La República Dominicana se encuentra en un momento crucial en su trayectoria económica, lidiando con las complejidades de la gestión de la deuda, los ajustes en el ámbito monetario y fiscal, la dinámica de la política y la incertidumbre y presiones del resto del mundo.
Deuda Total en USD: Ese flujo debe ir hacia inversión en el acervo de capital de la RD. Se proyecta que la deuda total de la nación alcance un máximo de 99.62 mil millones de dólares para el 2029, lo que marcaría un aumento significativo del 34. Esta trayectoria ascendente de la deuda pone de relieve la necesidad urgente de una planificación financiera estratégica y de una política económica comprometida y lo suficientemente robusta que tienda a garantizar un crecimiento sostenible y con estabilidad. RD lo ha hecho en los últimos 40 años muy a pesar de accidentes no deseados.
Política Monetaria: La estabilización de la economía ha sido un rol exclusivo prácticamente del Banco Central (BC) compensando descarrilamientos en otras esferas de la política económica, siendo su prioridad minimizar presiones inflacionarias con el suficiente carácter que permita mantener los niveles de precios domésticos dentro del rango meta. Mientras el gasto público improductivo creció de manera dramática, el BC logró tumbar la inflación del 10% en abril de 2022 a 4% en mayo de 2023; a 3%-4% interanual a Abril 2024, dentro del rango meta. Titánica labor en la esquina Leopoldo Navarro con México! La tasa de política monetaria se ha ajustado reflejando un compromiso para compensar/mantener el equilibrio económico y apoyar la salud financiera de la nación.
Política Fiscal: El foco debería ser en invertir en el futuro. La política fiscal sigue centrada priorizar el gasto corriente y el endeudamiento pretendiendo la creación de espacio para el gasto social (crecimiento con inclusión) e improductivo con menor énfasis en defender e implementar un plan estratégico de infraestructura de largo plazo. La RD comienza a vivir
momentos cruciales en donde habría que definir y consensuar una nueva política fiscal que permita robustecer los flujos de ingresos y gastos-inversiones del gobierno con miras a profundizar el crecimiento y desarrollo sostenible con la suficiente holgura a la política monetaria para sostener la estabilidad de precios, niveles de tasas de interés alineados para que el sector privado financie adecuadamente sus proyectos y empresas con la consecuente generación de empleos de calidad.
Escenario Político: Estabilidad en medio del cambio A medida que la República Dominicana se acerca a sus elecciones presidenciales y legislativas, la administración actual se prepara para una eventual reelección acorde a sondeos publicados. El panorama político está marcado por un fuerte énfasis en abordar la inflación, la seguridad y las relaciones con Haití, con el gobierno implementando estrategias para estimular la economía vía el gasto al parecer financiado con deuda. El consenso político junto al sector privado deberá ser orden del día para implementar reformas en el área fiscal aún pendientes y que eventualmente serán no populares. Parecería plausible que, en un segundo mandato constitucional, el gobierno debería embarcarse en una adecuación impositiva (otros le llaman reforma), como legado, con el objetivo de administrar niveles adecuados del déficit fiscal y su financiación que permitan crecimiento, empleo y desarrollo en el largo plazo… no es posible generar estabilidad política y social sin repensar en como remover o financiar el déficit del sector eléctrico, incrementar la calidad de la educación y disminuir la creciente desigualdad. Abordar estos desafíos es crucial para que el país aproveche todo su potencial económico y logre prosperidad en el largo plazo.
Todo lo anterior no son más que pinceladas generales a considerar porque las condiciones socio-macroeconómica-políticas de la República Dominicana reflejan una nación en transición, navegando a través de endeudamiento con restricción de ingresos, transición con relevo en el liderazgo político con su respectiva sostenibilidad de la estabilidad social y política, así como exposición cada vez más alta a la incertidumbre y desafíos internacionales, de los cuales no se tiene control. El camino por seguir requiere una cuidadosa y racional administración de política económica dando continuidad a reformas estructurales comenzadas hace más de tres décadas. Nunca la esfera política debe supeditar la permanente construcción y solidificación de un estado de derecho, democrático y, sobre todo, la búsqueda del bienestar de todos los dominicanos. Dejar de lado ese principio inquebrantable sería, no solo una negación a la democracia dominicana en sí y que tanto ha costado, sino más bien sería un dislate imperdonable histórico porque promovería el eventual quiebre de la nación y el estado dominicano.