La insigne novela de Freddy Prestol Castillo que encabeza el título de este artículo, es una contribución imperecedera al acervo cultural e histórico del pueblo dominicano, dado que narra de una forma ejemplar y socialmente comprometida los aciagos acontecimientos ocurridos en octubre de 1937 durante el denominado “corte” o matanza de haitianos, por la cual la República Dominicana fue condenada a nivel internacional mucho antes de que existieran los tribunales de Núremberg en los que se juzgaron a los jerarcas nazis por las atrocidades y crímenes de guerra cometidos durante la segunda guerra mundial y antes de que se creara el ordenamiento jurídico internacional vigente representado por las cortes de La Haya en Países Bajos.
Los acontecimientos actuales en la frontera norte con la hermana República de Haití vienen a cuento de esta novela porque efectivamente el “Masacre se pasa a pie”, es decir, el caudal medio mensual de este río que describe una cuenca de menos de 730 km2 es inferior a los 4 metros cúbicos de agua por segundo, es decir, unos 1,057 galones que contrastan con el caudal medio mensual de alrededor de 40 m3/seg del Yaque del Norte, con los poco más de 45 metros cúbicos de agua del Yaque del Sur o con los cerca de 90 m3/seg del portentoso Yuna (caudales en distintos sitios de aforo), solo para mencionar tres de los más conocidos ríos dominicanos. Sí, el río Masacre se cruza a pie y ese cruce es literal a lo largo de la mayor parte del año dado que se trata de un cauce de bajo caudal, sujeto a un enorme estrés hídrico, climático y ambiental derivado tanto de las condiciones biofísicas de su cuenca como de los problemas relacionados con el uso de suelos y el impacto antrópico de las actividades productivas que se desarrollan en ella.
Sin embargo y pese a su relativa limitada envergadura fluvial el Masacre es de una elevada importancia simbólica y geopolítica además de económica. De importancia simbólica y cultural por las mismas razones de tipo geopolítico: su mera existencia ha servido como un landmark que establece los límites entre uno y otro territorio. El río nace en la loma Pico de Gallo (Municipio de Loma de Cabrera) y discurre sinuoso delimitando la frontera para luego por unos pocos kilómetros ingresar a territorio haitiano para retornar nuevamente a territorio dominicano en donde tributa sus aguas en los estuarios de la reverberante Bahía de Manzanillo en la provincia de Montecristi. Su propio recorrido es un recordatorio perenne de la interdependencia de la frontera, de la necesidad de que los dos países entiendan que son hijos de la madre Quisqueya que los bendice con sus aguas y con los servicios que brindan sus ecosistemas. Su importancia económica se debe a los beneficios que genera a los productores agropecuarios como un garante de la seguridad alimentaria a ambos lados de la frontera.
En las circunstancias actuales, sobra decir que tanto la hermana República de Haití como la República Dominicana tienen igual derecho en cuanto al aprovechamiento de los recursos naturales. Esto no puede ponerse en duda y debe ser el punto de partida para un manejo sustentable de los recursos naturales al amparo de los acuerdos binacionales y del derecho internacional. Esta situación de un recurso natural transfronterizo no es una excepción y de hecho en el mundo existen en torno a 263 lagos y cuencas fluviales transfronterizas que cubren cerca de la mitad de la superficie del planeta y alrededor de 145 países. El río Grande en México (Bravo en los Estados Unidos) o el río Duero que nace en las montañas limítrofes entere Soria y La Rioja (España) y desemboca en Oporto (Portugal), o el más conocido Río Amazonas, enorme serpiente fluvial que da forma al contorno atlántico del subcontinente sudamericano, constituyen ejemplos de este tipo.
Los economistas ambientales abordamos estas cuestiones a través de los llamados recursos comunes, que son un tipo especial de bien público con atributos de libre acceso, pero con rivalidad, con lo cual y ante la falta de una adecuada regulación existe un claro incentivo para la sobreexplotación del recurso y su degradación, generando lo que en la literatura conocemos como la tragedia de los comunes, la cual es una de las fuentes más frecuente de conflicto en materia de recursos naturales siendo objeto de una amplia y compleja legislación y jurisprudencia internacional. Este es uno de los temas favoritos con mis alumnos de postgrado de la asignatura de economía ambiental, ya que ilustra la importancia de la regulación y de las reglas de juego a la hora de hablar del aprovechamiento sustentable de los recursos naturales una cuestión aún más relevante en el caso de los recursos comunes. Las pesquerías en aguas limítrofes e internacionales, así como los conflictos por acceso a tierras comuneras son un buen ejemplo de ello. De modo que la problemática del río Masacre, un tipo particular de recurso común binacional, no puede resolverse con estériles reacciones nacionalistas a uno y otro lado de la frontera, que indudablemente serán instrumentalizadas con fines políticos, sino con un claro sentido de compromiso de los dos estados con la sustentabilidad de los ecosistemas a lo largo de la frontera compartida.
Los políticos haitianos necesitan una “epopeya social y nacional” que los aglutine y le ofrezca cohesión ante el caos dominante en una sociedad desarticulada políticamente y sobre todo ante la inminencia de unas próximas elecciones, por lo que el manido argumento del enemigo común al otro lado de la frontera que “lo quiere todo y lo tiene todo”, les otorga animosidad y potencial de movilización social a los distintos proyectos locales y nacionales que ven en este conflicto la oportunidad de medrar políticamente. Por el lado dominicano ocurre lo mismo, solo que a una escala distinta dado que la crisis fronteriza permite promover una rancia retórica nacionalista que es sumamente improductiva, pero que aún cautiva a un segmento importante del electorado dominicano. En otras palabras, todo el mundo espera pescar en río revuelto, amplificando la tragedia de los comunes.
¿Cómo salir de esta situación? En la tertulia con mis níveos amigos, mi argumento es que no hay una salida porque este es un típico problema perverso (wicked problems) en sentido económico (valga la aclaración). En otras palabras, se trata de un problema de planificación y asignación de recursos en el que fácilmente todas las partes involucradas pueden salir con un resultado desfavorable, por lo que el problema es de difícil resolución y debe ser abordado desde un enfoque de juego cooperativo, en lugar de un enfoque de juego de suma cero (en el que un sólo jugador se lo lleva todo).
En tal sentido creo que en las circunstancias actuales y para avanzar en el logro de un resultado cooperativo, debe entrar en juego y de forma inteligente la diplomacia indirecta esa que se ejerce con poder blando, a la vez que se mantienen abiertas las puertas del dialogo político directo. Confío en que la cancillería dominicana y que el gobierno del presidente Abinader de modo particular, cuenta con las capacidades técnicas, la profesionalidad y sobre todo con la inteligente disposición para el juego estratégico y que a tal fin cuenta con el apoyo sensato de los políticos y agentes de la sociedad dominicana. Actores como las iglesias católicas de los dos países, grupo de empresarios con intereses estratégicos en juego, países amigos, organismos internacionales multilaterales, entre otros, pueden ejercer como agentes de intermediación que faciliten un diálogo que conduzca a un resultado en la forma de una solución cooperativa.
Un claro punto de partida son las características técnicas del canal que se construye para aprovechar las aguas del río Masacre. A ojos vistos, se trata de una obra informal, sin los estándares de una obra de ingeniería profesional que forme parte de un plan más amplio de aprovechamiento sustentable del río Masacre y su cuenca, por esa razón esa obra debe detenerse. No es cierto que generará los beneficios que se anuncian para los productores agropecuarios haitianos, salvo para una élite que se beneficiará de forma mucho más sustancial que la mayoría de los pequeños productores de esa región haitiana, y por supuesto para los proyectos políticos oportunistas. El gobierno dominicano no puede caer en ese juego y debe mostrar ante la comunidad internacional el músculo que sus capacidades técnicas institucionales le confieren, es decir, su poder blando.
Es claro que el Estado haitiano no cuenta con las capacidades ni con los recursos para el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales ni para ejercer un efectivo control sobre el territorio. En cambio, el estado dominicano cuenta con instituciones como el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INDRHI), una organización con un impresionante know-how técnico y posiblemente una de las más grande de su tipo en el Caribe y Centro América. Desde hace años el INDRHI cuenta con planes de aprovechamiento de las cuencas binacionales, que perfectamente pueden extenderse como programas binacionales de cooperación técnica. El estado dominicano está en las capacidades plenas de acompañar en materia de diseño e ingeniería al estado haitiano en el desarrollo de las infraestructuras requeridas para el aprovechamiento de la cuenca del río Masacre, como no puede ser de otra forma y cómo tiene que ser admitido por el estado haitiano al tratarse de un recurso común binacional.
En el mediano y largo plazo el Estado dominicano debe continuar ejerciendo la tutela ambiental de los recursos naturales a lo largo de la frontera, lo que ha venido haciendo y lo que ha permitido que todavía fluya el agua del lado dominicano al haitiano, dado que los cauces principales de las cuencas nacen todos en territorio dominicano. ¿Cuál es el valor económico del servicio de provisión de agua para uso consuntivo y no consuntivo de los ecosistemas tutelados por el Estado dominicano en la frontera a favor de la sociedad haitiana? ¿Quién paga por ello? Esto se puede estimar para comprender no sólo la importancia de los servicios que provén los ecosistemas sino para su adecuada planificación y gestión sustentable en función de los costes y beneficios para las partes implicadas. Más aún, el estado dominicano puede promover, con el apoyo de empresarios comprometidos de los dos países, la construcción y operación de una red de hidroeléctricas que provea y comercialice electricidad en la frontera, así como agua para distintos usos mediante canales y acequias construidos y mantenidos de forma profesional.
Se pueden incluir programas de pago de tarifas (canon de aguas) por parte de los beneficiarios para de ese modo contribuir con el manejo sustentable de los ecosistemas fronterizos y con los servicios que proveen. Por tales razones el estado dominicano debe promover y declarar prioridad de las políticas públicas la conservación de los ecosistemas transfronterizos, promover la investigación científica sobre ellos, así como la cooperación técnica con sus socios internacionales enfocada en el desarrollo sustentable para generar bienestar, oportunidades de negocio y desarrollo a los dos lados de la frontera. Asimismo como una acción de mediano o largo plazo y más allá de los acuerdos binacionales, tan pronto las condiciones de gobernanza en Haití lo permitan, los dos estados deben avanzar en la implementación de las mejores prácticas internacionales en el manejo de aguas transfronterizas, aprovechando tanto el know-how de organismos especializados del sistema de las Naciones Unidas como ONU-Agua (UN-Water), como las protocolos de implementación ya existentes.
Finalmente es tiempo del poder blando, es el momento en que debe entrar en juego la diplomacia indirecta como respaldo a los dos Estados, pero sobre todo es tiempo de tomarse muy en serio a las cuencas transfronterizas y la conservación de los ecosistemas críticos que nos ha regalado la madre Quisqueya para el bienestar de dos pueblos hermanos que, como el río Masacre, se mueven al ritmo de sus formas sinuosas.
[1] Este artículo lo dedico a mis níveos contertulios, con quienes comparto intereses académicos y que de algún modo me han motivado a escribirlo.