En estos tiempos de infantilismo nihilista-posmoderno, donde las convenciones intelectuales, políticas y cotidianas se empeñan en el absoluto de la deconstrucción social e histórica, la disonancia, el negacionismo, el inmediatismo, la sensorialidad y la relativización moral; vivimos en esta obsesión contemporánea, profundizada por los medios de comunicación y las redes sociales, cuyos riesgos y consecuencias para la sociedad actual pueden empeorar situaciones psicosociales, económicas e institucionales de las que G.K. Chesterton en su libro de ensayo The Thing, publicado a principios del siglo XX (1929) ya nos hacía referencia de tales temas en la paradoja de la valla: “En el asunto de reformar las cosas, a diferencia de deformarlas, hay un principio claro y simple; un principio que probablemente puede llamarse una paradoja. Existe en tal caso una cierta institución o ley; digamos en aras de la simplicidad, una valla o puerta erigida a través de un camino. El tipo más moderno de reformador se acerca alegremente a él y dice: "No veo el uso de esto; eliminémoslo". A lo que el tipo más inteligente de reformador hará bien en responder: "Si no ves el uso de eso, ciertamente no dejaré que lo elimines. Vete y piensa. Entonces, cuando puedas volver y decirme que tú ves el uso de esto, puedo permitirte destruirlo. Esta paradoja se basa en el sentido común más elemental. La puerta o cerca no creció allí. No fue montado por sonámbulos que lo construyeron en su sueño. Es muy improbable que se haya puesto allí por lunáticos fugados que por alguna razón andaban sueltos en la calle. Alguna persona tenía alguna razón para pensar que sería una buena cosa para alguien. Y hasta que sepamos cuál fue la razón, realmente no podemos juzgar si la razón era razonable".
Uno de los aspectos más importantes en la toma de decisiones no se circunscribe a gestionar el riesgo, criticar o anular lo que se considera el establishment o status quo; también es importante comprender la lógica de un comportamiento determinado y cuáles son las razones subyacentes en torno a las decisiones que previamente se han tomado, cuál es el origen de determinados acontecimientos y las consecuencias de las consecuencias de esas decisiones.
Comprender la paradoja de la valla de Chesterton no debe convertirse en una justificación para el castigo, hostigamiento o aislamiento hacia las personas que intentan realizar mejoras continuas en cualquier ámbito del quehacer humano; más bien es una alerta para que repensemos y gestionemos el pensamiento de segundo orden, antes de intervenir en cualquier sistema o proceso. Nos prepara para reconsiderar y evaluar las decisiones que otros tomaron antes que nosotros.
Cuando necesitamos intervenir las organizaciones, sistemas, procesos o políticas públicas debemos usar el pensamiento de segundo orden y evaluar las consecuencias a largo plazo de las decisiones que se llevarán a cabo. Aunque, más complejo y profundo el pensamiento de segundo orden nos permitirá analizar las hipotéticas consecuencias de las consecuencias de alguna situación personal u organizacional; permitiéndonos reflexionar y comprender mejor la realidad, resolver conflictos y problemas, tomar decisiones efectivas y generar nuevas ideas. A pesar de su utilidad, es un proceso cognitivo al parecer muy escaso en esta época.
Sin embargo, no podemos menospreciar lo actual y vigente de esta paradoja; muy útil en nuestros días, ya que nos explica la manera en que actúa el pensamiento de segundo orden, y cómo consciente o inconscientemente podemos destruir lo bueno en aras de eliminar lo malo, o de anteponer una razón simplista a través del pensamiento superfluo para solucionar un problema determinado. Veamos un ejemplo: considere un país que, queriendo promover un cambio hacia un régimen democrático en otro país, financia y proporciona armas a un grupo de “rebeldes moderados”, y resulta que esos rebeldes moderados se vuelven poderosos y luego instauran un gobierno de dictadura totalitaria e intentan desestabilizar durante décadas al país que financió al grupo de “rebeldes moderados”.
Para Chesterton, este tipo de perogrullada es propia de “un loco que debe regar cuidadosamente su jardín con una regadera, mientras sostiene un paraguas para protegerse de la lluvia”.
A lo largo de la historia de la humanidad, ha sido una acción repetitiva que políticos e intelectuales converjan en el hecho de no visualizar los efectos e impactos de sus tomas de decisiones, muchas veces con consecuencias negativas a corto, mediano y largo plazo; afectando los cimientos de instituciones históricas, educativas y científicas; incluyendo la desestabilización del tejido económico y social, normas éticas y morales, culturas y tradiciones; con la intención de modificar la sociedad en nombre del desatino, la anarquía universal, el fanatismo y la egolatría.