos días aciagos donde se cubrieron de gloria los mal llamados “ gavilleros del Este”, que resistieron con entereza el asedio interventor levantando el estandarte de la resistencia en lo que Félix Servio Doucoudray denominó con gran acierto “La epopeya calumniada”.
2.- La valerosa resistencia del periodismo contra los interventores
Pero existe otro capítulo singular de la lucha contra los interventores: aquel que se libró con la pluma y la palabra, a través de la prensa escrita, hazaña incruenta pero no menos dolorosa, que no puede ser olvidada, por ser uno de los más dignos tributos a la libertad en nuestro país tras el pesaroso eclipse de nuestra soberanía.
Entre los medios que destacaron por su postura valiente ante la ocupación, cabe destacar al Listín Diario, La Información, de Santiago, El Cable, de San Juan, lo mismo que en Santo Domingo destacaron “El Tiempo”, “La Bandera Libre”, “ Patria” “El Independiente”, “El Siglo”, “La Opinión”, “El Heraldo Dominicano”, “El Nuevo Diario” “El Eco Mariano”, en Puerto Plata, entre otros.
3.- Un caso emblemático de la censura interventora contra el periodismo dominicano: el cierre de “El Heraldo Dominicano”
Dimas Frías fue un valiente periodista petromacorisano, fundador del combativo periódico “El Heraldo Dominicano”, el cual vio la luz el 2 de octubre del año 1916. A eso de las 9:00 a.m. llegaron a manos del público los primeros ejemplares y unas seis horas después, Dimas fue conducido al Cuartel General de las tropas de ocupación, para ser interrogado por el Mayor Bears, gendarme de la censura, señalándole a Frías que su apresamiento se debía a que en la primera plana de “El Heraldo” había aparecido el siguiente titular: “Un Soldado sin Historia amordaza el Pensamiento Libre”. Con acritud y ademanes insolentes, Bears respondió a Frías: “¡Yo tengo historia!”.
Ante su arrogante afirmación, Frías le cuestionó sobre cuál era su historia, a lo que Bears respondió: “Yo ocupé Las Filipinas a sangre y fuego y obtuve los méritos de mi patria, los cuáles ostento aquí hoy”, proponiendo a Frías, en gesto conminatorio, que rectificara lo dicho, al día siguiente, cuidándose de decir que él era un hombre con historia.
Frías aceptó la propuesta, como forma de obtener su libertad y al día siguiente, más temprano, a las 8:00 a.m., aparecía la edición de “El Heraldo” que Bears esperaba expectante, confiando en que el aguerrido periodista cumpliría la promesa convenida. Para sorpresa de Bears, un gran titular en primera plana rezaba de la siguiente manera: “Sí, es verdad que el Mayor Bears es un soldado con historia, porque tomó a fuego y sangre las Islas Filipinas”.
4.- “El Listín Diario” y “La Información” y los asedios de los interventores
A decir de Don Manuel Amiama, “desde 1916 a 1924, justo es consignar que el Listín Diario mantuvo una actitud de serena resistencia contra la intervención extranjera, acogiendo en sus columnas todos los artículos y documentos de los patriotas dominicanos”.
Aunque desde los primeros meses del año 1915, en importantes editoriales, el Listín había lanzado la premonitoria advertencia sobre la inminente intervención extranjera que un año y meses después terminaría consumándose, fue tras iniciar la misma, cuando la mordaza y el asedio de los interventores se ensañaron con especial virulencia sobre sus propietarios, redactores y articulistas.
Un incidente con los ocupantes pone de manifiesto aquellos momentos de tensión. El Contralmirante Knapp convocó a la prensa y personalidades de la ciudad para leer en su presencia la proclama del 29 de noviembre de 1916 mediante la cual quedaban formalmente oficializada la ocupación militar estadounidense. No obstante, su director Arturo J. Pellerano Alfau y el destacado intelectual Fabio Fiallo, viejo colaborador del periódico, se negaron a asistir y en la edición del siguiente día siguiente dejaron en blanco el espacio editorial, en señal de protesta, ante aquel acto infame y humillante.
A decir de Don Manuel A. Amiama, fue aquel un brillante recurso: “…que causó una gran conmoción patriótica y que dijo más al corazón dominicano, en aquel día de consternación, que todas las palabras que pudieran escribirse”.
No podía soportar impasible el interventor aquel acto de dignidad patriótica y al mediodía del 30 de noviembre de 1916, al día siguiente de la proclama, en momentos en que Don Arturo y el poeta Fiallo sostenían una amena conversación, irrumpió en la oficinas de la Dirección un pelotón de soldados yanquis armados de embayonetadas carabinas, viéndose obligados, ante la coacción imperativa y prepotente, a encaminarse hasta la fortaleza para ser interrogados por los oficiantes de la censura.
En aquellos días de prueba patriótica, nunca decayó el tono soberanamente digno y elevado del Listín Diario. Un ejemplo de ello es un famoso editorial publicado cuando las tropas interventoras incurrieron en un nuevo empréstito en nombre del pueblo dominicano. Al protestar ante tan resonante acto de arbitrariedad señalaba el referido editorial: “Ni el Gobierno Militar ni el Gobierno de Washington tienen calidad legal para asumir la representación del pueblo dominicano y cargar sus espaldas con una nueva deuda, ni mucho menos, para actuando como dos partes contratantes, extender la Convención de 1907, ya vencida en más de la mitad con el religioso pago de sus bonos. Por deber, por honor. Por respeto a nuestra bandera. Por amor a la independencia de la República, de nuevo seriamente amenazada con más años de servidumbre económica y política.”
De igual manera, en la hidalga ciudad de Santiago de los Caballeros, un año antes de consumarse la primera intervención, nació aquella valerosa tribuna cívica que fue el periódico La Información, que a decir del P. Manuel de Jesús González, “llevó siempre, enhiesto en la mano, el blanco lábaro de la verdad y del amor”.
Vio la luz el 16 de noviembre de 1915, gracias a la labor pionera de la firma comercial e impresora Franco Hermanos, liderada por el distinguido ciudadano y empresario santiagués Luis A. Franco, de distinguido ascendiente en el periodismo y en la intelectualidad cibaeña. Su filosofía fundacional marcó la altura del ideal: “hacia arriba, siempre más arriba, hacia la cúspide, desde donde es posible contemplar las estrellas”.
Desde sus páginas se emprendió una valerosa campaña nacionalista contra los interventores, que tuvo como su principal dínamo intelectual al aguerrido y lúcido periodista venezolano Rafael Vargas López Méndez. Dicha campaña se hizo intolerable para la censura imperial, quien con el propósito de amordazar la opinión pública y con ello los legítimos reclamos nacionales, de forma abusiva y arbitraria, dispuso la suspensión indefinida del periódico en momentos en que ocupaba su dirección Don Vicente Tolentino Rojas.
El referido asedio provenía, especialmente, del Corel C.H. Lyman, quien se desempeñaba a la sazón como jefe de las fuerzas americanas del Departamento Norte.
Recordando aquellas horas sombrías para la libertad de expresión y pensamiento en nuestro país, el destacado historiador y periodista Don Pedro María Archambault afirmaba:
“Hay que recordar esos tristes días en que la soldadesca extranjera, atropellando la libertad, cerraba la imprenta de LA INFORMACIÓN y amenazaba las vidas de sus honrados redactores, quienes defendían- en el lenguaje que se podía- la protesta contra los desafueros cometidos por el interventor. No hay que olvidar los méritos adquiridos en esos días sombríos, en que la defensa de la patria clamaba con ahogados gritos por el derecho conculcado, por la personalidad jurídica insultada, cuando el pueblo no había cometido falta alguna, ni siquiera el de levantarse contra semejantes bárbaros procedimientos, prefiriendo aguardar con la fe la hora de la justicia y de la equidad que, sin embargo, se acercaba”.
5.- Periodistas perseguidos, deportados, encarcelados y maltratados
Mención especial merece en el abordaje de la gallarda actitud de la prensa dominicana y los periodistas dominicanos ante la primera ocupación, los vejámenes y maltratos de que fueron víctimas valientes periodistas e intelectuales que colaboraban en sus páginas, capitulo apasionante de nuestra resistencia cívica, el cual, desde luego, rebasa las modestas pretensiones de este artículo.
Pero bien conviene recordar, a modo de ejemplo, los casos de destacados periodistas, escritores e intelectuales que sufrieron vejámenes y guardaron prisión por defender con su pluma la dignidad mancillada de la patria. Cabe recordar, entre otros, a Américo Lugo, Luis Conrado del Castillo, Tulio Manuel Cestero lo mismo que Fabio Fiallo, de quien se hizo famosa una humillante foto en traje de presidiario o el caso del destacado periodista e intelectual venezolano Horacio Blanco Fombona, quien debió abandonar el país y cerrar las puertas de su interesante revista Letras lo mismo que su coterráneo Manuel Flores Cabrera.
Como se recuerda, el cierre de Letras se produjo tras la publicación en sus páginas de aquella foto memorable en que se dio a conocer al mundo el cuerpo lacerado de Cayo Báez por el hierro candente de los interventores, heridas que dieron origen a uno de los gestos más viriles que recuerda la historia de aquellos días, cuando en actitud airada, al contemplarlas, el Dr. Juan Bautista Pérez Rancier, Juez de la Corte de Apelación de Santiago, en aquel memorable juicio del 28 de febrero de 1920, en el palacio de justicia, arrojo al suelo, rojo de indignación, el Cristo de marfil que rodó hecho pedazos, suspendiendo en el acto el juicio que presidía.
Un resonante caso, que puso de manifiesto el asedio de los interventores contra la prensa en el Cibao, y especialmente contra los colaboradores de La Información, ocurrió en Santiago el 21 de abril de 1920, cuando el joven periodista Rafael Morel M., padre del destacado jurista y hombre público, Dr. Manuel Morel Cerda, fue objeto de los atropellos del arbitrario Coronel Williams, quien fue reducido a prisión y objeto de tratos infamatorios, como fueron el de pasearle por las calles en traje de presidiario y obligarle a realizar trabajos forzados, por publicar artículos contra los vejámenes de los interventores. Este hecho fue condenado por el Comité Santiagués de la Asociación de la Prensa del Cibao, que entonces presidía el destacado periodista e intelectual José Antonio Hungría
Ya hoy casi nadie recuerda al valiente periodista Eleuterio de León, oriundo de Sabana de la Mar, quien desde las páginas de sus diarios “El Independiente” y “ Patria Libre”, por el fundados, desplegó una de las campañas más aguerridas y valientes contra los atropellos interventores. De él dijo uno de sus amigos más cercanos que “su pluma, jamás se mojó en tinta de adulación para escribir elogios inmerecidos ni se subordinó al vellocino de oro”.
Y es hoy un gran olvidado el destacado periodista salcedense Doroteo Regalado, delegado de la Hermandad Nacionalista, quien, con apenas 22 años, debido a una artera denuncia de que en el teatro “Unión” de Barahona, en su calidad de delegado nacional de la Hermandad Nacionalista, había pronunciado una conferencia en protesta contra la intervención, fue apresado y conducido en un caza submarino hasta la Torre del Homenaje, donde sufrió por espacio de año y medio los más inerrables vejámenes, lo que inspiró a uno de sus cercanos a afirmar que “…salió de la hórrida prisión hecho una ruina fisiológica, cargado de penas, de dolores, pero con las sienes orladas por los verdes laureles de la gloria”. Fue liberado gracias a la valiente defensa del Lic. Luis Conrado del Castillo.
Para saludable edificación histórica, Doroteo dejó a la posteridad su valiente testimonio de los atropellos de que fue víctima por las tropas interventoras, en un texto referencial que titulara “Mi Viacrucis”, el cual vio la luz en diciembre de 1921, desafiando la censura.
Unas líneas de su valiente testimonio nos dan la tónica de este capítulo tan memorable del periodismo y los periodistas, luchando con la pluma y la palabra, contra la metralla soberbia de los interventores. Afirmaría Doroteo: “desde el mismo día de la alevosa ocupación, no me cansé de predicar contra ella pero sin estridencias. Me limité a ser obrero y propagandista de la consigna patriótica de nuestros hombres dirigentes. Esa consigna era: “Dignidad a todo trance; unión; protesta moral, altiva y fuerte, ante la imposiciones de la fuerza bruta”.