Más allá de su envidiable biodiversidad, el espectacular panorama, las apetecibles minas de bauxita y tierras raras, el ramillete de playas encantadoras y la oferta de pescados y mariscos lejos de la contaminación, esta provincia del extremo sudoeste del territorio nacional tiene otra riqueza: su oralidad.

El hablar cotidiano allí contiene expresiones propias o adoptadas que el turista y los visitantes en general deberían conocer, si aspiran a un intercambio intercultural y a la comunicación efectiva con los locales en el marco de la construcción del destino de turismo planteado por el Gobierno como sostenible.

Y como las familias fundadoras a partir de 1927 provienen principalmente de Duvergé, el “cantaíto” en la verbalización de las frases es casi automático y más acentuado.

“Estoy timbí”, “estoy jarto como una chincha”. Expresión muy  común en Pedernales. El emisor casi siempre suelta la expresión sobándose la “biyoya” (barriga o panza). Suele reaccionar así luego de comer de manera desproporcionada algún alimento que le resulta sabroso (cerdo cimarrón horneado o guisado, chivo cimarrón, pescados). Quiere seguir, pero no puede más.

¡Echaaa, él! Muy usual en el nivel de lengua vulgar, que no soez. Una forma de halagar a alguien, pero, a veces, dependiendo del contexto, también para ironizar sobre la arrogancia exhibida por una persona.

“Eso es chimburria”. Pedernales es una provincia costera caribeña y tiene historia de pesca, aunque sin una industria conforme los parámetros de estos tiempos. Para el pedernalense, “pescado es pescado”. Nada de hablarle de “titilitos” o chimburria; es decir, los peces pequeños que solo son considerados útiles para nuevas carnadas durante el proceso de pesca. O para venderlos a los haitianos porque sí demandan estos productos.

“Vamo a zancajear”, ir por ahí sin rumbo fijo.

“Te doy una pela que muda el cuero”, dar duro con una correa o una “vara picante”.

Si la persona que reprocha se incomoda, es probable que le brote un ¡Coojollo! Es una expresión que sustituye al coño.

“Tú eres candil de la calle y oscuridad de su casa”, muy condescendiente con la persona externa a la familia, pero muy displicente con los suyos.

“Vamos a tajuliar por ahí”. Ir a andar sin rumbo fijo.

¡Ma lejo que el carai! ¡Ma lejo que el carajo! ¡Ma lejo que er diablo! Es la manera de expresar que el lugar al que usted iría queda a mucha distancia. También se usa el ¡Uuuuuuuh!

Si usted dialoga con un montero o cazador de cerdos y chivos cimarrones en los parques nacionales Baoruco y Jaragua, en cualquier momento de la conversación él le contará alguna historia sobre el “valete”.

El barraco, o sea, el cerdo adulto (150 libras) defiende su territorio y ataca con sus filosos colmillos cuando percibe el peligro. Lo primero que hacer huir para escapar de la persecución de los perros de caza “chubados” por su amo (los cazadores).

Cuando llega a un lugar que, por instinto, siente apropiado para su defensa, rápidamente corta ramas de árboles y las junta creando una enredadera, un especie de trampa para los perros, mientras él se arrincona de espaldas a peñascos o cualquier barrera que le sirva para proteger su parte débil: los testículos.

Antes de su huida deja como distracción un “valete”. En Pedernales dirían, a un pendejo de carnada. Es decir, el barraco deja a un jovencito de la camada, “un marranito” (30 libras), de modo tal que, al encontrarlo en el camino, los perros se distraigan sacrificándolo mientras él se pone a buen resguardo.

El montero también le hablará de las “pachangas”, el calzado de goma rústico y liviano, que usan para facilitarse la movilidad en los escarpados caminos de la Sierra  y en las múcaras del Jaragua.

Frank Ciriaca era chófer del pueblo. Vive en la capital, pero una frase suya quedó en el habla popular de Pedernales. Para desligarse de alguna historia que le contaran, él reaccionaba de manea enfática: “Son tus problemas”. Desde entonces, en cualquier debate de corrillo de adultos, la expresión sale de manera natural con la correspondiente atribución de la fuente bien resaltada: ¡Son tus problemas! Frank Siriaca.

Hilarante resulta la de la vieja Porfiria. Era apasionada del baile y de los tragos. Una noche estaba en una fiesta, bailaba el merengue El Papelón. “A que no me quema, el papelón; a que no me quema, el papelón”. De pronto llegó alguien para informarle que un fuego arrasaba su casita de madera y zinc.

Una persona irrumpió en la fiesta y le gritaba: ¡Porfiria, Porfiria, tu casita se está quemando”. Y ella respondió, mientras seguía bailando sudorosa: ¡Qué casita ni qué casa, Porfiria está bailando el papelón!

Hace décadas que ella murió, pero su frase brota en discusiones en las que una persona, en broma y en serio, quiere que “no me jodan con esa vaina” para seguir tranquila en su tarea.

“Pero ven acá y quédate ahí”. Surge en una conversación cuando se requiere que el interlocutor se enfoque en la atención a la idea que le enfatizará el emisor.

¡Exactamente, dijo Habana! En referencia a una expresión muy común de un oficial militar fortachón que vivió y creó familia en Pedernales.

“Como le dije”, común en cada frase de la conversación de Miguelito Sena.

¡Mentira son, Bolívar Suárez! No se sorprenda si en medio de una discusión un pedernalense le sorprende con esta vieja frase para negar su argumento. Era el mismo Bolívar Suárez quien la refería para rechazar el planteamiento del otro.

El pintoresco viejo Barraco, peleado con la esposa se marchó una vez y dejó de proveer alimentos al hogar. Al regreso, le reprocharon sobre las carencias, y él respondió con su humor natural: “¿Hago falta, o no hago falta?”

Calú, esposo de la emprendedora Tatá e hijo de uno de los primeros pobladores de la comarca, Genaro Pérez Rocha, vivía justo frente al parque central. Acomodado al fin, era uno de los que recibían los periódicos y los leía con fruición. Luego pasaba a sentarse con jóvenes en el parque a buscar discusión sobre los temas políticos leídos. Discutía con pasión; si no le hacían caso, hablaba solo mientras el círculo le miraba. En su apasionamiento siempre terminaba cada tema con un ronco ¡Aaaaaah!

“Jarto y con ma pa guardá”. Suele expresarse después de comer mucho algún alimento y, al no poder más en vista del hartazgo, la reserva para más tarde.

“Más viejo que Milagrito la Pasita”. En referencia a un hombre menudo hijo de la La Pasita, parte de una de las primeras familias del pueblo. A Milagrito le atribuían infinitos años.

El barrio Inés, construido para damnificados del poderoso huracán Inés del 29 de septiembre de 1966, suena a menudo en los chistes pedernalenses. “¿Este muchacho será de Barrio Inés, que le gusta tanto estar brechando? Dicen que la gente de allí sentía pasión por estar mirando por las persianas entreabiertas.

El viejo Cayán tenía la suya cuando “analizaba” la situación mundial. Él jamás ha salido de la boca de muchos pedernalenses de la época. Planteaba: “Se va a armar la Tercera Guerra Mundial. El problema es que entonces se meten los americanos, se meten los rusianos, y si se meten los rusianos, entonces se meten los chineanos”.

Detrás de las formalidades hay otro Pedernales, el de la cotidianidad, con sus propios colores.