Recientemente el gobierno de México en la persona de su saliente presidente, Andrés López Obrador reiteró a España que hiciera una nota de perdón histórico por las consecuencias de la colonización y maltratos causados a los grupos originarios de México, conocidos como el gran Imperio Azteca, por cómo se desarrolló la colonización, sus consecuencias de sometimiento, maltrato, vejámenes y opresión, a que fueron sometidos estos grupos.
Como declaración política y de impacto diplomático y de relacionales internacionales es aparentemente buena esta demanda del gobierno mexicano. Creo que de los pocos en el continente que asumen este reclamo como parte de su política de estado y de sus posiciones en el marco de las relacionales internacionales y diplomáticas. Es aparentemente certera la demanda y motivo de orgullo y solidaridad con el pasado histórico que reflexiona sobre las consecuencias de esta colonización y de sus resultados hoy.
Si por oprobio, maltrato, sometimiento, vejámenes se trata, entonces habría que revisar la historia, que no es más que el sometimiento de un grupo superior, sobre otro, pues los hechos históricos son resultantes de esa dialéctica que el marxismo hegeliano llamó, la lucha de los contrarios, o las contradicciones como principio de la historia y sus cambios sociales.
Podríamos solidarizarnos con el antiguo presidente de México, López Obrador y cualquier intelectual o historiador en lo particular que así opinara sobre los resultados de nuestra colonización americana; sin embargo, habría que revisar la historia y pedirle perdón a cada grupo que, en su existencia histórica, ha sido producto de estos sometimientos abruptos con que se producen los hechos históricos.
Si pedimos un perdón histórico a alguien, debemos revisar si nosotros debemos a la vez, pedir perdón a otros, entonces, seríamos justos con ellos y con nosotros mismos y más equilibrados en el juicio histórico.
Los imperios americanos precolombinos, comenzando primero por nuestras tierras cercanas, deben sus actuales descendientes mexicans, en el caso de México, pedir perdón a quienes sometieron de forma cruel y bajo patrones parecidos, porque es el resultado que el dominio de un grupo sobre otro deja como lección histórica, y estas no son acciones, ni muy racionales, ni muy afables, son cruentas, como todo comportamiento humano derivado de la ambición de poder económico, político, social, cultural, territorial, o de cualquier naturaleza.
La famosa barbarie que por mucho tiempo era una de las clasificaciones de la historia enseñada, es parte de una fase animal que acompaña al ser humano, y que muchos aun creen que su superioridad respecto al animal, lo hace absolutamente diferente a este, sabiendo que, de éstos, originalmente provenimos.
Por tanto, el perdón debería socializarse, democratizarse, con dimensión incluyente de todo aquel individuo, sociedad o grupo humano, que ha sido victimade tan apasionada acción.
El filósofo alemán, Friedrich Nietzsche dijo que la historia no tiene moral, quiere decir que el hecho histórico se produce sin pedir permiso y como resultante de una necesidad perentoria y justificable, a veces, de quien lo produce, quien lo enjuicia en las dimensiones de lo bueno y lo malo, al final, es el historiador, que, al analizarlo con el rigor de la ciencia de la historia, lo explica, lo contextualiza y asigna un juicio o valoración sobre el mismo, aunque no lo justifique.
Si estamos cansados de decir que la historia la hacen los pueblos y la escribe el poder, ciertamente así es, pero las motivaciones que producen un hecho histórico, son a la vez el resultado de quienes sienten la necesidad de mover la fichas para lograr sus resultados, a veces, acumular más poder, o por el contrario, liberarse de ciertas formas de poder que los oprime, como los casos de la Revolución Rusa, la Revolución Francesa o la Revolución Haitiana, que la dialéctica hegeliana de Carlos Marx llamó, las contradicciones de las clases sociales, como motor de la historia.
Si estos hechos no se produjesen movidos por estas contradicciones, estaríamos viviendo retrotraídos a un pasado sin inacción y detenido en el tiempo, lo cual obviamente, no justifica los desmanes de la historia, por eso estas acciones de los grupos humanos, sin el motor de cambio que genera a su vez, los saltos y los cambios, son, para bien o para mal, lo que acompaña el tránsito de los individuos y grupos humanos, por este entramado y complejo tejido social.
Volviendo a mi encabezado, podría estar de acuerdo en pedir perdón, pero todos-as: los romanos deben pedirle perdón a todos los pueblos que sometieron, así mismo, los griegos. Los egipcios por igual, los llamados bárbaros del norte de Europa, o los chinos a los tibetanos, sometidos hoy a sus dominios y rigideces de control con el interés de despersonalizarlos, y esto no es de la época colonial, es actual. Así como, los hindúes, que someten a otras etnias a sus dominios, la guerra fratricida que se libró en Ruanda, África Central, entre los Tutsi y los Hutu, donde mortandades desaparecieron por las mismas razones, o distintas a las motivaciones con las cuales llegaron los españoles a América, pero razones históricas al fin.
La leyenda negra es la contraparte de la moral histórica, es decir, el otro es portador de la maldad, sin embargo, esta mirada de la ciencia de la historia no asume las maldades en su totalidad y universalidad, en ese proceso de construcción de las narrativas de la leyenda negra.
Nuestra leyenda negra es que todo estaba bien y era un remanso de paz en América hasta que llegaron los españoles a colonizarnos, solo me detengo un momento a meditar, ¿si acaso pudimos preguntarles a los taínos cómo los traban los caribes? O cómo se expresaba el dominio de los quechuas y los aimaras hacia los grupos dominados nativos de estas tierras del gran imperio admirado de los Incas.
Las pirámides egipcias, aztecas, o el Machu Picchu, y otras grandezas humanas hoy admiradas, nos hemos preguntado en algún momento, ¿cuántos perdones deben ir acompañadas de ellas? Solo con ese equilibrio crítico del resultado de la historia, podemos pedir perdón histórico, pues los españoles deben solicitarle el perdón a los romanos y a los árabes que se adueñaron de una parte importante de su territorio por varios siglos, e impregnaron una parte determinante a su cultura y a su pasado.
Por todo eso, creo que la ciencia de la historia debe reflexionar sobre esas miradas alejadas de las razones que produce un hecho histórico, sin dejar de reconocer sus motivos, implicaciones, intereses y sus resultados, pero la historia de la humanidad es la historia del poder, la lucha por la sobrevivencia de los seres humanos, la de descubrir, explorar, cambiar, acumular poder de todo tipo, a veces a favor del bienestar de muchos, otras veces, para la mejoría de unos pocos
La unilateralidad del juicio histórico acomoda los hechos a favor de uno u otros, la justicia histórica no se ciega ante los hechos atroces, pero tampoco lo sobredimensiona, y mucho menos invisibiliza la razón histórica, a veces irracional, otras veces, justa y necesaria; no obstante, las dos razones mueven la historia, a veces para adelante, otras veces hacia atrás, porque tampoco, la historia es lineal, ni mecánica, ni ascendente, por momento, se devuelve o se paraliza.
Estoy de acuerdo finalmente, con el perdón histórico, pero de todos-as: los que, en su devenir por la vida y el tiempo, han oprimido poblaciones enteras en base a su verdad histórica, deben pedir el perdón histórico. Asimismo, si pedimos un perdón histórico a alguien, debemos revisar si nosotros debemos a la vez, pedir perdón a otros, entonces, seríamos justos con ellos y con nosotros mismos y más equilibrados en el juicio histórico. La revisión histórica es justa, pero sin resentimientos, acompañada del principio, de recordar para no olvidar, y no olvidar para no repetir.