El doctorado es el más alto título académico que otorgan las universidades en cualquier parte del mundo. Es un título de nivel de postgrado cuya obtención se obtiene después de entre tres y cinco años de estudios e investigación, normalmente cuatro. Dependiendo del marco regulatorio se accede al nivel de doctorado después de cursar estudios universitarios de grado (o pregrado) y de postgrado (normalmente una maestría académica orientada a la investigación que suele durar dos años (master of science en el sistema anglosajón), además de cumplir otros requisitos en competencia lingüística y manejo básico de una segunda lengua, habitualmente el inglés.  En Europa a raíz de la última fase del proceso de Bolonia, es posible acceder con estudios de master oficial, a aquellos programas que pasan por proceso de control y verificación pública, que pueden ser inferior a los dos años pero no así con las titulaciones propias, equivalentes en algunos casos a las maestrías de orientación profesional, que incluye a los denominados MBA. Dependiendo del sistema y del marco regulatorio, el doctorado académico se corresponde con el “doctor of philosophy” abreviado PhD o DPhil y su propósito es el desarrollo de competencias avanzadas para la producción de conocimiento, que se puede eventualmente aprovechar de distintas maneras y que enriquecen el stock global de conocimiento de una sociedad.   En otras palabras, el doctorado es un entrenamiento de postgrado que persigue desarrollar elevadas competencias profesionales en materia de investigación.

Existen otras denominaciones equivalentes al doctorado académico como el Doctor en Administración de Negocios (DBA) o el Doctorado en Educación (Ed.D), que se corresponden en equivalencia de título pero no en el enfoque en materia de investigación y producción de conocimiento. En los doctorados de orientación profesional como los indicados su fin es enfocarse en el liderazgo y en la gestión basados en el uso avanzado de insumos de conocimiento.  Ahora bien, usted puede seleccionar entre un Ed.D o un PhD en Educación o entre DBA y un PhD en negocios, pero para ello es importante que conozca la diferencia.

Existe otra gama de títulos de doctorado que no se corresponden con el nivel de postgrado como los títulos que emiten algunos países, incluida la República Dominicana, en el ámbito del derecho o en ciencias de la salud como la medicina, como nuestros doctorados de grado en derecho y medicina, que a nivel internacional equivalen a lo que les corresponde: al nivel de grado al igual que una licenciatura o una ingeniería.  En ningún caso el título de grado de doctor en derecho o en medicina equivale a un doctorado académico de postgrado.

En el caso dominicano el Reglamento de Postgrado Vigente desde 2008, hace una distinción correcta entre el nivel de doctorado y el nivel de maestría, así como de los requisitos de acceso.

Ahora bien, la oferta del doctorado académico en el sistema de universidades es otra cosa. ¿Cuáles y qué tipo de universidades o instituciones de educación superior pueden ofertar el nivel de doctorado? En principio en el caso dominicano cualquier universidad facultada como tal puede ofrecerlo y es ahí en donde comienzan a complicarse las cosas.

Concretamente desde el año 2000, la oferta de maestrías en nuestro sistema de reprodujo a ritmo casi exponencial.  Se ofertaron programas de maestrías por todos lados en muchos casos de cuestionable calidad.  Debido a los procesos de transformación productiva de finales de los 90s y de apertura económica, así como por la entrada en vigor de la Ley 139-01 sobre educación superior, ciencia y tecnología que demandó nivel de maestría a los profesores universitarios, el mercado laboral comenzó a demandar especialistas.  Con los años y la saturación combinados con fallas de regulación e incentivos limitados a la calidad, el mismo mercado comenzó a devaluar la calidad de la oferta formativa en el nivel de maestría.

En economía se habla de la función de retornos mincerianos, que básicamente es una ecuación de regresión desarrollada por Jacob Mincer (1922-2006), que permite estimar el nivel de ingresos en función de los años de escolaridad y experiencia. Para el caso dominicano un estudio de 2017 del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) [*],  permite explicar de forma importante el auge de la oferta formativa de la educación superior desde el año 2000 en nuestro país.    En resumen, el estudio indica que un año adicional de educación universitaria en el mercado laboral dominicano genera un retorno que puede ser ocho veces mayor que el genera un año adicional de educación primaria o secundaria. Dicho de otra manera, el retorno medio de ingresos por hora de trabajo de un año adicional de educación primara es del 2.3%, el de educación secundaria es del 4.3% y el de la educación superior es del 18.6%.  Estos niveles de retorno indican con claridad que la educación superior sigue siendo una buena apuesta para la movilidad social, pero también se creó un mercado de títulos universitarios de cuestionable calidad, que tiene como co-relato un hecho complejo resaltado en el referido estudio: que la tasa de retorno tiende la baja a pesar de los retornos significativos de cada año de y en particular de la educación universitaria.

De acuerdo con el estudio del BID la tendencia a la baja puede estar relacionada con la forma convexa de la función de ingresos que indica tasas diferenciadas, lo que también puede ser una señal temprana del riesgo de la devaluación de la educación superior, un fenómeno de alta complejidad y cuyo análisis está fuera del alcance de este artículo.  Aunque hacen falta estudios complementarios, una cuestión asociada es que el mercado dominicano parece dar indicaciones de diferenciación por la procedencia del título universitario lo que se traduce en las preferencias de las empresas por el tipo de institución de procedencia del joven profesional y por los tipos y campos de las titulaciones que se ofertan. Un análisis detallado de las tasas diferenciadas de empleabilidad de las distintas universidades sería de utilidad para comenzar a esclarecer este punto.

¿Cómo conecta todo esto con el nivel de doctorado? Un primer punto es alertar sobre el riesgo de devaluación de la titulación de doctorado como en cierto modo, ha ocurrido con el nivel de maestría. Dicho de otra forma y simplificando el análisis: hace cuatro décadas para ciertas labores técnicas o administrativas básicas el mercado laboral podía dar acceso con el título de bachiller y con ello recibir un entrenamiento básico de operario, por ejemplo, en una empresa de zona franca.  El título de grado universitario (ingeniero o licenciado), era requerido para labores de mayor nivel de complejidad y especialización.  En la actualidad se tiende a preferir un título de maestría para labor que hacía un buen ingeniero o administrador de empresa, con la consecuencia de que no es descabellado encontrar una asistente ejecutiva en un punto de acceso de una empresa o una institución pública con nivel de maestría.

El riesgo de que se masifique el doctorado en este nuestro querido país es real. ¿llegará el momento en qué veremos un “doctor” haciendo labores que perfectamente puede llevar a cabo un profesional de grado bien formado o con una maestría de calidad?  Creo que es posible si no se toman seriamente medidas de control estrictas que regulen y pongan condiciones para que cualquier universidad lo piense muy bien antes de pretender presentar un programa de doctorado. El mercado está ahí y los profesionales dominicanos querrán formarse con la idea de que esa forma se incrementa su nivel de ingreso. Eso debe regularse entendiendo muy bien cuál es la finalidad del nivel de doctorado. A mis alumnos de doctorado lo primero que les pregunto es ¿por qué están interesados en cursar un doctorado? Lo que suelo encontrar como respuesta es mucha desorientación y eso preocupa.

Recuerdo hace unos años de visita en el Rochester Institute of Technology (RIT), en el estado de Nueva York, una universidad fundada inicialmente en 1829. Ese año de mi visita, en 2008, el RIT inició su programa de doctorado en ingenierías luego de un largo proceso de adecuación y transformación organizacional.  Con esto no quiero decir que haya que esperar 100 años para ofertar el nivel de doctorado, pero antes de eso, cualquier universidad debe dar cuenta de una serie de condiciones mínimas que la habiliten para ello, como una producción científica consistente a lo largo del tiempo con las áreas en la que piensa incurrir en el nivel de doctorado. ¿Cuál es el nivel de su producción científica? ¿Cuántos grupos de investigación activos mantiene la universidad? ¿Cuál es la intensidad investigadora de la institución? A nivel federal, aunque no es obligatorio, pero si deseable, las universidades que ofertan programas de doctorados son las universidades que se “clasifican” como universidades de investigación, usualmente R1, R2 o R3 (es decir research 1, 2 ó 3 en función de la intensidad investigadora).

En el caso dominicano y en donde, de acuerdo con los rankings internacionales, no más de cuatro universidades se consideran de intensidad moderada de investigación, una buena práctica que debe auparse y estimularse y de la que tuve la oportunidad de ser parte, son los doctorados interinstitucionales.   Tuve la oportunidad hace unos años de apoyar el lanzamiento del primer doctorado interuniversitario dominicano en el ámbito de las matemáticas, bajo el auspicio del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCTYT). Ese programa cuenta la participación de INTEC, de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) y la UASD. Las he señalado en orden alfabético.  Estas tres universidades dan cuenta del grueso de la producción científica en matemática aplicada, matemática básica y matemática educativa en nuestro país. Cuentan con una trayectoria de investigación verificable, con claustros de doctores estables, grupos de investigación y estructuras de apoyo a la investigación, sin las cuales el doctorado sería una fantasía y como mucho una ilusión.  Aun en el caso de las universidades dominicanas de cierta intensidad investigadora, su nivel de producción sigue siendo muy bajo si se comparan en el contexto regional, lo que indica que aún está todo por hacerse a este respecto.

Mi argumento a favor de los doctorados interuniversitario de entonces es  el mismo de ahora y se basaba en mi propia experiencia:  si en los Estados Unidos y Europa las grandes universidades suman capacidades en materia de investigación para la oferta conjunta del nivel de doctorado, con la tradición y recursos que poseen, lo sensato es que en dominicana ocurra lo mismo, independientemente de que una universidad tenga condiciones propias para un determinado ámbito de promoción del nivel de doctorado.  Una experiencia regional que recomiendo es la evolución del doctorado en países como Colombia y Chile, que pasaron por experiencias de aprendizaje equiparables hasta cierto punto a lo que ocurre en dominicana. Para avanzar el doctorado se deben consolidar las facilidades e infraestructuras de investigación, la financiación estable y las universidades deben profesionalizarse a nivel académico y como parte de ello, deben estar dispuestas a contratar y pagar un doctor como mínimamente correspondería para un país de renta media como lo es dominicana, de lo contrario es posible que en lugar de propiciar el avance del doctorado se genere en lo que en economía se conoce como ciclo perverso en donde  el resultado más probable sería la devaluación.   Como parte de una agenda de políticas públicas, se debe además procurar que las empresas demanden y requieran un mayor nivel de sofisticación de sus procesos y articular un sistema de innovación que apuntale las políticas de desarrollo y transformación productiva.  El doctorado como parte de su articulación y como efecto de la dinámica de producción de conocimiento, permite la construcción de capacidades científico-tecnológicas que mejoran drásticamente la capacidad de absorción de la economía para procesos de innovación lo que debe ser muy bien entendido.  Pero ese es otro tema.

Lo más claro es que los sistemas educativos están interconectados en todos sus niveles y que la agenda educativa de un país está inextricablemente ligada a su agenda de desarrollo y por extensión, a su agenda en materia de ciencia e innovación.  Esto requieren visión y compromiso de mediano y largo plazo, lo que suele ser lo más difícil. Una manera de mejorar el panorama futuro de la educación dominicana y de detener la tendencia a la baja de sus niveles de retorno en materia de ingreso, es la apuesta total a la calidad.  Desde las condiciones estrictas de acceso que debe tener un futuro profesor de los niveles inicial y básico hasta las condiciones en las que desarrolla su trabajo. Esto no puede ser negociado bajo ningún pretexto.  Del mismo modo las competencias de salida de los alumnos en pensamiento crítico, comunicación, lenguaje, pensamiento matemático y simbólico deben redefinirse totalmente. El grado asociado o técnico superior es parte de ese mix o mezcla de políticas, que en materia de formación debe redefinirse y potenciarse en términos sociales y sin dudas puede ser una salida para determinados sectores productivos que necesitan una respuesta más efectiva en cuanto a la calidad del capital humano.

Para concluir el nivel de postgrado tiene que ser gestionado con políticas y mecanismos que incentiven la calidad. El nivel de doctorado depende fundamentalmente de la investigación y no a la inversa. El doctorado NO es una oferta académica, es el resultado del ciclo virtuoso que surge de la articulación de programas y líneas de investigación activos, con grupos de investigación, doctores haciendo vida académica, financiación y recursos de apoyo a la investigación.  En el país se están consolidando poco a poco algunas experiencias alentadoras, que requieren apoyo para su pleno desarrollo, como los casos del INTEC, PUCMM y la UASD.  Por esa razón con el doctorado debemos ser extremadamente cautos y vigilantes, para no repetir lo que ocurrió en su momento con el nivel de maestría.

Por consiguiente, el doctorado debe desarrollarse de forma gradual y comenzar por las universidades que ya estén en una trayectoria de consolidación de su cultura científica y que poseen las condiciones mínimas a nivel de políticas internas, recursos y servicios de apoyo a la investigación. Se debe entender que aún en los Estados Unidos las universidades R1, R2 o R3 son un muy pequeño porcentaje del sistema.  Esto va más allá del populismo universitario ya que las consecuencias de no hacerlo bien serían muy serias.  El MESCYT debe recibir todo el apoyo posible para que asegure al país un sano desarrollo del nivel de doctorado con base en las mejores prácticas internacionales y con un enfoque fuerte de regulación y articulación con la investigación.

[*]Parodi, Sandro; Ramírez, Indhira; Thompson, Jannelle. (2017). Tasas de Retorno de la Inversión en Educación en República Dominicana 2000-2015. Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Washington, D.C.