¿Qué nos traerá el año 2025?, no lo sabemos. Es precisa la ocasión para pedir al Altísimo que a partir de este nuevo año se inicie un largo período de paz global que asegure la existencia de la humanidad.
En el transcurso de los años, la vida de los seres humanos ha estado a merced de la voluntad de los dirigentes de los grandes países sindicados como potencias mundiales, por su alto desarrollo económico y su moderna tecnología militar.
Líderes que tienen como único objetivo intentar gobernar el mundo acorde a sus intereses personales y grupales, siendo el uno por ciento de la población mundial. Sin importar el pensamiento o criterio de los que conforman el 99% la humanidad.
Han logrado establecer dos sistemas sociales: capitalismo y socialismo, para lograr el antagonismo entre ellos y disputarse el dominio político y económico global.
Los que se ubican al centro, ni izquierda ni derecha, se hacen llamar demócratas. Pero siempre están más acorde con las teorías y prácticas capitalistas y no con los socialistas.
Promueven la libertad y la igualdad para todos, pero sobre la base del control político, social y económico de sus gobernados.
Cuando la codicia se apodera de los políticos en el ejercicio de sus posiciones como jefes de estado, se radicaliza su “modus operandi”.
Esa ambición desmedida por acumular riquezas o bienes materiales los impulsa a tratar de lograr el aniquilamiento físico o político de sus adversarios.
En esa diatriba provocan enfrentamientos que degeneran en guerras, causando la muerte de miles o millones de personas inocentes.
Su sed de control y dominio geopolítico los ciega, los ensordece. Les importa poco la vida de la humanidad.
Surge en ellos el interés de construir potentes armas de destrucción masiva y artefactos nucleares, como forma de amedrentar y/o someter a los líderes de gobiernos de países a los que consideran inferiores.
Sus acciones guerreristas las impulsan en reclamo de disputa territorial, ideología política, creencia religiosa o control de recursos naturales.
En estos tiempos modernos, ha sido imposición de la globalización, en todos sus aspectos, que beneficia a un grupo minoritario.
Al promover las guerras, la cuota de muertes que pudieran provocar les importa poco.
Comprobado está que poco pueden hacer los organismos internacionales llamados a dirimir en los conflictos entre países, comenzando por Naciones Unidas.
Erich Hartmann escribió una vez: “La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan”. Así ha sido siempre.
Durante la guerra de Vietnam, que se prolongó entre 1955 y 1975, murieron entre dos y tres millones de personas, siendo la mayoría civiles. Un devastador conflicto en el que se vieron involucrados los Estados Unidos, y que aportó entre las víctimas mortales más de 58,000 soldados.
En la llamada guerra del Congo hubo entre cinco y seis millones de muertes, entre 1996 y 2003.
La guerra civil rusa entre los ejércitos rojo y blanco generó entre siete y 12 millones de muertes, entre 1917 y 1923.
En la Primera Guerra Mundial, entre 1914 y 1918, se calcula que murieron entre 15 y 20 millones de personas.
Sin embargo, en la Segunda Guerra Mundial, entre 1939 y 1945, la cantidad de muertos aún no se ha podido precisar, pero se cree que murieron entre 70 y 85 millones de personas, convirtiéndose en el conflicto más mortal de la historia protagonizada por el hombre.
Aún falta por sumar las muertes por los conflictos bélicos en el Medio Oriente, y que protagonizan hoy en día Israel, los grupos islámicos Hamás, Hezbolá, hutíes y Siria, y la guerra entre Rusia y Ucrania.
Si los que pueden lograr la pacificación del mundo siguen de brazos cruzados, los enemigos de la humanidad podrían salirse con la suya, provocando el inicio de una guerra nuclear de la que ni ellos mismos pudieran salvarse.
En otros tiempos las guerras eran más convencionales, con tecnología adelantada acorde al momento.
Hoy en día las grandes potencias y países aliados disponen de poderosos y sofisticados armamentos que en cuestión de segundos pueden barrer grandes conglomerados urbanos. Así de sencilla es la cosa.
Aunque no sabemos lo que el destino nos tiene guardado para este 2025, aspiramos a que sean 365 días de mucha salud, bienestar económico felicidad y amor al prójimo.
Que este nuevo año sea el inicio de un largo período de paz, con la gracia de Dios, y por el bien de la humanidad.