En la tradición cristiana el 25 de diciembre se escogió como el día del nacimiento del niño divino llamado Emmanuel cuyo significado es “Dios con nosotros”. Es un día en el que los villancicos se escuchan por doquier y llegan de golpe como parte de la memoria infantil. Bellos recuerdos, cuando mi padre nos despertaba con los regalos del niño Jesús y nos cantaba el Fum Fum, Fum desde que salía el sol.
Y todos mis hermanos atontados, por el despertar salían disparados y mi padre decía claramente hoy ha nacido el elegido, el que trae con su principio, la luz. Los olores de las azucenas y los regalos envuelven mi memoria con alegría y me hacen meditar hoy sobre el significado del arquetipo del niño divino desde el punto de vista del psicoanálisis y de la filosofía occidental.
En diferentes culturas se ha destacado la historia de un nacimiento al igual como se cuenta en la tradición del cristianismo. Los casos son conocidos como el nacimiento del niño Krisna, el héroe griego Heracles y el dios egipcio Horus, la historia de Mosha, entre otros. Todos estos niños encarnan los comienzos en la forma más arcaica o inconsciente. Es por eso que se considera un universal de la psiquis humana. Según Jung en un arquetipo universal que nos recuerda los estadios prístinos de la cultura.
Esta representación viene de la psiquis. Y como muestran las iconografías de diferente cultura. El niño nace en condiciones de pobreza y de persecución, porque es un elegido. Y los seres pulsionales que hoy llamamos el mal, trata de que no se produzca el nacimiento. De ahí su condición arquetípica de héroe divino.
Como todo lo que viene de la psiquis es una fuerza cargada de símbolos del lenguaje. Y representa un estadio muy antiguo donde no se puede establecer la distinción entre el sujeto y el objeto, porque está encuadrada con la no alternativa, ya que se expresa en lo oscuro, pulsional, lo fisiológico, lo indiferenciado y lo primitivo del inconsciente. Las distinciones no están separadas en el niño.
En la mitología antigua todos los dioses eran bisexual y encarnaban la no separación. Esa distinción de los dioses bisexuales o hermafroditas de la antigüedad hacen referencia a un estadio de cosmogonía donde todo está fusionado y nada separado.
En la fenomenología, la expresión de autorrealización de nuestra humanidad se expresa en la conciencia, porque sólo ella, muestra la fuerza invencible de elegir, de distinguir entre sujeto y objeto, de poder observar la realidad y obtener el conocimiento del que tanto discutimos en epistemología. Para construir una identidad estamos amarrados a un lenguaje doblemente articulado. La aparición de la tópica del yo, es lo que distingue en modo creciente la fantasía, los sueños, la audacia de crear los contenidos simbólicos con que se expresa la cultura. No obstante, el niño representa eso que une el inconsciente y la conciencia en su temprana unidad.
En occidente se resignificó el concepto de hombre universal, a través de la alegoría del niño Emmanuel. Ese patrón de nacer y crecer marcó la idea del progreso. En la teología es la potencialidad que por orden divino crecerá para la liberación. De lo pequeño emerge lo nuevo. Y fue en ese lenguaje de símbolos que se trató de dar explicación a la madrugada de la creación o de la cultura.
En el marco arquetípico el niño héroe o divino es la encarnación temprana de la cultura que se personifica con el nacimiento. Es lo que da paso a un lenguaje simbólico base de la cultura. Es la primavera de la vida, lo que contiene la esperanza, los principios, el camino que personificará el cambio de lo preconsciente hasta la formación de la conciencia.
El niño es ese estado de singularidad que representa las raíces del sí mismo, es la semilla contenida dónde están apaciguadas la lucha de lo opuesto, porque no hay elección, ya por eso la pérdida de la inocencia está figurada con elegir comer o no comer del fruto del árbol del bien o el mal, o lo que es lo mismo, la capacidad de pensarse por medio de un lenguaje simbólico y establecer la diferencia entre sí mismos y el otro. En esa aurora de la vida, hay una proyección al ser, a lo que constituye el otro que miramos y que por el lenguaje nombramos.
Por tal razón, las explicaciones culturales acerca del niño divino se constituyen en un lenguaje universal, porque dan cuenta de ese período psicológico preconsciente. Es un lenguaje cargado de símbolos que explica la anticipación de lo que seremos en el futuro como totalidad humana. Para mi padre, la encarnación de la luz, fue lo mismo que dijeron los ilustrados para definirse a sí mismo en su proyectos de ideas nuevas que desarrollaron la modernidad.
Los modernos se querían alejar de la teología, por eso establecen que sólo la razón mediada por la conciencia era la base del progreso y de la madurez. Pero usaron la misma simbología del cristianismo, por ejemplo la luz. La potencialidad de la luz en su metafísica es un estadio de madurez. En el cristianismo, el niño divino encarna la luz en crecimiento. Los modernos no usaron al niño, pero su idea de lo pequeño a lo más desarrollado establecía el mismo parámetro, solo que con la razón. La capacidad de la humanidad de concebir la racionalidad, la observación y la experimentación eran el camino para llegar al conocimiento. Por tanto, la conciencia, estaba situada en el “yo” y solo esto es válido para ser el centro para la madurez. Por eso Kant definió la ilustración, como la salida del hombre de su inmadurez.
El divino niño es una adoración universal porque nos recuerda el patrón universal de la inmadurez pero con la potencialidad de las palabras, las cuales conformarán la cultura y con ello la humanidad. El divino niño está en la conciencia de todos y todas porque recuerda la posibilidad de ser la maravilla sobrenatural que resiste a las tempestades de la vida.