En las civilizaciones antiguas era común atribuir poderes a los elementos que conforman el mundo, agua, aire, fuego y tierra.
Estos elementos tangibles a nuestros sentidos se convirtieron en deidades, dioses que mantenían el control del mundo, de la vida y la muerte.
Ancestralmente existió Enlil, Dios del clima y las tormentas, Enki, Dios de las aguas subterráneas y del gigante océano de Apsu, Dumuzi, Dios de la vegetación, Eolo, vulcano, Huehuetéotl, dioses del fuego, Shu, Dios del aire. Por supuesto Jano que “abría” el camino para que los mortales puedan comunicarse con ellos.
Siglos después observamos que las culturas prehispánicas tenían un vínculo especial con el agua. Su relación con los elementos de la naturaleza era sagrada, sinónimo de vida, especialmente con la tierra, el agua, el fuego y el viento.
En pleno siglo XXI, donde la información está más accesible que nunca y no necesitamos milagros para entender la realidad, sorprendentemente nunca hubo tanta incredulidad ni tantas personas desentendidas de nuestra madre naturaleza.
Más inverosímil es conocer de donde proviene la información que ciegamente creen y aceptan. Hablamos de políticos (gobernantes), influencers, yutubers y activistas anti-ciencia que se han convertido en chamanes modernos que todo lo saben. Con su mezcla de falsa empatía social con la que esconden sus verdaderas intenciones que no son más que la adquisición de poder o riquezas.
Sin ir tan lejos, cualquier individuo con mínimo de conocimiento computacional y sistemas GIS tiene la libertad de acceder gratis a decenas de instituciones reconocidas en el mundo para obtener imágenes satelitales históricas y en tiempo real para recrear escenarios con datos relacionados a patrones climáticos y los cambios en la geografía del mundo.
Por mencionar algunos tenemos portales científicos como Globalforest watch, Worldclim, Eyes on earth NASA, Google earth Engine, USGS, etc. Donde puedes acceder a datos de cualquier zona en particular del planeta con la que se puede conocer la realidad puntual y los cambios debido a fenómenos naturales o la mano humana para así obtener estadísticas que ayuden a conocer los patrones, tendencias para pronosticar problemas futuros y desarrollar o establecer soluciones.
A pesar del consenso científico mundial acerca de la existencia de una crisis climática (más del 90%), todavía la economía y el cortoplacismo prima sobre los nefastos pronósticos de aumento de temperatura debido a la intervención humana.
No es ningún secreto el hecho de que siempre hemos sufrido de glaciaciones, extinciones masivas, tormentas y sequías que están descritas en textos o se han determinado científicamente.
En el pasado por lo menos los gobernantes escuchaban a los sabios, pero hoy creemos personajes sin una gota de sabiduría y si la tienen son comprados por quienes no les convienen los cambios y disrupciones necesarias para evitar lo peor.
¡Cómo es posible que desde el siglo XIX científicos estudiosos advierten de las repercusiones negativas a largo plazo de la mano humana en el planeta y de repente se conviertan en el enemigo!
Personas como el sueco Svante Arrhenius quien fue el primero en predecir cuantitativamente el cambio climático en 1896. Arrhenius calculó que un aumento de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera podría elevar la temperatura de la superficie terrestre entre 5 y 6 grados Celsius a través del efecto invernadero.
En 1824, Joseph Fourier calculó que un planeta del tamaño de la Tierra, situado a nuestra distancia del Sol, debería ser mucho más frío. Sugirió que algo en la atmósfera debe estar actuando como una manta aislante. En 1856, Eunice Foote descubrió esa manta, mostrando que el dióxido de carbono y el vapor de agua en la atmósfera de la Tierra atrapan la radiación infrarroja (calor) que escapan del planeta. Los climatólogos Syukuro Manabe y James Hansen predijeron, hace 50 años, que la temperatura de la Tierra subiría dos grados este siglo.
Ya en la década de 1960, la evidencia del efecto de calentamiento por dióxido de carbono se hizo cada vez más convincente.
A la fecha existe un “negacionismo científico”, que en muchos aspectos de la vida roza la falta de cordura, en este caso es la negación sistemática de la crisis climática antropogénica (por actividades humanas), la desestimación o la duda injustificada que contradice el consenso científico sobre el calentamiento global.
Los datos reales no se obtienen por youtube, ni en los discursos pagos o proselitistas de políticos. Tampoco por una asociación de malhechores que traman la destrucción de la tierra, sino que se obtienen de muchos estudios, mucha información científica buscada y extraída de fuentes naturales (como núcleos de hielo, anillos de árboles, corales, sedimentos oceánicos, rocas, fósiles o registros históricos de bitácoras de barcos) y hoy equipos modernos (satélites e instrumentos) que revelan señales y patrones de un clima cambiante.
Los científicos atribuyen la tendencia del calentamiento global observada desde mediados del siglo XX a la expansión humana del "efecto invernadero", el calentamiento que se produce cuando la atmósfera atrapa el calor que se irradia desde la Tierra hacia el espacio. Dependemos del Sol, pero si el calor que debe rebotar hacia el espacio queda atrapado por los gases de efecto invernadero se devuelve nuevamente hacia la tierra.
¿Cómo va a estar calentándose la Tierra si hace frío?
Para entender esto, debemos diferenciar entre tiempo y clima. El tiempo se refiere a la situación meteorológica en un momento concreto, mientras que el clima describe cómo se comporta la atmósfera durante un largo período. Podemos tener períodos de tiempo frío en un clima cada vez más cálido, al igual que tenemos días secos en lugares donde llueve mucho.
‘Ya ha habido otros cambios climáticos en el pasado’
En efecto, el clima en la Tierra ha cambiado a lo largo de la historia, y lo seguirá haciendo. En él influyen factores como las variaciones en la órbita terrestre, la actividad del sol, los movimientos de las placas tectónicas o grandes erupciones volcánicas. Pero el calentamiento actual está sucediendo a un ritmo no visto en los últimos 10 000 años, superando la capacidad de adaptación de los seres humanos, los animales y las plantas. De hecho estamos 1.5 grados por arriba de la era pre industrial que no es natural.
El cambio de tendencia en el clima de los últimos 150 años solo se explica si a los factores naturales arriba mencionados le añadimos un elemento externo: el aumento repentino de los gases de efecto invernadero (GEI), principalmente por la quema de carbón, petróleo y gas, que retienen el calor y calientan la Tierra.
Lastimosamente el negocio de hidrocarburos y energía ha obviado por completo la sostenibilidad y se dedicaron a entorpecer todo intento que afecte sus intereses y pagar publicidad con noticias del supuesto peligro e inoperancia de las energías alternativas sin aval técnico racional, alternativas que buscan disminuir la tendencia del calentamiento que hoy 2024 es récord, con 1.5 grados Celsius que muchos no comprenderán que significa, pero en español simple, imaginemos la fiebre humana en que unos 3 o 4 grados pueden significar la muerte.
Sabemos que el planeta por leyes físicas básicas tiende a regenerarse para mantener el equilibrio. Pero este equilibrio puede significar borrar del camino la humanidad tal como la conocemos. Esta regeneración implica que tendremos: aumento del nivel del mar -fenómenos severos de calor o frío – sequías intensas y más frecuentes – deshielo de los polos – tormentas catastróficas – disminución de la biodiversidad y extinción de especies que son necesarias para la vida en general.
A propósito de La DANA conocida como la "gota fría". Se trata de un evento que suele ocurrir en el Mediterráneo entre junio y octubre. Es un fenómeno meteorológico que se caracteriza por ser una depresión cerrada en altura que se separa de la circulación del chorro, que se mueve de forma independiente. Se asocia a desastres e inundaciones que hoy se calculan ser un 15 a un 20% más fuerte debido al cambio climático y la intervención humana en acuíferos y zonas vulnerables. Igual vemos desastres en el resto de Europa, Asia y América.
¿Qué tuvo de diferente la DANA y la catástrofe fue peor?
La generalidad atribuye la catástrofe a la destrucción de obras de acumulación de agua (que imposible soporten este evento), lamentable factores políticos de un gobierno negacionista que no informó a tiempo por considerar innecesario e inoportuno económicamente tomar medidas.
Esto lo explica muy bien el científico Fernando Valladares, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en España. Comentó: que la semana anterior al evento se avisó de que dos factores climáticos que podrían acarrear una situación explosiva estaba rondando: una masa de aire frío en altura y el mar Mediterráneo más caliente que nunca.
“No estamos sintonizados con el clima actual, sino con uno antiguo, y por eso creemos que nada va a pasar. La Aemet informó de la alerta roja, ¿cómo el presidente Mazón no avisó?
«Es el mundo al revés: un científico apunta con el dedo a un problema, y la gente mira el dedo y no el problema. Y, como luego ha habido una gran catástrofe, voy y le culpo al que decía que iba a ocurrir»
Ojos para ver, juicio para comprender, sabiduría para actuar
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