No todas las políticas públicas son una ley o un documento tipo plan o estrategia de Estado, muchas políticas públicas son un discurso. De hecho, muchas políticas públicas pueden ser ilegales, inconstitucionales y atentar contra los derechos humanos. Este es el caso del perfilamiento racial y el negacionismo ante el racismo, el antihaitianismo y la esclavitud.
¿Qué relación guardan Luis Abinader, presidente, Raquel Arbaje, primera dama y Roberto Álvarez, canciller con Trujillo y Balaguer, dos dictadores?
En septiembre del 2023 se desarrolló el Foro Mundial de Líderes en la Universidad de Columbia. En este contexto la estudiante Lizzy George Griffin cuestionó al presidente Abinader sobre el racismo, el colorismo, la homo y transfobia en República Dominicana a lo que este respondió:
“El 85% de la gente dominicana es de raza mixta. Nunca hubo un problema de raza”, ante la insistencia de la joven de que sí hay un problema racial, lo calificó como “su opinión” y a seguidas aseguró que “no es un problema amplio en la sociedad” porque “En todas las sociedades tienes una pequeña área donde puedes tener problemas”.
Posteriormente, a la salida del mismo evento, la primera dama reforzaría la postura inicial con la siguiente declaración: "Nosotros somos un país mulato ¿qué diferencia… o sea fíjate, nosotros no tuvimos ni esclavitud realmente africana…”
Días después, en el Senado el canciller Roberto Álvarez expone: “El pueblo dominicano desde 1750 era 70% mulato, así que no ha habido ningún cambio, en nuestro país, nosotros no hemos, aquí no hubo una esclavitud como hubo en Estados Unidos, como hubo en Haití. Aquí no es necesario estudiar profundamente esa esclavitud para entender al pueblo dominicano, pero nosotros no hemos sabido vender esa narrativa, comunicarla debidamente, por lo tanto, lo que estoy diciendo es que aquí no ha habido políticas racistas ni el pueblo dominicano es racista. Aquí todos los tenemos (el negro) detrás de la oreja”
Sin atender a los datos históricos, a estadísticas comprobables, o a la propia realidad circundante, desde el discurso, desde sus respectivas realidades privilegiadas por el colorismo, estos tres representantes del poder político (de piel clara, ricos y poderosos) se dan a la tarea de establecer una narrativa que refuerza la problemática de quienes no tenemos “el negro detrás de la oreja”, sino que lo negro es nuestra piel, las facciones, el cabello afro y la estructura corporal. Este discurso atenta no solo contra el Estado de derecho de las personas de piel negra (oscura, café, chocolate, mulata, india… utilice el eufemismo de su preferencia) en República Dominicana, sino que atenta contra nuestra historia e identidad, esto último se convierte en política pública con la designación de un reconocido negacionista antinegro y antihaitiano como Manuel Núñez en la Unidad Editorial del Ministerio de Educación.
El régimen de Trujillo estableció como política pública: el blanqueamiento de la dominicanidad eliminando y negando la historia ancestral afrodescendiente, promoviendo la inmigración de europeos y árabes; y limitando la entrada de haitianos; institucionalizando el discurso de odio, política que llegó a su punto más extremo en octubre de 1937, Trujillo ordenó la masacre de entre 15 000 y 30 000 haitianos que vivían en la frontera dominicana, a este trágico hecho se le conoce como "Masacre del Perejil", mientras instrumentalizaba este sentimiento de rechazo antihaitiano para consolidar su poder y reforzar un discurso de identidad nacional basado en la exclusión de lo negro y el refuerzo de lo europeo, firmaba en 1952 un acuerdo binacional con Haití para traer braceros y sus familias; y de ese modo mantener la industria de la caña de azúcar.
Posteriormente los gobiernos tiránicos de Joaquín Balaguer continuaron la doble política de institucionalización del discurso de odio y el antihaitianismo, al tiempo que hacía acuerdos con el gobierno de François Duvalier para asegurar el reclutamiento de braceros haitianos.
No han sido los únicos en instrumentalizar del discurso de odio, el antihaitianismo y el blanqueamiento de la identidad e historia del pueblo dominicano se puede rastrear a lo largo de casi toda la historia “democrática” de manera consistente, pero ahora nos ocupa el gobierno de Luis Abinader, quien desde su primer mandato refuerza, no solo de manera discursiva, sino con políticas públicas concretas tales como: su constante llamado y exigencia a la injerencia internacional en Haití (mientras exige la no injerencia en RD), deportaciones de mujeres embarazadas, niños y niñas haitianas, las deportaciones masivas, la carta blanca para que la Dirección General de Migración atente contra los derechos humanos, no solo de personas haitianas, sino de personas dominicanas negras perfiladas como haitianas que son apresadas, montadas en “la camiona” y violentadas física y emocionalmente mientras logran ser “depuradas”, todo esto pasa mientras el Estado dominicano y el gobierno de Luis Abinader se niegan a controlar y a tomar medidas contra el tráfico humano de personas haitianas en la frontera en el que se encuentran involucrados agentes de la uniformada, de migración, políticos… mientras la mano de obra haitiana sigue siendo explotada y requerida por el empresariado y la agricultura. Esta es la avasallante relación entre el actual gobierno, Trujillo y Balaguer.