“Dicho de otro modo, la "legibilidad" no implica tan sólo una relación entre una infinidad de narraciones y/o descripciones en conflicto con una realidad extra-discursiva, relación en la que se acaba imponiendo la narración que mejor "se ajuste" a la realidad, sino que la relación es circular y autorreferencial: la narración pre-determina nuestra percepción de la "realidad". – SLAVOJ ZIZEK
Los noventa abrieron la brecha por donde fraguaron las ideas de conceptualización y concreción de la teoría que tenía como bandera el neoliberalismo. Por aquellos días se redujo a su máxima expresión la narrativa socialista que nos invitó por décadas a la lucha antagónica de las capas sociales, divididas experimentalmente en altas y bajas según la relación de los individuos con el aparato productivo de cada país o Estado. República Dominicana, hija del capitalismo tardío y hermana del atraso dialéctico, producto de ello, entró en una fase de reconstrucción de sus actores.
Ante un escenario cargado de discursos maniqueos y el caudillismo antagónico triangular que se postergó por más de seis lustros, emergió desde las entrañas del peledeísmo bisoño una figura categóricamente atípica y atractiva que logró con sus arengas vanguardistas concitar el respaldo de sus condiscípulos y el posterior apoyo del inquilino de la Máximo Gómez 25 para convertirse en el presidente de menor edad en el republicanismo moderno. La consigna de un nuevo camino y la apariencia fresca, fueron sin dudas elementos distintivos en un ambiente político de categoría belicista y longevo.
Reunía, conforme los estándares de la época, cualidades y atributos que lo acercaron a una población de votante extremadamente joven e inquieta, cansada de las acusaciones y señalamientos entre el liderazgo clásico y provista de herramientas que sus antecesores desconocían. El fondo es muchísimo más oscuro de lo que podamos expresar en estas pocas líneas, pero el desenlace es de conocimiento público. El promotor del nuevo camino aceptó las rutas cortas del balaguerismo y ascendió al poder lanzando por la borda las enseñanzas del autor de La mañosa y adoptando como dogma ideas rancias y retorcidas de una clase que se cree dueña del sudor y sueño de los dominicanos.
Rugió como el Rey de la selva, apoderado de un espacio sin límites y un poder indiscutido. Humilló y ridiculizó a sus contendientes, acusándolos de ignorantes, desactualizados y poco conceptualizadores de una realidad política global en la que montó su perorata incognoscible para algunos políticos del patio e inexistente para los que sólo aspiran a llevarle algo de aliento a sus vástagos. Se tornó arrogante, al punto de creerse un predestinado. Era para el elegido para guiar "per sécula seculorum" el rebaño. Fue maestro, líder insustituible desde su apego enfermizo al poder.
Pero la dialéctica afecta, cual virus pandémico, el sistema inmune de los tiempos, los líderes, la política y los partidos. Deja secuelas y prolonga agonías en un esquema diseñado para la sucesión del mando del Estado Nación. El líder no lo entendió y en medio de su descenso, lucha contra un viento que lleva más de diez años soplando en su contra.
De ese hombre de lucidez intelectual, modelo a seguir entre los amantes del arte de lo posible, solo queda un discurso obsoleto y pálido, desactualizado y desconectado de las nuevas generaciones. Su figura ha menguado al punto que el antiguo encanto se transforma en lástima frente a quienes vimos el astro apagarse con la misma fuerza con que sus rayos fulguraban. Pero su afán de poder es más fuerte que la razón y lo obliga a divagar en ilusiones difíciles de concretar, obviando que la marcha lleva un ritmo que él no tiene ni fuerzas ni juventud para seguir.