En Pedernales, el encargado del parque Sierra del Baoruco, locutor y comentarista radiofónico Andrés Heredia, 50 años, jamás pensó que sería la primera víctima mortal del pueblo a causa de la enfermedad multisistémica por coronavirus (COVID-19) que provoca el SARS-CoV-2. Se cuidaba al máximo y, en sus  espacios, solía aconsejar el uso de la mascarilla y acatar el sano distanciamiento, pese a que una parte de la población seguía su ritmo frenético a la vista de las autoridades.    

Él ha fallecido este sábado 11 de julio de 2020 en la camilla de una “ambulancia” camino a la provincia Barahona, distante 124 kilómetros por una carretera infernal, construida hace décadas siguiendo los trillos de los mulos.

Fortachón (cerca de 300 libras), jovial, con espíritu juvenil, campechano, no le valió cuidarse. Había sido llevado al nuevo hospital municipal Elio Fiallo con una insuficiencia respiratoria, pero referido de inmediato al regional Jaime Mota de  Barahona, también preñado de carencias. Sus pulmones colapsaron apenas recorridos unos 40 kilómetros, llegando a la comunidad rural Tres Charcos, del municipio Oviedo. 

Murió sin saber dónde pescó el virus que fue importado y sembrado a inicios de marzo en la zona turística del este de República Dominicana, y ya ha provocado una epidemia creciente con un saldo de 929 fallecimientos, hasta el martes 14 de julio, conforme el boletín 118 de Salud Pública.

LA MISMA HISTORIA

La provincia Pedernales, 307 kilómetros al suroeste de la capital, en la frontera con Haití, pasó semanas con cero reportes oficiales de casos de COVID-19, mientras la enfermedad por coronavirus avanzaba por otras comunidades cobrando vidas.

Los estados de emergencia no pararon las fiestas y bebentinas. El maleconcito, ríos y canales, sitios de la periferia y las colonias agrícolas, a cualquier hora, han sido testigos del desenfreno. Las interacciones entre venduteros haitianos y dominicanos siguieron su ritmo. Las entradas y salidas al pueblo carecían de límites. Unos coterráneos aseguran que el virus “no existe”; otros, desafiantes, porfían que es una gripe como cualquiera, porque “aquí no ha matado a nadie”.

116 casos positivos en 230 muestras procesadas, registra para la provincia el boletín epidemiológico oficial 118. En los corrillos pueblerinos, sin embargo, las historias sobre personas infectadas son múltiples. Dicen que el pueblo “está cundío de COVID”. Los religiosos creen que Dios les protege. La situación luce fuera de control.

PARA ALGO HA DE SERVIR

Con el rigor del protocolo establecido para los fenecidos a causa de esta enfermedad viral altamente contagiosa; con los familiares a distancia y en un breve funeral, Andrés Heredia fue sepultado el domingo 12 en el humilde cementerio municipal, al noroeste de la ciudad.

Su muerte denuncia un hospital nuevo, pero sin equipos ni personal especializado suficiente para resolver problemas de salud que salgan de lo rutinario; y una ambulancia que representa una humillación a la dignidad de los pedernalenses. Tal vez un ventilador y un neumólogo habrían cambiado el triste destino de este compueblano. Pero ni soñarlo.

Denuncia también una carretera Barahona-Pedernales que no es tal, sino una vereda angosta, eternamente descuidada por autoridades indolentes e irresponsables.

De algo ha de servir la muerte evitable de Andrés. Quién sabe si al verle partir de repente, sólo acompañado de una sutil ceremonia… Quién sabe si al ver que él no fue trasladado de urgencia en un helicóptero ambulancia hasta una clínica de la urbe para arrebatárselo a la muerte con medicamentos de tercera generación, súper caros, y médicos de primera… Quién sabe si el pueblo se espanta y le nace la rebeldía suficiente como para reclamar sus derechos, hasta el final. Demasiada riqueza le ha aportado la provincia Pedernales al Estado y a las empresas que han explotado sus minas de bauxita y caliza.