De acuerdo con Hanna Arendt, contrario a nosotros, todo en el cosmos es inmortal. Incluso los animales y las plantas, los cuales forman parte de ese orden cíclico del universo. Esos otros seres vivos se renuevan en esa condición inmortal.

Los seres humanos, por el contrario, no participamos de esa permanente renovación. Somos mortales porque nuestra existencia es una terminable línea recta, explica en la autora en su obra “La condición humana”.

La filósofa judeo-alemana señala, además, que las personas no podemos alcanzar la inmortalidad, pero sí podemos dar eternidad a nuestras experiencias por medio de tareas de grandeza potencial, esto es, la habilidad de producir cosas, trabajos, funciones y palabras que merezcan, hasta cierto punto, ser el hogar de ideas duraderas para que otros mortales puedan encontrar su lugar en el cosmos, donde todo es inmortal excepto nosotros.

Desde ese amplio portal presento solo unas breves líneas para promover la lectura de una obra que lo merece, la asentada por Cicely Tyson en sus memorias publicadas en enero de 2021, días antes de morir.

Cicely Tyson 1924-1921.

Tan pronto conocí acerca de ese legado a través de esta entrevista realizada en sus últimos días durante la pandemia a CBS (Ver), pedí por Amazon su libro “Solo como soy, una memoria”.

Por un error al colocar el pedido, en lugar de recibir el libro, a mi casa llegó una pequeña libreta de hojas blancas con la portada del libro de cubierta, un material promocional.

Me distraje con mi mudanza a República Dominicana y no fue hasta el pasado martes, cuando me encontré de frente con la obra en una estantería del Aeropuerto de Newark y la adquirí. Aunque pisé tierra unas horas después, su lectura me mantuvo suspendida en el aire.

Cicely se describe como un árbol de profundas raíces de la que me sentí un pequeño fruto entre sus ramas. Descubrí en esa mujer tanto de mí, en pensamientos rara vez comentados, porque no me había detenido a pensarlos.

Cuando me referí antes al tema, a través de este artículo “Cicely y Meghan” (Ver), mis amigos Nassef Perdomo y Félix Tena manifestaron un respetuoso desacuerdo a mi planteamiento en ese trabajo. Su mensaje fue que nadie debe callar una discriminación en su contra, o bien reenviarla hasta sus últimos días.

Me place comentarles a mis amigos que la lectura de las memorias de Tyson me ha revelado que ella no esperó el ocaso de su vida para contar su dolor, y lo más hermoso, que conocí en tiempo real la construcción de ese manifiesto. Las memorias solo son un cierre. Su manifiesto fue su oficio.

Sin robarle al lector el placer de la grandeza plasmada en el libro, me limito a adelantar solo un solo pasaje. Tyson cuenta cuándo, exactamente, empezó su faena de eternidad. Fue luego de filmar “Sounder” (1972). Por esa película, que le valió la nominación al Óscar en la categoría de mejor actriz principal, recibió la suma de seis mil dólares, y no estaba acreditada en el afiche promocional.

Cicely Tyson en Sounder (1972)

Salió a promoverla por los Estados Unidos, en un tiempo de fractura del movimiento de los derechos civiles, errático, luego del asesinato de Martin Luther King. Dos comentarios en las ruedas de prensa le sirvieron como revelaciones.

Un periodista blanco le expresó sorpresa porque el niño del filme le dice “daddy” (papito) al personaje del padre afroamericano; otro también caucásico, puso en duda el amor de pareja que se profesan los dos personajes centrales de la película sobre la historia de una familia afroamericana durante la Era de la Depresión.

Tyson confiesa que, a partir de esa gira, tomó la decisión íntima de ofrecer su oficio únicamente para roles que le demostraran la condición humana. Por seis décadas solo escogió roles que se apegaran a ese compromiso. De la grandeza de su espíritu hablan los laureles artísticos y políticos recibidos.

Sus memorias son una jornada inmensa de reflexiones imperdibles sobre los hechos que le ocasionaron dolor y pasión. Cicely Tyson escribe que pudo haber marchado en Selma y elegir un lugar en el movimiento. En su lugar, ofreció su oficio por seis décadas como observadora y promotora de un diálogo cultural.

Prologada por Viola Davis, su hija fílmica en la teleserie “How to get away with murder” que la describe como una hurgadora de almas, la obra es un delicado estudio de cómo la actriz y la mujer dentro de Tyson, coordinaron una idea duradera sobre ser mujer afrodescendiente.

WASHINGTON, DC – NOVEMBER 22: U.S. President Barack Obama presents the Presidential Medal of Freedom to actress Cicely Tyson during an East Room ceremony at the White House November 22, 2016 in Washington, DC. The Presidential Medal of Freedom is the highest honor for civilians in the United States of America. (Photo by Alex Wong/Getty Images)

“Sounder” fue una película que nuestro padre nos llevó a ver a mis hermanos y a mi al cine cuando yo tenía ocho años un día de colegio por la noche. Desde ese momento Tyson empezó a ofrecer ideas duraderas que nos sirvieran de hogar a otros.

Quizás el cuaderno de hojas en blanco que recibí primero con Cicely Tyson en la portada quiere decir algo.