A raíz de la pandemia de la COVID-19, y ante las explicaciones primarias en torno a su aparición a nivel global, muchos se aferraron a utilizar un mecanismo de defensa -la negación- como anclaje emocional para aminorar la incertidumbre, el desconocimiento, el dolor  y las consecuencias mortales de esta epidemia.

El negacionismo  no distingue estatus educativo, social o económico,   como escepticismo es un rechazo emocional e irracional  para evadir la realidad casi siempre de manera dogmática; frecuentemente motivado por ideologías, fanatismos,  falsas creencias, intereses  o  prejuicios en contraposición a hipótesis e investigaciones científicas.  De acuerdo al autor Paul O’Shea, "es el rechazo a aceptar una realidad empíricamente verificable. Es en esencia un acto irracional que retiene la validación de una experiencia o evidencia histórica".

Podemos hablar de negacionismos que datan desde el siglo  VI a.c,  desde el rechazo  a la posibilidad de que la tierra fuera esférica, hasta los partidarios escolásticos  opuestos encarnizadamente  a Galileo Galilei por su teoría heliocéntrica; quienes  consintieron   en que  la Inquisición realizara un seguimiento y control  a sus actividades  científicas. De esta misma forma la teoría de la evolución de las especies   de Charles Darwin  supuso un auténtico rompimiento con los paradigmas existentes sobre la creación del planeta, las ideologías y la ciencia de esa época.

Lo mismo sigue ocurriendo  desde el siglo XX hasta nuestros días, con los movimientos negacionistas del cambio climático, del VIH, los antivacunas, los negacionistas del holocausto, los negacionistas de las dictaduras de derecha e izquierda y sus consecuentes genocidios,  los progres y la ideología de género  con la explicacion  radical de la construcción cultural de los sexos hombre y mujer;  son  algunos de los ejemplos que podemos citar en este tipo de actitudes anticientificas y antirealidad.

Para  los investigadores de la psicología y las ciencias sociales;  la necesidad de pertenencia, la rebeldía, el carácter mesiánico,  la negación del inconsciente reprimido como mecanismo de defensa por causa de eventos traumáticos, el comportamiento radicalizado,  la incredulidad hacia los  políticos, las  instituciones y los medios  de comunicacion, el adoctrinamiento, la  inadecuada  gestión emocional ante la incertidumbre asi como  el efecto Dunning-Krueger (sesgo cognitivo por el cual las personas con bajos conocimientos y habilidades  en una tarea se sobreestiman),   son algunos de los aspectos que surgen como las  principales raíces del negacionismo.

Si bien  el negacionismo  por sí solo no es destructivo, basta para  que tengamos una exposición  frecuente al mismo como describió el psicólogo social Robert Zajonc en su teoría de la mera exposición,  para que nuestras actitudes y conductas  puedan ser modificadas, y esto puede suceder si se vuelve  viral a través de la difusión de noticias falsas  por medio  de las redes sociales  o  el internet. De este modo, la divulgación de la desinformación puede provocar un condicionamiento de  comportamientos negacionistas,  dándoles un significado trascendental a creencias y supersticiones,  ya que al familiarizarnos con ellas estas pueden impulsar cambios significativos en nuestro comportamiento social.

Para Roberto Barbeito " los negacionistas tienen una actitud mental muy religiosa, aunque sean agnósticos, porque no se basan tanto en pruebas contrastadas, sino en convicciones íntimas, en la fe, ajena a cualquier evidencia, y que se refuerza cuando descubren la misma fe y convicción de ellos en otras personas".

Es difícil convencer a un negacionista de su error, sobre todo cuando las creencias se convierten en supersticiones, fanatismos, prejuicios o dogmatismos, siendo su "verdad" casi inmutable. Cuando te encuentres con algunos de ellos, pregúntales ¿cuáles son los datos, evidencias o hechos para contrastar esa "verdad"? Con tu ‘’verdad", ¿podemos repetir los errores del pasado?.