El ruido de la sombra siempre se disipa, tarde o temprano, con la luz del futuro.
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No hay vida plena sin muertes, nacimientos y resurrecciones.
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El erotismo es una tentativa por disolver el tiempo de la muerte y desacralizar los cuerpos en el placer. En el instante del clímax, el tiempo se detiene y congela: pone en vilo la posibilidad de la muerte.
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El hombre se casa porque no sabe estar solo, y se divorcia porque no sabe estar acompañado. Ese es el eterno drama en la vida del hombre, que le impide ser feliz, y donde reside su angustia existencial.
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La política es la historia social del presente. Hacemos política porque somos seres históricos y porque tenemos conciencia de su destino. Y hacemos historia para huir del presente.
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La poesía es una religión profana, y sin Dios.
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A veces viene bien una dosis de melancolía para disipar la euforia dionisiaca del espíritu cotidiano.
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Cuando buscamos en nuestro exterior es porque tenemos hambre de espacio o porque estamos inconformes con lo que tenemos.
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Pensar no es un querer: es un deseo involuntario, que no niega la luz sino que se refugia en el silencio, pues las palabras son el deseo del pensamiento.
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Vivimos como si la vida no fuera un sueño, y por eso se nos va, silenciosamente, tragada por los instantes. De ahí que la vida la vivimos poco.
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Solo la luz es verdadera. Existe para que podamos creer en la verdad. La luz es la belleza misma, ya que nos deja ver la claridad. Así pues, si no hubiera luz, no habría belleza. La luz es, por consiguiente, la madre de la belleza. También, la razón de ser de la verdad. “La belleza es verdad”, ya lo dijo John Keats.
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El amor solo nace y tiene concreción en el entrecruzamiento de dos miradas, que son la prueba de fuego del amor, donde adopta sentido la pasión amatoria. Sin miradas abiertas en concavidad no existiría el hechizo de la llama amorosa.
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El amor es un juego de espejos de dos corazones que tienen sus ojos en la flecha misma de sus palabras.
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Quien dice vida dice belleza.
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Toda felicidad siempre será una promesa milagrosa de la voluntad individual humana.
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El futuro de nuestra muerte transforma en destino trágico nuestra vida.
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Pertenecemos a la vida y a la muerte. Somos sus hijos eternos. Pertenecemos pues a la vida a cada instante, y hasta la eternidad.
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Si la vida es sagrada, también ha de serlo la muerte. Por eso la vida no se le debe arrancar a nadie. Es un bien sagrado y un derecho natural. Quitarle la vida a alguien es como desprenderle el derecho propio a hacer con su vida lo que se le plazca.
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Definir la palabra libertad es esclavizarla: no dejarla libre ni dejarla volar a voluntad. La libertad se inventa y se reinventa solo en la práctica. Solamente existe cuando se ejerce como acción.
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La palabra No es más libre que la palabra Sí. Y acaso más poderosa y revolucionaria.
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No hay dolor que no muera. Ni cuerpo que lo resista.
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Un instante cada día es sano pensar en el tiempo y no hacer nada, acaso para combatir el aburrimiento. El tiempo pasa pero no dura, y de ahí que siempre está ocurriendo algo. El ser encarna en movimiento; la nada en la duración. El tiempo a secas del acontecimiento se entroniza en el tiempo subjetivo del ser. El acontecimiento siempre está fuera de la conciencia. Cuando el tiempo acontece no somos conscientes porque no hay espacio de duración. Sucede que nunca prestamos atención al tiempo porque es invisible e interior.
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Los ideales humanos están dictados para los realistas.
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La justicia es ciega, pero con respecto a la ley.
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Si Dios existe es porque es invisible.
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¡Un mundo de mortales vivos de un Dios inmortal!
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La ética es un sentimiento que va más allá de lo político y lo religioso, y que experimentamos solo cuando actuamos.
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La conciencia es la memoria eterna del tiempo de la naturaleza.
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Creer es ver en un relámpago de certeza: es dejarse enceguecer por lo cierto.
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Un ateo en Occidente es un héroe público que perdió su batalla contra la fe colectiva de los farsantes. En efecto, ser ateo, en medio de la creencia en Dios, es una forma herética de vivir en la soledad del espíritu.
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La sinceridad es una forma ética de acción: la transparencia moral de la conciencia humana.
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Todos tenemos un instinto ético natural. Cuando actuamos mal es porque olvidamos nuestra ética biológica e innata, que nos dictan la conciencia social y la costumbre común.
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La desnudez es el estado natural del instinto erótico: la superficie del deseo que nos hiere y nos esclaviza.
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La memoria es la forma en que encarna el tiempo pasado: la forma natural del tiempo en su lenguaje, luminosidad y transparencia. Así pues, no hay tiempo sin memoria ni memoria sin tiempo.
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El ciego siempre está durmiéndose en su memoria. Su mundo es una metáfora de la vigilia.