La semana pasada un video se hizo viral en donde una joven aparecía bailando con un señor mayor de edad.
Supuestamente los familiares de ese señor se quejaban porque dizque malgastaba el dinero de su pensión bailando y gozando con chapeadoras.
Todos los medios de comunicación se hicieron eco, incluso medios de mucho peso y renombre en nuestro país y las opiniones en las redes fueron una cosa terrible.
Resulta que la joven que aparece bailando con el señor ofreció su versión a un youtubers que la entrevistó.
En primer lugar, ella no conocía al señor. Lo que sucedió es que el equipo con el que practica voleibol ganó en un amistoso con otro barrio y se fueron a un colmado a celebrar.
Estando en el colmado el señor se le acercó para pedirle que bailara con él. Según la joven ella no quería y sus compañeras la animaron a hacerla por estar en chercha.
Ahí la grabaron y lo demás es historia. Lamentablemente hoy la chica está en medio de una depresión, y la pregunta es ¿quién repara los daños?
Las redes sociales “no solo son aplicaciones y portales usados por los navegantes para colocar fotos, buscar amigos y otras cosas más, sino que también sirven para menoscabar personas” (Santos, 2015, p.1).
La joven llorando decía que la difamaron, pero reitero la pregunta ¿quién repara los daños? Todas las cosas que se dijeron de su persona fueron horribles, entre ellas le apodaron la OMSA porque “cabía todo el que quería”.
La llamaron chapeadora, pero también dentro de las opiniones muchas personas hablaban en favor del señor de que ese era su dinero y podía lo que quisiera y no faltaron los que afirmaron que simplemente se trataba de que la familia del señor de seguro estaba molesta porque no gastaba el dinero en ellos.
En definitiva, al ritmo que vamos en esta guerra de los likes es totalmente terrible porque las armas utilizadas cada día asesinan reputaciones, enjuician y condenan figuras sean políticas o de otra índole, matan personas y también la reviven.
El único problema aquí es que quienes utilizan las armas de las redes hacen todo lo descrito anteriormente, pero siguen cubiertos por el manto de la impunidad. Al final ¿quién repara los daños?