Introducción
Todos los biógrafos de nuestro padre de la Patria Juan Pablo Duarte y quienes han estudiado la historia de la sociedad secreta “La Trinitaria”, se han referido siempre a la “destacada influencia” del sacerdote peruano P. Gaspar Hernández en la formación humanística e intelectual de aquel puñado selecto de jóvenes que en aquellas circunstancias difíciles y complejas trabajaron subrepticia, pero eficazmente en la gestación y nacimiento de la República Dominicana.
Pero sea dicho de entrada: un sereno y ponderado análisis histórico conduce a concluir que el verdadero alcance de esa influencia, fue ingenua o intencionalmente, exagerada por la historiografía tradicional como lo fue la exaltación casi hagiográfica del P. Gaspar Hernández. Es saludable, en abono a la verdad histórica, poner las cosas a este respecto en sus justas proporciones.
Pero, ante todo, cabe preguntarse: ¿quién era realmente aquel controvertido sacerdote? ¿Por qué vino a recalar en nuestro suelo? ¿Cuál fue el verdadero alcance de su magisterio en los jóvenes trinitarios? ¿Por qué, ya estando entre nosotros, se enemistó con Santana, apurando en dos ocasiones el cáliz amargo del destierro, la segunda y última de forma definitiva? ¿Qué hizo entre nosotros? ¿Cómo pensaba? ¿Qué pasó con sus restos en Curazao, lugar de su muerte, de suerte que hasta el día de hoy no se sepa con certeza donde descansan los mismos? ¿Cuál la motivación profunda de Trujillo- sin desmedro de plausibles motivaciones patrióticas en el marco del centenario de la Independencia- subyacente tras su empeño en homejearle con toda pompa y solemnidad el 27 de febrero de 1945? ¿Por qué puede afirmarse que fue coyunturalmente independentista, pero no Republicano?
Todas las que anteceden y muchas otras las entendemos interrogantes necesarias en la tarea de biografiar al controvertido sacerdote. El presente artículo no es más que una tímida y germinal aproximación en el propósito.
1.- El padre Gaspar Hernández, religioso camilo
El padre Gaspar Hernández era un religioso peruano, perteneciente a la congregación de los sacerdotes camilos o camilianos, orden llamada también de los “Padres Agonizantes” o “Padres de la buena muerte”, fundada en Italia en agosto de 1582 por San Camilo de Leslis, con el especial carisma de “cuidar de los enfermos con el mismo amor con que una madre cuida de su único hijo enfermo”.
Datos existentes al respecto consignan que esta congregación llegó al Perú en el año 1709, de la mano del sacerdote siciliano Golbordeo Carami, quien sobresalió, ganándose el afecto del Virrey de entonces y de los habitantes de Lima, por su generoso amor a los pobres y enfermos a quienes atendía en los hospitales de Santa Ana, San Andrés y San Bartolomé.
Se consigna, de igual manera, que en los barrios altos del Perú edificó una capilla dedicada a la "Virgen de la Buenamuerte".
2.-La etapa limeña del padre Gaspar Hernández
Conforme importantes datos recogidos al respecto por el Padre José Luis Sáez, el Padre Gaspar Higinio Hernández nació en Lima el día de reyes de 1798. Era hijo de Francisco Hernández, nativo de Galicia, y la limeña Juana Morales.
Probablemente a causa de una temprana enfermedad, fue bautizado de urgencia (probablemente en su casa) por el P. Manuel de Castro, y tres años después (3 mayo 1801), el P. Diego Estanislao Venegas suple los ritos en la Parroquia de Santiago del Cercado.
Siendo apenas un adolescente ingresó en el Colegio Seminario de Santo Toribio, a la temprana edad de 11 años, cursando allí estudios de latinidad. Tuvo aquel centro de estudios una gran fama y desfilaron por el catedráticos eminentes tanto en las disciplinas humanísticas como las eclesiásticas, varios de los cuáles escribieron textos memorables en el ámbito de las matemáticas, la física y la filosofía.
Todo apunta, no obstante, a que el sueño de Gaspar era convertirse en religioso, o como se llamaba entonces, clérigo regular de la orden de San Camilo y tal cosa hizo cuando apenas había cumplido 16 años de edad, es decir, cuando aún no había completado sus años de seminario.
Consigna el Padre Sáez, que, previas las informaciones de cinco testigos acerca de la “legitimidad, buena sangre y sanas costumbres”, el 22 de julio de 1814 vestía el hábito en el convento de Santa María de la Buena Muerte (Lima), y al año siguiente (24 agosto 1815), emitía su profesión de votos simples.
Diez días antes de concluir su noviciado (14 agosto 1815), aunque no poseía nada, había hecho formal renuncia de sus bienes o herencia a favor de su congregación.
No está muy preciso el dato de si fue en Santo Toribio o Santa Liberata donde concluyó sus estudios de Teología. Recibió su ordenación sacerdotal de manos del obispo de La Paz, Antonio Sánchez Matas (1818-1828) el 11 de enero de 1821.
Tras recibir su ordenación, inició de inmediato su carrera docente como profesor de filosofía del colegio de Nuestra Sra. de la Buena Muerte, y del Seminario Conciliar (Lima), además de ser procurador de aquella comunidad.
Sin embargo, poco después fue acusado de malversación de fondos y prácticamente recluido en el convento de San Francisco, donde permanecería unos meses.
En aquellos años de temprana juventud del Padre Gaspar Hernández, Perú rompía sus amarras coloniales con España y alcanzaba su independencia, pero el sacerdote limeño, no obstante los aires emancipadores en su derredor, mantuvo su fidelidad al rey de España.
Este dato es de suma importancia tomarlo en consideración para entender su postura ante la independencia nacional dominicana y, muy especialmente, sus pretensiones tras la proclamación de la misma, pues datos fidedignos confirman que cuando llegó a Lima el ejército liberador triunfante, el Padre Gaspar emigró en la misma cohorte del entonces Virrey José Ruperto de la Serna y las tropas españolas que evacuaron Lima.
Sirvió como capellán al servicio del ejército español, desde Jauja( Junín) hasta la decisiva batalla de Ayacucho (9 diciembre 1824). Si siguió o no la misma ruta de los soldados peninsulares que en el vapor “Pezuela” zarparon desde Arequipa a Cádiz el 2 de enero de 1825, es algo que los datos históricos existentes no permiten precisar, aunque sí consta que no abandonó nunca su congregación a pesar de vivir fuera de sus recintos.
Consta que hacía febrero de 1830 llegó a Puerto Rico. Como obispo de San Juan se encontraba entonces su amigo don Pedro Gutiérrez de Cos, que era limeño y que antes había ejercido el ministerio episcopal en Huamanga o Ayacucho (Perú).
En San Juan se había fundado el Colegio Seminario Sal Ildefonso y allí sirvió por tres años el Padre Gaspar como profesor de matemáticas y filosofía, desde el 4 de julio de 1832 hasta mediados de 1834, prestando además sus servicios sacerdotales en una de las 11 parroquias que conformaban aquella diócesis, entonces sufragánea del arzobispado de Santo Domingo.
El obispo Gutiérrez de Cos expiró el 9 de mayo de 1833. El Padre Gaspar pronunciaría la oración fúnebre en los funerales solemnes organizados en la ocasión en la Catedral de San Juan.
Nada está claro respecto a lo que hizo el Padre Gaspar en Puerto Rico entre 1834 y 1839. Es a mediados de junio de 1839 cuando vía San Thomas llega a Santo Domingo.
Su primer trabajo pastoral en la ciudad de Santo Domingo a partir del 22 de julio de 1839 fue el curato de San Carlos extramuros (1839-1843), que alternaría con el cargo de cura del Sagrario de la Catedral (1841-1843). Posteriormente y antes de su regreso a San Carlos (1852-1855), sería sucesivamente párroco interino de La Vega (9 octubre 1848-1º mayo 1849), Santa Bárbara (5 abril-16 agosto 1851), y Azua (1851-1852).
3.- El padre Gaspar Hernández y su influencia en Duarte y los trinitarios
Como expresara Emilio Rodríguez Demorizi “Bastaba ser maestro, en aquellos días de ominosa oscuridad, para ser patriota. Y como la juventud de Santo Domingo formaba la legión de los nuevos patricios, ya encabezada por Juan Pablo Duarte, he aquí que éstos y el padre Gaspar Hernández hubieron de empeñarse en la misma empresa,desde la doctrinaria enseñanza de Filosofía, que era su disciplina predilecta”.
Rosa Duarte, la hermana del Patricio, consignaría en su diario detalles importantes en torno a la labor educativa del Padre Gaspar Hernández y su incidencia en los jóvenes trinitarios.
Conforme su versión, ya antes del terremoto del 7 de mayo de 1842, el Padre Hernández impartía diariamente una clase de Filosofía en la cual tenía como alumnos a Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez, Juan Isidro Pérez y Pedro Alejandrino Pina, entre otros.
Todo apunta a indicar que las mismas las inició en el ábside de la iglesia de San Carlos, donde era párroco el Padre Gaspar, en “un buhío, detrás del camarín de la Iglesia, esquina con el callejón de la noria” y que continuó la misma en la sacristía de la iglesia de Regina Angelorum cuando de San Carlos fue trasladado a la Iglesia Catedral en reemplazo del P. Francisco Roca Castañer.
Por la hermana del patricio, se sabe que cada mañana se reunían los jóvenes cada cuatro horas a escuchar las enseñanzas del Padre Gaspar, dejando además constancia de que aquella reunión a la que su hermano y sus compañeros de ideales asistían semejaba más “una junta revolucionaria que clase de estudios filosóficos”.
También José María Serra en sus “Apuntes para la historia de los Trinitarios”, escrita en Puerto Rico en 1887, consignó una interesante descripción del Padre Gaspar Hernández al afirmar que era bajo de estatura, ágil y vivaz en sus movimientos y en lo que respecta a su personalidad “su trato dulce y simpático, su franqueza y su jovialidad, le captaron muy pronto el aprecio del pueblo, que acudía diligente a oír su palabra fácil e instructiva y en cuyo ejercicio era infatigable”.
Consignaría, además, que no tenía a su favor todas las condiciones requeridas para destacar en el arte de la oratoria, pues tenía un metal de voz “agudo y desapacible”.
4.- El P. Gaspar Hernández luchó por nuestra independencia pero no era republicano
Una corriente destacada de importantes historiadores dominicanos se han encargado de procurar situar en su verdadera dimensión el papel jugado por el P. Gaspar Hernández en la gestación de la República, con el propósito de ajustarlo a sus verdaderas proporciones.
A este respecto merecen destacarse, entre otros, a Félix Pérez Sánchez, Máximo Coiscou Henríquez, Emilio Rodríguez Demorizi y el historiador jesuita P. José Luis Sáez, entre otros.
Conforme la apreciación de Rodríguez Demorizi, en artículo publicado en mayo de 1940 “no en el grado que tendenciosamente se le quiere atribuir, pero sí es indiscutible la participación intelectual del Pbro. Gaspar Hernández en la labor preparatoria de la Separación”.
En opinión del Padre José Luis Sáez, de las clases de filosofía impartida por el Padre Gaspar Hernández a Duarte y los trinitarios, provino la categoría de“ “prohombre de la separación” o “inspirado apóstol de las ideas redentoras de nuestro pueblo” que le adjudicó la historia romántica del siglo XX”.
¿Por qué estas prudentes reservas de los destacados historiadores precitados en cuanto al verdadero alcance del papel jugado por la historiografía tradicional y su tendencia a exagerar el papel del P. Gaspar Hernández en nuestro proceso independentista?
Porque a decir verdad, y a diferencia de lo que era el verdadero proyecto duartiano, de la separación definitiva de los haitianos y de la instauración de una república libre e independiente, el verdadero y fundamental propósito del Padre Gaspar Hernández fue el de que, ciertamente, nos liberáramos de los haitianos pero con el propósito de que, a su vez e inmediatamente, volviéramos a ser colonia de España.
Así le escribe a Baltasar Morcelo desde Curazao, donde había sido desterrado por primera vez, tras conocerse la noticia de la proclamación de la República: “Te felicito a ti y a todos los dominicanos por haber sacudido el yugo de los mañeses-cocolos, abrigando la esperanza de que, como ustedes no han sido nunca ingratos con su madre patria, pronto aclamarán a ella”.
Unos años después, también desde Curazao, publicó un folleto sumamente interesante y casi desconocido titulado “Derecho y prerrogativa del Papa y de la Iglesia, o sea una breve impugnación de los cuatro artículos de la Asamblea del clero galicano de 1682”.
En el mismo, conforme consignara Rodríguez Demorizi, llegó a afimar “de estas plagas (las reacciones políticas) están libres los Gobiernos monárquicos absolutos o moderados, los que aseguran garantías y no los democráticos de la América española, que prometen mucho y nada cumplen; al contrario: destruyen libertades y derechos sociales. Estos defectos son notorios”
De lo antes expresado, queda más que evidenciado que si bien es cierto que en medio de la escaza o ninguna instrucción de aquellos días, fue digna de reconocimiento la labor educativa del P. Gaspar Hernández en Duarte y sus compañeros, un análisis histórico riguroso de su pensamiento y convicciones políticas no conduce a concluir que sus ideas guardaran gran semejanza con las planteadas por Duarte.
Para Duarte y los verdaderos trinitarios, contrario a lo que pensaba y propuso el Padre Gaspar Hernández, preservar a toda costa la autodeterminación de la Repùblica naciente fue una convicción política innegociable hasta su último aliento. En esto hubo una diferencia radical e irreconciliable entre lo que pensaba el discípulo y pensaba el maestro.
Todo apunta, pues, a concluir que, más bien, fue la defensa de los derechos de la iglesia, conculcados por Boyer y su animadversión hacia los ocupantes, lo que motivó en el Padre Gaspar Hernández su coyuntural prédica independentista.
Así lo consideró Don Emilio Rodríguez Demorizi al afimar : “En los principios monárquicos del Padre Gaspar Hernández y en su firme adhesión a la fe religiosa de que era ardiente defensor, hay que buscar la causa de sus prédicas contra los dominadores a quienes condenaba como indignos fieles de Jesucristo”.
Y es por esto, que no se precisa de extremar la agudeza del raciocinio histórico para sospechar de la solemnidad y pompa con que, más allá de los naturales merecimientos, se propuso Trujillo homenajear al P. Gaspar Hernández en febrero de 1945.
En la misiva no. 29754, de fecha 31 de diciembre de 1944, que dirigiera al entonces presidente del Senado comunicaba Trujillo que por iniciativa suya, el gobierno nacional había decidido erigir en la Plaza del Carmen, frente a la casa donde fue fundada la sociedad secreta “ La Trinitaria” una estatua sedente, vaciada en bronce, del Padre Gaspar Hernández”, a quien conceptuaba como “notable figura que desempeñó un papel eminente en la fase preparatoria de la Independencia Nacional y contribuyó a hacer posible aquella gesta hazañosa”.
Y para ampliar las motivaciones que le condujeron a la decisión precitada, destacaba, y he aquí a nuestro modesto criterio, donde es preciso buscar la razón última del homenaje, que: “…el Presbítero Gaspar Hernández, eminente sacerdote nacido en suelo peruano, merece el homenaje que a va a serle tributado no sólo porque fue en nuestro país un educador insigne que mantuvo encendida en medio de las tinieblas de una servidumbre ignominiosa, la antorcha de la escuela, sino también porque fue uno de los más valientes y decididos defensores que tuvo en aquella época la causa de los que aspiraban a que el país subsistiera como colectividad de origen español y como nación civilizada”.
Para otra entrega de esta columna quedará pendiente referirnos a los destierros políticos del P. Gaspar Hernández, su enemistad con Santana, su papel como legislador, su inquina con prominentes figuras de la época lo mismo que al incierto destino de sus restos, tras su muerte en Curazao en 1858, de los que hoy no existe definitiva certeza.