En los primeros meses del año 1969 conocí a una persona de tez oscura, de lento y parejero andar, más parecido a un sonero de Borojol que a un cuadro revolucionario.
Nunca andaba destocado y siempre adornaba su cabeza con un sombrero ala corta del tipo conocido como Yarey; vestía ropa casual, nunca lo ví ni en jean ni en tenis. Era una expresión del macho dominicano, creyéndose que estaba acabando.
Su presencia y ascenso en las filas del emepedeismo era producto de dos factores claves: (1) El violento proceso de alienación y enajenación socio-cultural impuesto por las políticas imperiales tras la guerra de Abril de 1965 y (2) Las desviaciones de naturalezas ideológicas que se derivaron en la aplicación de línea política trazada en la conferencia de cuadros Hilda Gautreaux.
Si bien es cierto que dicha política sacó al MPD del análisis tradicional y esquemático en que se consumía la izquierda dominicana de la postguerra, colocándolo en el centro de la actividad política desde una vocación de poder y convirtiéndose en una de las principales organizaciones política del país, también lo convirtió en el principal blanco del gobierno balaguerista y las agencias de inteligencias estadounidenses.
A eso se agrega que la mala interpretación y aplicación de esa política trajo como resultados el abandono de objetivos estratégicos, como la construcción y la consolidación de la vanguardia del proletariado, así como el estudio y la formación marxista de sus militantes y cuadros.
Muchas veces se oyó decir que: "La táctica se tragó la estrategia", en alusión a ese abandono.
Fue en ese contexto de la aplicación e interpretación incorrecta de los postulados fundamentales de la Hilda Gautreaux, que se permitió la entrada al partido elementos desclasados, a los que sociológicamente se le conoce como lumpen y a los que Marx definió como seres "capaces de hacer acciones heroicas y traiciones viles”, dejando que los mismos llegaran a ocupar una parte importante de la organización barrial, principal brazo ejecutor de la política del llamado Golpe de Estado Revolucionario.
Algunos, como es el caso de Manolo Plata, escalaron posiciones en la dirección media del Partido y lograron nombradía por una falsa interpretación del valor y de el heroísmo. Sin formación política e ideológica su accionar estaba circunscrito al día a día sin una visión de futuro.
Para Manolo, Marx era un viejo barbudo que dejo morir a su familia de hambre, Engels era un colaborador económico de ese viejo, Lenin un calvo Ruso que buscaba vengar la muerte de su hermano Alexander, asesinado por orden del Zar Alejandro III, Stalin un hombre rudo y de manos duras y Mao Tse Tung, un Chino quizá emparentado con Fu Manchú, el personaje de ficción creado por el novelista Ingles Sax Rohmer.
Alejado totalmente de la teoría del Marxismo y con una visión errónea de la aplicación del mismo a la realidad concreta de cada país, como nos enseñó Vladímir Uliánov (Lenin), así cómo de la posición del Moreno sobre El Colonialismo Ideológico, Manolo Plata, vivía con las obras del padre de la historiografía Dominicana José Gabriel García, debajo de los sobacos con poses de faculto y de gran erudito.
En casi un año que vivimos juntos nunca lo ví con un libro de los clásicos del Marxismo en su manos. Mientras yo leía Afanasiev, Nikitin, Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao, y otros teóricos Socialista, él hojeaba con poses doctoral los manuales de la historia dominicana.
Nunca entendió lo que leía porque era literalmente analfabeto. Conocía las vocales y las letras del abecedario, pero eso no significaba que puediera interpretar lo que leía.
Desgraciadamente ese tipo de individuo llegaron a ocupar algunas posiciones de mando e influencia en la organización a partir de la adopción de la táctica Hilda Gautreaux.
Manolo Plata, nunca fue miembro del Comité Central del MPD, fue un dirigente de la organización barrial del Distrito Nacional, donde desarrolló todo su activismo hasta su caída en prisión en los finales del año 1969, para luego salir del país a raíz del secuestro del agregado militar de la Embajada Estadounidense en el país coronel Donad Joseph Crawley, por cuya liberación un comando autodenominado “Unitario Unificado Antireelecionista", logró la salida de 20 prisioneros políticos con destinó a México, país que les concedido asilo.
Manolo antes de llegar a las filas del MPD, fue miembro de uno de los cuerpos armados del país, entrenado para ejercer la violencia, cosa que nunca abandonó y que fue su principal vía de ascenso político y roles organizativos.
Con la salida de algunos hombres de confianza del entorno de Maximiliano Gómez (El Moreno), cómo Clodomiro Gautreaux y Winston Franklin Vargas Valdez (Platón), ambos del Emepedeismo de la escuela Argentina, con el propósito de preparar el reingreso al país de una parte importante de los exiliados, Manolo emergió como el "Jefe" de la seguridad de El Moreno, situación que probablemente potenció su delirio de grandeza, enervando los sentimientos oscuro y perversos que subyacían en su interior.
En esa situación Manolo, reunía las condiciones para ser cooptado por los organismos de inteligencia que perseguían al MORENO, desde su salida del país.
Ese Manolo, altanero, frío, prepotente, arrogante, resentido y envidioso era capaz de cualquier cosa. No era de los niños cantores de Viena. No necesitaba recibir instrucciones para actuar, lo hacía bajó sus propias convicciones o siguiendo los planes e intereses a los que decidió servir. Por eso decidió ejecutar a Mirian para concluir el plan de la eliminación del Moreno sin dejar rastro.
Todo lo demás es querer compartir con el autor material y las manos largas y siniestras de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA) los trágicos sucesos ocurridos en Bruselas en el año 1971 que ocasionaron las muertes de Maximiliano Gómez (El Moreno) y posteriormente la de Mirian Pinedo.
Los intentos que buscan responsabilizar a otros de la acción atroz cometida por Manolo contra Mirian, es una falacia de quien lo diga, lo repita y lo propague.