En la historiografía oficial, la que se enseña en la escuela, en la casi totalidad de las universidades, la que recorre los medios de comunicación social, incluso la Internet, se proclama que la cultura dominicana está constituida por las expresiones de “la cultura indígena, la española y la africana”, mostrándonos a la cultura africana con una dimensión homogénea, cuando esto no corresponde a la verdad.
En realidad, aquí trajeron “no al negro” sino “a los negros”, los cuales pertenecían a etnias distintas, que tenían sus culturas, sus creencias, sus religiones y sus lenguas diferentes. Algunos investigadores, como Carlos Esteban Deive afirma que fueron más de cien, las cuales cubrían sus costas norte-sur, que iba desde Senegambia hasta Angola y de ahí al interior del continente, durante el siglo XII al siglo XVIII.
Esto produjo una diversidad étnica y una pluralidad cultural que al encontrarse con la cultura Taína y la española generó una respuesta inédita particular, diferente a las demás culturas, de tal manera que se conformó una nueva expresión con su propia identidad. Es decir, una nueva cultura, criollizada, que terminó en lo que es hoy la cultura dominicana.
En este proceso, la relación española-africana fue determinante, ya que en los primeros años de la colonización fue eliminada la población indígena y la población esclavizada pasó a ser mayoritaria. La diversidad se convirtió en la identidad de la cultura dominicana de hoy, porque llegaron españoles con diversas expresiones culturales, incluyendo canarios. Lo mismo ocurrió con los pobladores negros libertos que llegaron del Sur de Estados Unidos a Samaná, de las islas inglesas a San Pedro de Macorís-la Romana y de Haití, enriqueciendo y dándole la dimensión de identidad, particularidad y diversidad a la cultura dominicana.
Estos procesos históricos-culturales han sido estudiados por Larrazábal Blanco, Carlos Esteban Deive, Martha Ellen Davis, June Rosenbeg, Marcio Veloz Maggiolo, Hugo Tolentino Dipp, Fradique Lizardo, Franklin Franco, Rubén Silié, William W. Megenney, Rafael Jarvis Luis, Carlos Andújar Persinal, Geo Ripley y Dagoberto Tejeda Ortiz, entre otros. Casi todos esos investigadores están de cuerdo de que somos un pueblo mulato con su propia cultura e identidad, contrario a lo afirmado por Joaquín Balaguer de que “somo el pueblo más español de América”.
Esos investigadores han estado incursionando en las diversas expresiones culturales del esclavizados y de los afrodescendientes en relación con su religión, la música, la danza, la gastronomía, etc., pero como el idioma español fue impuesto a todos los niveles por los “conquistadores”, la diversidad de lenguas fue desapareciendo, como hizo la dictadura Trujillista en Samaná y como en el contexto de la cotidianidad hizo lo mismo, por ejemplo, en Villa Mella con los Congos y el Pororó.
Patín Maceo, en su diccionario recoge la identidad de palabras del uso del dominicano y su procedencia y el investigador William W. Megenney incursionó en la búsqueda actual de aportes de palabras y su contenido de origen africano en dominicana y comienzó su incursión en el encuentro del español y del africano, afirmando “cómo el choque inicial de muchos esclavos africanos , criollos parlantes, , con un grupo de colonos españoles residentes en Santo Domingo, por ciertas circunstancias socioeconómicas del sigo XVI, han producido un lenguaje y una cultura particular que reflejan una amalgama de influencias subsaháricas, portuguesa y españolas que hoy son parte integral y fundamental de la llamada comunidad mulata”.
Eso es importante, pero por el clandestinaje obligado de sus lenguas con un primer sincretismo en los ingenios y luego en los manieles en el proceso del cimarronje, la comunicación gestual, fue la respuesta de resistencia, presentes hoy en día en la cotidianidad de los dominicanos, los cuales se comunican sin pronunciar palabras y estos contenidos no aparecen en ningún diccionario académico y si en la idiosincrasia nacional.
La y el dominicano hoy en día se comunican no solo con palabras, sino con el cuerpo, a través de gestos con significados específicos, gesticulando con las manos, los ojos, la frente, la boca y diversas expresiones corporales.
En nuestro código de comunicación popular, para decir que una persona está loca, solo basta con hacer un cirulo con el dedo de la mano derecha, los que no son “zurdos”, frente a la oreja del mismo lado o lo de colocar una mano sobre la otra, dándole movimiento a los dedos que sobresalen, para indicar que es homosexual. Resultado de la creatividad cotidiana ante una necesidad de comunicación al margen del lenguaje de los esclavizados africanos, para incluso evitar represiones, tenemos hoy, entre otras, las siguientes expresiones corporales:
a). – Cubrirse la boca al reír, por la represión de no hacerlo delante de la Sra. o del Señor.
b).- Cuando nos frotamos las manos para demostrar placer o seguir el ritmo de una canción.
c). -Cuando estamos preocupados o ansiosos que damos pasitos con las manos en la cintura.
d). -Al darnos una mala noticia, alzamos los dos brazos hacía arriba y cerramos los ojos por un rato.
e). -Cuando la noticia es buena, apretamos los puños, bajándolo o subiéndolo con intensidad.
f). -Cuando parados inclinamos un pie pegado a la pared o a un árbol para descansar.
g). -Al bailar el ritmo musical lo llevamos en la cintura, como en el caso del merengue.
h). -Al abrazar a una mujer para caminar juntos, uno de los brazos lo ponemos en su cintura.
i). -Cuando hablamos gesticulando y lo hacemos en alta voz.
Este lenguaje corporal, esas gesticulaciones, herencia enriquecedora africana es parte de nuestra dominicanidad, que no debe de ser reprimidas y menos desvalorizadas indicando que eso lo hacen las personas ignorantes, la gente del pueblo, ya que no es expresión de personas “educadas” y “cultas” lo cual no es propio de “gente de clase”, las cuales viven una falsa europeizante de personalidad en proceso de neocolonización y alienación. El mantenimiento de este lenguaje corporal y estos gestos son parte de la resistencia en la lucha singular de ser nosotros mismos y es parte integrante de nuestra identidad.