El trabajo de cuidados es la condición primaria para el funcionamiento de nuestras sociedades. Gracias a esta labor, acontece tanto la reproducción biológica como social de la humanidad. Sin embargo, muchas personas todavía desconocen qué quiere decir trabajo de cuidados. Ignoran que dicho oficio abarca todo lo que se hace para garantizar la supervivencia desde el momento del parto hasta la muerte. Es decir, proveer alimento, atenciones, garantizar la higiene y el orden de los espacios, entre otras cosas. Este menosprecio termina generando dos graves problemas: el primero es la desestabilización del propio sistema que lo desestima y el segundo es la subordinación de la mujer.

Podemos afirmar que en la actualidad el sistema económico hegemónico es el capitalismo. En este sistema, la reproducción social es la que posibilita la acumulación de riquezas. Es decir, el acto de dar a luz a nuevos sujetos sociales es lo que permite la explotación de los recursos humanos. La paradoja es que esta configuración que hemos creado y a la que damos continuidad no valora el trabajo de cuidados como condición necesaria para su propio funcionamiento. Más bien, lo presiona y menosprecia por considerarlo no monetizable. Aquí está la raíz de la sociedad del cansancio. La vida social, el autocuidado, la salud y el disfrute son llevados al altar de sacrificios como ofrenda a la generación constante de capital.

El lucro ha sometido al mundo de la vida. Desde que la humanidad separó la labor remunerada de la no remunerada, el trabajo de cuidados pasó a ser desestimado. El hombre asumió el rol del proveedor de capital y a la mujer se le endosó el de ser garante de cuidados. Entendiendo que la lógica de nuestro sistema establece que la supremacía está en lo monetizable, la mujer acabó subordinada al hombre al considerar que su labor es no productiva. Con esto, dio paso a un orden no solo económico sino socialmente excluyente, desigual y que es un peligro para sí mismo ya que amenaza las condiciones que permiten su propia existencia. Es el uróboro al que apela Nancy Fraser en su obra "Capitalismo caníbal".

Cuando examinamos nuestras sociedades y hacemos crítica de sus estructuras, hay un sesgo que consiste en ocultar las áreas que son condiciones de posibilidad del capital. Se pone mucho énfasis en las finanzas y los elementos que pueden desatar crisis económicas, pero se deja de lado el mundo de la vida que hace posible que todo eso exista. Es necesario, por tanto, integrar a nuestras críticas esas otras áreas que son primarias. La primera condición para que todo lo que conocemos pueda ocurrir es que existamos y sin trabajo de cuidados eso no sería posible. De igual manera, es fundamental avanzar en la disminución de las desigualdades y la eliminación de la exclusión. La mujer debe transicionar de estar subordinada a ser protagonista en condiciones de equidad absoluta.