En la Navidad se conmemora el nacimiento de Jesucristo en Belén. Su nacimiento va de la mano de una tradición en la que el Mesías entre los judíos debía ser descendiente de David.

Como se sabe, fue el Papa Julio Primero (I) quien escogió, hace alrededor de 1600 años, el día 25 de diciembre para celebrar el nacimiento de Cristo. Jesucristo nació en el año 748 a contar desde la fundación de Roma que en ese entonces estaba bajo el imperio de Augusto.

Se le atribuye a Charles Dickens la idea de difundir la tradición navideña a través de la figura de Santa Claus, basada en la historia del monje San Nicolás del siglo III. No obstante, la celebración de la Fiesta de Navidad se propagó rápidamente en todos los países con tradición cristiana.

Es cierto que el 25 de diciembre coincidía con las celebraciones paganas que se realizaban durante el solsticio de invierno, la noche más larga del año y el punto del año en el que empezaban a aumentar las horas de luz diurna, según consta en los pasajes y la historia cristiana.

En tal sentido, la celebración de la Fiesta de Navidad nos debería regocijar, tanto a cristianos católicos como a los cristianos no católicos, ya que dicha fiesta es propicia para pedir perdón y, al mismo tiempo, perdonar a quienes nos han ofendido.

Como se sabe, el Don del Perdón es practicado por los seres humanos con un gesto de humildad fuera de lo común, reservado a personas con los dones que les inculcó Jesús a sus discípulos y seguidores.

Cuando perdonamos y nos perdonan, se siente un alivio indescriptible que nos hace vivir un gozo fuera de serie. El Perdón es reservado para las personas que al perdonar sienten que han vuelto a nacer de nuevo. Como se sabe, el Perdón es el Advenimiento hacia un remanso de paz y espiritual indescriptible.

Como tal, la Navidad es propicia para reflexionar sobre nuestros roles como padres, tutores, padrastros, madrastras, maestros, periodistas, sacerdotes, monjas, abogados, ingenieros civiles, arquitectos, economistas, administradores, contadores, médicos, enfermeras, bioanalistas, choferes, obreros y amas de casas, de cara a los grandes desafíos que tenemos los dominicanos frente una sociedad que avanza hacia la deshumanización total.

Por su parte, las Festividades de Navidad deben ir acompañadas de un análisis crítico del rol que están llamado a desempeñar los partidos y movimientos políticos, de cara a enfrentar la pobreza y la exclusión social a los que están sometidos más de 4 millones de dominicanos en la coyuntura actual.

Además, la Fiesta de Navidad es propicia para que los dominicanos pensemos en las características de sociedad que merecemos, así como en las condiciones humanas que deben reunir los dirigentes políticos que aspiran a conducir los destinos de nuestro país, sin importar el color del partido, la simpatía política y la condición socioeconómica de los dominicanos.

Como se sabe, Jesucristo luchó contra las miserias, las injusticias y las prácticas mundanas que cometían los escribas, los sacerdotes y sus seguidores más cercanos y queridos por él. Su lucha por los más desposeídos lo hizo grande, amado y querido por los enfermos, los desahuciados, los hambrientos, los despreciados y pecadores.

Como líder, Jesús supo colocarse en el lugar y en la piel de quienes habían sido abandonados y maltratados por los que manejaban el Poder y poseían bienes en demasía. Como tal, Jesús socorrió a los que sufrían y padecían de las peores calamidades, miseria y exclusión social hace más de dos mil (2000) años.

En tal sentido, pienso que les corresponde a los líderes políticos dominicanos revisar las Obras de Jesús y, a su vez, asumir sus roles frente al sufrimiento que están padeciendo los pobres y excluidos que residen en todo lo ancho y largo de la República Dominicana.

Además, soy de los que creen que, no sólo debemos esperar que el Presidente y la Vice-presidenta de la República Dominicana, asuman sus compromisos con los más pobres y excluidos, sino que también lo deben hacer los regidores, los alcaldes, los diputados y senadores elegidos por el Voto Popular.

Tal y como lo hizo Jesús con sus discípulos y seguidores, pienso que los dirigentes políticos dominicanos deben aprovechar el próximo año 2023 para concebir políticas, iniciativas, programas y proyectos que, ataquen las raíces que generan pobreza y exclusión social a las que están sometidos los pobres y excluidos desde el Advenimiento de Jesús hasta la fecha.

Desde nuestro punto de vista, la Fiesta de Navidad debería tener un sentido más humano y solidario por parte de nuestros dirigentes políticos, sociales y religiosos. Esperamos que los corazones de los líderes políticos de nuestro país se colmen del Espíritu de Jesús y estos/as vuelvan a nacer de nuevo este 24 de diciembre del 2022.