La ganadora olímpica Eileen Gu es estadounidense, de descendencia étnica china por el lado materno. No obstante, ostenta la nacionalidad china, lo cual – en puridad – no es posible porque China no permite la doble nacionalidad. Pero, en este caso, la atleta optó por representar a China en los juegos olímpicos. Ante cuestionamientos decía que se sentía orgullosamente estadounidense al estar en Estados Unidos de América, pero, orgullosamente china al estar en la China continental. La controversia que arrojó, entre otras, es que fue critica de desleal o traidora.

 

El futbolista alemán, Mesut Özil, renunció a la selección nacional de Alemania con la siguiente declaración: “Soy Aleman cuando ganamos, soy inmigrante cuando perdemos”, en el contexto de controversias sobre las descendencias de personalidades alemanas y la foto que Mesut se tomó con el presidente de Turquía, lo cual también provocó cuestionamientos sobre su pertenencia nacional o su “lealtad”.

 

Sentimientos similares surgieron respecto a Alex Rodríguez que, desde su decisión de no jugar para el equipo de la República Dominicana en el Clásico Mundial de Baseball, generó controversias y rechazo dado que, en razón de su nacionalidad dominicana, debía jugar para República Dominicana, no así para el equipo de Estados Unidos. Por igual cuando decidió apoyar a otro jugador de las Grandes Ligas para ser jugador más valioso en vez de Vladimir Guerrero Jr., el ex jugador Carlos Gómez dijo: “Los dominicanos te hemos apoyado demasiado. Cada vez que hay un debate en algo tu siempre te vas en contra de los dominicanos, siempre, así no, así no".

 

Por otro lado, también generó controversia cuando los grandes atletas dominicanos Luisito Pie y su hermano, Bernardo Pie, compitieron en certámenes internacionales con rotundo éxito, al igual que el medallista olímpico dominicano Zacarías Bonnet; al margen de sus hazañas deportivas, se puso en cuestión su “dominicanidad” por unos, como también sucedió con la gran atleta Fiordaliza Cofil. Este nivel de cuestionamiento no ocurre, al mismo nivel, con los grandes atletas dominicanos Maria Dimitrova y Félix Sánchez, quienes están igual o en análoga posición. De hecho, estas estrellas del deporte dominicano salieron en defensa Bonnet y su nacionalidad, por ejemplo, haciendo valer la decisión de este y otros atletas de competir por y para la República Dominicana como dominicanos que son. Pero para la policía identitaria, su identidad todavía no satisface, su origen es inaceptable, a pesar de la voluntad y entrega.

 

Esto no es nuevo, se ha visto antes. Por ejemplo, una expresión clave del antisemitismo (el odio y aversión a los judíos y lo relacionado a su religión y cultura) es el recurrente cuestionamiento de que los judíos no son leales y no pueden ser de una determinada nacionalidad y a la vez ser judío: siempre se les demanda lealtad a los judíos, demanda que para el antisemita nunca queda satisfecha. La cuestión de la lealtad para determinar el origen y con el origen la lealtad, es uno de los puntos más oscuros del prejuicio contemporáneo.

 

Expresado lo anterior, la idea de identificación, así como la de los lazos con una determinada comunidad, son cuestiones centrales dentro del derecho constitucional, la filosofía política, la teoría política y la idea de justicia. Nos lleva a preguntarnos quiénes somos y dónde pertenecemos, pero, sin tener una respuesta adecuada para ello. En realidad, no existe una respuesta fácil. Como fundamento de los lazos identitarios comunes, así como de los lazos sociales, se construyen sobre elementos que preceden al individuo social, sea basado en aspectos étnicos o bien en aspectos metafísicos, o bien mero constructos pseudosociales que terminan por madurar una particular narrativa como vínculo místico y pre-humano que nos distingue y precondiciona nuestra existencia, mucho se debate sobre cuál es el verdadero vínculo entre los individuos en una unidad política. Un sentimiento que en sí no tiene un valor sino depende de quien lo sienta y de las circunstancias; va desde el amor al lugar donde pertenece, al lugar donde va a pertenecer o quiere pertenecer, como también a la idea de un amor sobre todas las cosas de ese hogar, país o patria.

 

No se trata de un arraigo a la tierra o espacio vital, sino que ese arraigo va acompañado de la narrativa que como cadena nos vincula hacia el pasado y hacia el futuro a la luz del pasado. Observe que el sujeto no forma parte del cuadro, sino que el sujeto es objeto de la narrativa que implica amor a la tierra, a la sangre y una historia dogmática e infalible. La historia, que no tiene que ver con esa narrativa romántica, nos enseña en lo que esos elementos se han convertido: nacionalismo o patriotismo romántico.

 

Uno de los problemas del patriotismo y del nacionalismo es que, ante la fragilidad de los vínculos políticos, el sujeto se sustrae de sí para convertirse en un objeto del relato, de la cultura o de la configuración biológica. Si asumimos ciertas características del individuo como ciertas, sobre todo en el advenimiento de los Estados Constitucionales, en particular en occidente, existe una tensión permanente entre la identidad del ser como sujeto, y la identidad del ser como objeto de la comunidad política, independientemente que se entienda como nación o patria.

 

Sea como sujeto u objeto, siempre hay una cuestión que precede que usualmente ignoramos. Lo que sucede es que existe la política, donde la voluntad de poder se expresa. Una de las expresiones en que la política tiene lugar es en la construcción social. Acá, una de sus mejores expresiones, es la Constitución, como documento político con consecuencias respecto a la sociedad. Las constituciones, por ejemplo, ayudan a varios objetivos: alcanzar estabilidad, acuerdos sobre desacuerdos y formar instrumentos para dirimir desacuerdos.

 

Si la Constitución tiene un determinado contenido, por ejemplo, en las democracias republicanos, los valores previstos serán de una naturaleza distinta a una teocracia o autoritarismo constitucional, generando una práctica o cultura constitucional de una connotación muy distinta a la que pudiera profesar el patriotismo romántico o el nacionalismo. Ante esto, ¿cuál es el fundamento del vínculo de los sujetos con la comunidad política? ¿cuál es el fundamento del vínculo de los sujetos con los demás en la comunidad política? Se intenta justificar la identidad posnacional con alternativas como el liberalismo nacional, el patriotismo, el nacionalismo, el cosmopolitismo, entre otros; pero ¿qué tal si el fundamento del vínculo entre los sujetos entre sí y la comunidad reside en la cultura constitucional, nacida a raíz de las prácticas a partir de una Constitución con postulados particulares, que influye en la vinculación? Esta cuestión, intenta ser respondida apelando a una vinculación cívica propia de los estados de derecho que prevén vías procedimentales donde las personas se vean entre sí como libres e iguales para poder actuar políticamente.

 

El patriotismo constitucional alude a la capacidad de forjar la unión y el compromiso de la comunidad en base a las disposiciones constitucionales para la creación de una identidad política para el beneficio de todos y todas y de las instituciones. Así, el patriotismo constitucionalmente adecuado o patriotismo constitucional es una de las concepciones que intenta explicar la vinculación en términos cívicos o cívicos republicanos, no así en términos orgánicos, biológicos o históricos.

 

Aunque distintas objeciones y debilidades son imputables al patriotismo constitucional, este presenta una atractiva construcción teórica con fuertes implicaciones prácticas apropiadas en sistemas constitucionales que se inclinan a principios democráticos republicanos como en el caso de la República Dominicana. Pero, a su vez, implicaciones prácticas que pueden ser ajustadas a estados o comunidades constitucionales no-occidentales con principios estructurales que – aunque no sean asimilables a los democráticos y republicanos – si se pueden homologar o traducir.

 

El patriotismo constitucional es, o puede, ser una alternativa al nacionalismo o patriotismo romántico (o de mala fe, como lo llama Simon Keller). Más que poner en alta las ansiedades sobre un presente futuro inexistente o remoto, pone el énfasis el amor y vinculación con las instituciones existentes para la libertad igualitaria y su preservación, a partir de allí la identidad que surge es política y es la que debe ser defendida. Por ello, contrario a lo que sostenes algunos críticos, el patriotismo republicano o el patriotismo constitucional toma en serio los temas de la libertad igualitaria, pero, también los temas de seguridad interna y externa, porque tiene que evitar y adelantarse, inteligente y estratégicamente hablando, para preservar los espacios y las oportunidades de todo aquel en la comunidad de gozar de la libertad igualitaria.

 

En cuanto la ansiedad política y el miedo se apodera del corazón de los compatriotas, queda como presa fácil de la corrupción y de las actitudes desconfiadas hacia la democracia y los valores republicanos. Allí viene que se requiera una autoridad que se imponga y que fiscalice las formas de vida o de desarrollo personal de cada uno, porque intentan encontrar el sentido del caos a través de una profecía que el profeta reza con ansías para que se cumpla. En el contexto de los valores republicanos de una libertad igualitaria constitucionalmente adecuada permite a trasladar el enfoque hacia lo público y las instituciones, como una forma de desactivar la bomba de ansiedad y miedo realizado por los agitadores.

Concebir nuestras relaciones sociales de en términos más realistas, es lo que distingue al patriota cívico republicano o el patriota constitucional de las demás formas de vinculación. Tanto el nacionalismo, sea liberal o religioso, fallan en estos porque no ponen el enfoque en el compromiso sociopolítico por la cosa pública y las instituciones para la permanencia de la libertad igualitaria. La continua nostalgia del nacionalismo, por ejemplo, mantiene el problema cultural o étnico abierto, colocándonos en un nivel de alerta constante que nos hacen desconfiar de los demás. Además, se vuelve tan compenetrado a emociones no concretas e ideas prefabricadas o imaginadas que comienza a ser una religión civil, en un dogma que nadie puede contestar, reflexionar o critica: “estás conmigo, o contra mí”.

Claro, quizá la confianza nunca será plena en el otro, a veces no podemos soportar a otra persona, pero, allí está la diferencia en que se quiere el bienestar de aquella persona que nos incómoda y a veces es incómodo al proyecto republicano de nación. Las simples cargas o incomodidades no son suficientes para cerrar las puertas de la república al otro, porque a pesar de todo lo que nos une es la idea de la libertad igualitaria en instituciones constitucionales por las que debemos velar constantemente. Para que esto funcione, tiene que existe un amor que permita ir más allá, sin que nadie se quede afuera, de lo contrario, el mensaje es que no hay república sino nepotismo o corrupción, por ende, decadencia institucional en contra de la libertad. El lugar del patriotismo (constitucional) es este y nada más.