Una convivencia ciudadana saludable requiere del reconocimiento de los otros en su dignidad y su diversidad. El nacionalismo fundamentalista dominicano siempre ha tenido problemas con la Otredad, pues se aferra la identidad en términos parmenídeos, es decir, entendiéndola como una unidad inmutable e indisoluble.

En un artículo titulado “Respeto e inseguridad”, la antropóloga Tahira Vargas afirma que «vivimos en una sociedad que no ha priorizado la promoción del “respeto” con el reconocimiento de los derechos del “otro”» (Respeto e inseguridad | Acento).  En otras palabras, nuestra historia esta permeada por el desconocimiento de la dignidad que es intrínseca a cada persona y de la cual se deriva el respeto y, en función de este desconocimiento, se produce una ausencia de los límites que establece el rostro del otro, la frontera sin la cual es imposible la convivencia pacífica y democrática.

Una de las deficiencias teóricas del nacionalismo fundamentalista dominicano ha sido precisamente su oposición a comprender la otredad como constitutiva de toda convivencia humana y percibirla como una anomalía extranjera, pasajera y amenazante.

Otra de sus deficiencias teóricas es la pobreza de su marco conceptual para proporcionar categorías adecuadas que piensen la dominicanidad como proyecto inconcluso, evolutivo y diverso. Se piensa la identidad social desde unos rasgos culturales invariantes, en vez de abordarla como un “trabajo”. (François Dubet: Sociología de la experiencia). Esta carencia dificulta la posibilidad de actualizar la comprensión en función de los cambios que experimentan todas las colectividades humanas.

Las implicaciones de este paradigma no solo son epistemológicas. Conllevan una praxis política que promueve el autoritarismo, la xenofobia, la exclusión social y la política del odio. Al mismo tiempo, desvía perversamente la mirada de las variables internas que provocan los males de la sociedad dominicana, mientras inocula un miedo visceral hacia el Otro que exacerba los instintos más primitivos y retrógrados.