En artículos anteriores había afirmado que la preocupación de la comunidad internacional sobre el tema haitiano no pasaría de ahí: una simple preocupación. Mientras representé  nuestro país en el asiento no permanente en el Consejo de Seguridad (2019/2020), viví en carne propia el cansancio y desinterés de la comunidad internacional. En privado, varios colegas embajadores se quejaban  del fracaso de los planes de estabilización de  la ONU pese a los tantos millones de dólares invertidos. Insistía yo, sin embargo, en que la solución no era abandonar Haití a su propia suerte sino usar otros métodos para ayudarlos a conseguir cierta institucionalidad. Hasta cierto punto, comprendo aunque no acepte ese desinterés: no hay petróleo ni  minerales, tampoco riqueza alguna y sí mucha miseria, criminalidad y, peor aun, una preocupante ausencia de líderes creíbles. Los que se presentan como tales tienen todos agendas personales.

 

El gobierno dominicano ha mantenido el tema vivo en todos los organismos internacionales; y a pesar de ese gran y encomiable esfuerzo,  la comunidad internacional ha hecho caso omiso al pedido del gobierno haitiano para una fuerza militar de acompañamiento a la policía haitiana  con el fin de controlar las bandas que hoy se enseñorean en gran parte del país.

 

En mis pasadas experiencias en el Consejo de Seguridad vi conflictos similares al de Haití,  a todas luces  un Estado fallido, colapsado por la falta de autoridad. Países como Somalia, Burkina Faso, Mali, Yemen,  fueron todos sin excepción víctimas de bandas como consecuencia del vacío del poder. Esas bandas han degenerado en  poderosos grupos terroristas que ni siquiera con fuerzas extranjeras han podido ser controlados,  como ha acontecido en Mali y Burkina Faso.

 

Esta es precisamente mi gran preocupación: que las bandas de Haití se hagan tan poderosas por la impunidad con la que actúan, que luego se conviertan en grupos terroristas y penetren a territorio dominicano.

 

La comunidad internacional ha tomado con ligereza el discurso de nuestro presidente y canciller cuando advierten que la situación haitiana pone en peligro nuestra seguridad y la de la región.

 

Los dominicanos  debemos asumir que la comunidad internacional no actuará decisivamente en Haití. Por tanto, estamos obligados a tomar decisiones en materia migratoria una vez por todas y dejar de preocuparnos por los intereses afectados. Para esto se requiere un acuerdo político igual al del 4% para la educación. Tomar medidas que protejan nuestra frontera como es la terminación urgente del muro fronterizo y que este sea un muro tecnológico ya que de lo contrario será violado constantemente. Además,  implementar sistema de identificación biométrica tanto para dominicanos como extranjeros y asegurarnos de que la mano de obra extranjera vaya donde realmente la economía lo requiera.

No cerremos los ojos al mundo en que vivimos y  pensemos que Haití no devendrá un narco estado y un territorio de terroristas dadas las condiciones de inestabilidad, vacío de autoridad, violencia e imperio de bandas criminales. Basta mirar la guerra de Ucrania, donde creen que sus problemas terminarán con un acuerdo político. Sin embargo, muchas armas permanecerán en manos de la población ucraniana que las ha usado para defenderse de los invasores, pero otras quedarán bajo el control de convictos rusos contratados como militares para combatir en Ucrania. Esas armas se convertirán en un grave problema para esos dos países e inclusive para Europa cuando la guerra termine.

 

Por último, siempre recuerdo que mientras estuve en el Consejo de Seguridad de la ONU, algunos países amigos cabildeaban el voto dominicano para impulsar sus intereses. Pero a la hora de plantear los nuestros, raras veces nos apoyaban.