La agresividad, la violencia, el horror, la guerra contenida en los eventos que diariamente nos rodean parecieran ser inevitables.
En medio de tanto pesar nos llega como un dulce y suave perfume el comunicado de la familia de Orlando Jorge, tras su violenta muerte, captó la atención de la sociedad porque incluía el perdón al agresor.
¡Qué radical!, una familia que perdona al agresor. Me hizo evocar “El libro del perdón. El camino cuádruple para sanarnos y sanar el mundo” escrito por uno de los titanes de la lucha por los derechos humanos y anti “apartheid” de Sudáfrica, Obispo Desmond Tutu, junto a su hija Mpho Tutu.
Desmond Tutu, en su calidad de presidente de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica, nos expone que le han inquirido sobre cómo la gente de su país ha sido capaz de perdonar las atrocidades e injusticias sufridas bajo el apartheid.
Tutu nos relata que cuando fueron liberados los líderes de la lucha por la libertad, incluyendo a Nelson Mandela, Sudáfrica se encontraba en una encrucijada, debido a la sangre derramada y la violencia padecida. Se temió que la transición a la democracia sería un baño de sangre de venganza y represalias entre los opresores y los oprimidos. Sin embargo, en su opinión ocurrió un milagro. Los oprimidos de Sudáfrica escogieron el perdón, liderados por Nelson Mandela.
La idea de perdón de los Tutu reconoce las imperfecciones humanas y por ende la necesidad de mantener a la mano el perdón, otorgado o recibido.
Los autores del “Libro del perdón” nos ofrecen una visión revolucionaria, si la comparamos con lo que habitualmente se espera como reacción humana ante la agresión, una visión a la vez muy cónsona con las enseñanzas cristianas, “no hay nada que no pueda ser perdonado, y no hay nadie que no merezca ser perdonado”.
En el libro del perdón se propone el camino cuádruple: (i) Contando la Historia; (ii) Nombrando el dolor; (iii) Otorgando Perdón; (iv) Renovando o Soltando la relación.
Esta enseñanza vivencial que nos regalan Desmond y Mpho Tutu, nos muestran que no sólo es posible seguir el camino del perdón, sino que es la opción más liberadora y sana, tanto individualmente como colectivamente.
¿Por qué es importante perdonar?, se preguntan los autores, y para responder utilizan historia personal de dolor del obispo Tutu respecto de su padre abusivo. Nos presenta las desventajas de optar la revancha. La revancha ofrece una satisfacción inmediata, la sensación momentánea de que nuestro dolor se alivia. “Hasta que podemos perdonar permanecemos encerrados en nuestro dolor, y sin posibilidad de experimentar sanación y libertad”. “(…) sin perdón nos quedamos atados a la persona que nos hizo daño”. Es así que “no perdonamos para ayudar al otro (…) perdonamos por nosotros”.
El perdón libera a quien lo otorga.
El libro explica que el perdón ha sido estudiado, desde la perspectiva espiritual, científica, y social. Es interesante que las universidades del mundo, los neurocientíficos, investiguen los efectos biológicos del perdón.
Al final los estudios apuntan a que perdonar es bueno para uno. El “Libro del perdón” propone un perdón incondicional, que se concede como gracia, que nos libera de la condición de víctimas.
La acción de perdonar, de acuerdo con los Tutu, no opera como una fórmula mágica, ni opera de modo automático. La sanación y reconciliación posteriores al perdón no borran el daño. La conducta dañina debe ser revelada “(…) a la luz intensa de la verdad. Y la verdad puede ser brutal.”
De ahí que los autores convengan que perdón no equivale al olvido, a borrar o cancelar el daño. Todo lo contrario. Para demostrarlo se valen de su experiencia en la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica asegurando que solamente fue posible escapar de la espiral de violencia que acechaba en Sudáfrica cuando liberaron a Nelson Mandela y a sus compañeros, por el ejercicio consciente, maduro y colectivo del perdón. Nos presenta con casos reales, como se dieron los pasos que permitieron un tránsito pacífico a la democracia.
La experiencia sudafricana demuestra que la construcción y maduración democrática en esa nación fue posible gracias al trabajo de esa Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Sin el acuerdo social, el liderazgo de personas como Nelson Mandela y Desmond Tutu, Sudáfrica no habría podido construir un pacto de convivencia después de una historia de violencia, opresión y terror.
Es importante rescatar que la propuesta del perdón de los Tutu no es una reduccionista del daño o del dolor, todo lo contrario, invita a sanar y a encontrar la paz, y a buscar y reconocer la humanidad del victimario. El ejercicio supone que la víctima exponga su dolor, a su victimario y, en el caso de la Comisión de la Verdad, que haya una validación social del proceso.
República Dominicana nunca hubo un equivalente a la Comisión de la Verdad. Hay mucho trauma social no resuelto, especialmente de los 30 años de dictadura, y el tortuoso y sangriento camino a la democracia, aunque es plausible que existan casos individuales de víctimas que han perdonado a sus agresores, esta sociedad está en deuda con tantas víctimas de la violencia institucionalizada. ¿Estamos aún a tiempo?
Mientras, nos queda la experiencia para aplicarla de manera personal, tal y como ha hecho la familia Jorge Villegas. Vaya mi respeto y solidaridad para ellos.
Perdonar es un camino desafiante, y contracorriente. Al hacerlo nos volvemos vulnerables, humildes y más humanos. Nos hacemos acreedores de la liberación que involucra perdonar y pedir perdón.