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Fotografía de la graduación de la promoción 1957 del colegio Luis Muñoz Rivera.

Hace aproximadamente una década venimos dialogando sobre la necesidad de la creación de un museo de la educación dominicana, a continuación, planteamos las principales razones que evidencian la importancia de su creación:

Porque su carácter de primada la sitúa como pionera en el establecimiento de las primeras escuelas informales y formales del continente, así como la fundación de la primera universidad de América, por tanto, fue sede del ejercicio de los primeros docentes de la educación primaria y superior.

Porque fue objeto de la revolución educativa hostosiana, después de un peregrinaje por diversos países de América Latina, con sus respectivas olas contrarrevolucionarias que encendieron un verdadero debate en el campo de la educación que va desde el laicismo hasta la inclusión de las mujeres en la vida pública.

Porque al postularse la educación desde la reforma de Hostos como el antídoto ante la barbarie, se comenzó a esbozar un ideal de sociedad que dotó de contenido la obra de los principales intelectuales dominicanos de finales del siglo XIX y principios del XX, siendo impensable comprender el espíritu ideológico dominicano sin las ideas de Hostos, que sirvieron de catalizador a la creación de la conciencia moderna en la República Dominicana, tal como lo plantea el historiador Raymundo González.

Porque de aquí emergió una de las familias americanas de mayor vuelo intelectual, dedicada al magisterio, a la fundación de escuelas, a la dirección del Ministerio de Instrucción Pública, al análisis literario, social y filosófico y al ejercicio político: los Henríquez Ureña, que un museo de la educación serviría como un espacio de exposición y promoción de su obra.

Porque se recibió un éxodo español que dejó una impronta visible en el desarrollo de la educación, mediante la labor educativa realizada por maestros y maestras que se desempeñaron tanto en el sector de la educación escolar, universitaria, así como de las Bellas Artes.

Porque se vivió una primera Ocupación Militar Norteamericana que trajo innovaciones importantes para el sistema educativo, fungiendo de impulso modernizador de la mano de adelantos técnicos como la construcción de carreteras que logró comunicar a poblaciones lejanas con escuelas, decretando la asistencia obligatoria, la apertura a las escuelas mixtas, y la creación de planteles escolares.

Porque aquí se vivió un de las dictaduras más tristemente emblemáticas del continente que asentó una forma de educar las masas con características muy marcadas y distintivas, que a su vez generó indiscutibles mejoras en el sector educativo como la creación de huertos, colonias escolares, desayuno escolar, ajustes en el tiempo dedicado a la docencia, creación de bibliotecas escolares, interés por la validación académica del docente, entre otras novedades, además de representar una especie de continuidad con los avances iniciados en el periodo intervencionista.

Porque hace falta un espacio especializado para el acopio y catalogación de documentos escolares dispersos, conservación y exhibición de la memoria histórica de la educación dominicana

Porque hace falta un espacio para la investigación, reflexión y apoyo programático para el desarrollo de pasantías, prácticas, seminarios de investigación, que aborden la historia material y la memoria de la educación y la pedagogía. Para promover la investigación en un campo vital para la salud de los pueblos y sus democracias y que sin embargo tiene una bibliografía escasísima. Sobre este punto han llamado la atención varios historiadores especializados en la educación dominicana como lo son Raymundo González y Giner de los Ríos.

Porque hace falta un espacio donde los docentes podamos narrarnos, reinterpretarnos y reconstruir la memoria histórica de nuestro ejercicio, con el fin de aprender a valorarnos mejor.

Para establecer un canal de comunicación con los dominicanos interesados en identificar los elementos de las culturas escolares en las que han sido educados.

Para sentar las bases que propicien un turismo cultural, en donde el turista pueda percibir la formación de la identidad dominicana a través de sus prácticas y de sus utopías educativas.

Para rescatar esos relatos dispersos que nos hablan de vivencias escolares, como son los testimonios de Cesar Nicolás Penson, Francisco Moscoso Puello y Juan Bosch.

Como un acto de gratitud hacia todos los soldados desconocidos que haciendo de tripas corazón, lograron y logran educar.

Como un gesto de motivación para que los jóvenes pueden identificarse con la profesión de maestro.

Como una canal para estudiar aspectos de género a través de una profesión muy marcadamente feminizada.

Como medio para valorar el papel cumplido por la Iglesia católica a través de dos órdenes emblemáticas de la educación en las américas: los jesuitas y los dominicos.

Para rescatar la memoria de docentes extranjeros que brindaron sus servicios en el país desde los albores de la educación formal como son: Manuel María valencia, Francois Charboneau, el grupo de venezolanos que arribaron en 1858 y los franceses Charles Pierre, Charles Malespín, Monsieur Marle, entre otros.

Para visibilizar el papel educativo de las iglesias protestantes y del origen y desarrollo de la educación para los alumnos de habla inglesa.

Porque hasta Rosita Fadul tiene su museo.