El 19 de junio pasado en Colombia se dijo rotundamente no al neoliberalismo, eligiendo a Gustavo Petro con más del 50 por ciento de los votos. Esto es muy significativo a nivel regional porque muestra que nuevos vientos soplan en nuestra América.

Los colombianos y las colombianas se atrevieron a elegir a un candidato de izquierda, 76 años después de la muerte violenta del liberal Jorge Eliécer Gaitán. Durante ese período, la derecha gobernó el país sin dar espacio a la oposición de izquierda.

Colombia se convirtió en bastion del conservadurismo en la región y en portavión de los Estados Unidos, donde ese país tiene siete bases militares. Sin duda, la relación con Estados Unidos será uno de los grandes retos del nuevo gobierno prigresista.

El triunfo de Petro se une al de Andrés Manuel López Obrador en México, Alberto Fernández en Argentina, el retorno del partido de Evo Morales con Luis Arce a la Presidencia en Bolivia, Pedro Castillo en Perú, Gabriel Boric en Chile y Xiomara Castro en Honduras.

Esas victorias electorales parecen indicar que el neoliberalismo ha llegado casi a su final. Digo parece porque en estos países la izquierda no tiene mayoría en los congresos y tendrá que negociar su política económica, posiblemente disminuyendo su efectividad.

Todavía tenemos países donde el neoliberalismo sigue en el poder como si nada estuviera pasando en la región. Este es el caso de Ecuador, donde Guillermo Lasso enfrenta una insurrección popular.

No debe perderse de vista que este gobierno llegó al poder hace un año gracias a la división de los partidos de izquierda. Sin embargo, esta victoria no significó que se le diera un cheque en blanco para que hiciera lo que le diera la gana. No obstante, el nuevo gobernante cree que lo tiene y se dispuso a profundizar los acuerdos alcanzados por el gobierno de Lenín Moreno en 2019.

Se recordará que, pese a la pandemia, la Confederación Naciónal Indigenista (Conaie) dirigió un levantamiento contra Moreno forzándolo a dar marcha atrás a sus cruentas medidas económicas.

Lasso quiere volver a aplicar esa receta, solo que profundizándolas. Más del 80 por ciento de la población apoya las protestas contra las medidas neoliberales fundamentalistas del gobierno de Guillermo Lasso.

Actualmente, seis provincias están bajo el Estado de excepción y la Conaie pide que se levante esa medida como condición para negociar una salida a la crisis actual.

En Ecuador se da una lucha de clases cruenta, se trata de una guerra, donde una fracción de la clase dominante, encabezada por Guillermo Lasso, procura afianzarse el poder a toda costa.

La Conaie encabeza las luchas de los excluidos del país proponiendo que se les incluya en la distribución de los recursos nacionales dentro del esquema del capitalismo y la denominada democracia liberal. Habrá que ver si la Conaie y las organizaciones que la respaldan logran hacer una alianza con la fracción del capital que sale perdiendo con la política económica de Lasso.

Por lo pronto, queda claro que la Conaie quiere un movimiento pacifico. Una ilustración de esto es que anunció el paro nacional indefinido un mes antes de que iniciarán las protestas y el gobierno no le hizo caso. Ahora el gobierno se queja de que Conaie no quiere negociar y acusa a Leonidas Iza, presidente de la Conaie, de ser terrorista y de estar financiado por el narcotráfico. Esto revela que Lasso y su gobierno no quieren darse cuenta que su politica neoliberal a ultranza ya no se puede aplicar. No se dan cuenta que el propio presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, ha dicho que las políticas neoliberales radicales ya no tienen cabida. Sin embargo, la aplicación de políticas neoliberales fundamentalistas es algo personal para Lasso. Él es el tercer banquero en el pais y se quiere convertir en el primero, aprovechándose, entre otras cosas, de mecanismos crediticios para despojar a los sectores subalternos de sus recursos. Quiere ir más allá de lo que propone el Fondo Monetario Internacional, es decir, quiere ser más católico que el papa.

En sus cálculos iniciales para el presupuesto nacional consideraba el barril de petróleo a 50 dólares. Hoy el barril está a más de 100 dólares y, aún así, quiere aumentar el precio de la gasolina 90 por ciento. Mas aún, la recaudación fiscal aumentó en un 30 por ciento.

Lasso da señales de que la fracción del capital que dirige no tiene llenadera, pero esta ambición podría poner fin a su gobierno.

El levantamiento en su país ilustra que el neoliberalismo está en banca rota en nuestra América, pero no ha muerto todavía.

Se vislumbra la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, pero aún tenemos países como la República Dominicana, donde gobierna Luis Abinader, un empresario neoliberal de derecha, quien intenta profundizar las reformas neoliberales a través de la creación de fideicomisos inspirados en la filosofía de alianza público-privado, pero, por ahora, no se ha podido persuadir a la ciudadanía para que los apoye.

Pese a los debates que el tema ha suscitado, no se ha desarrollado un movimiento popular contra la creación de los fideicomisos. Lo que si parece claro a nivel regional es que la insurrección ecuatoriana da señales inconfundibles de que los días del neoliberalismo radical están contados.

Emelio Betances (visite www.emeliob.medium.com si desea leer ensayos sobre nuestro tiempo y crónicas personsles).