El lenguaje ha sido fundamental para el desarrollo de la humanidad. Según Yuval N. Harari, entre los diferentes tipos de homínidos, el sapiens se impuso no por ser el más fuerte o inteligente, sino por desarrollar mejor las comunicaciones (más parlanchín) lo que le facilitó el organizarse en grandes poblaciones. Así, los humanos con mejores capacidades de comunicación serían más exitosos evolutivamente. Nuestro nivel de adaptación social es directamente proporcional a nuestra capacidad de comunicación.

Nuestro cerebro tiene zonas para: recepción de mensajes o estímulos, interpretar dichos mensajes, reaccionar emotivamente, decidir si realizaremos alguna acción, otras para analizar cómo actuaremos o reaccionaremos, y finalmente áreas motoras que manifestarán de alguna forma lo que queramos expresar. Es compleja la neurociencia de la comunicación, pero es una de las facultades más característica del ser humano y aunque hay áreas cerebrales específicas de la comunicación (Broca, Wernicke), interviene gran parte del cerebro, especialmente cuando además de hablar estamos diciendo algo, ya que muchas conversaciones no dicen nada.

Solemos decir que los animales no hablan, pero realmente lo hacen. Sabemos que las ballenas tienen un sistema de comunicaciones, como lo tienen las abejas, las hormigas, etc.

El caso de John Ssabunnya de Uganda, fue un niño que se perdió en la selva a los tres años y fue criado por monos verdes. Fue rescatado y educado como humano. Posteriormente se quiso hacer un documental sobre él y al reunirlo otra vez con los monos verdes, se pudo descubrir con sorpresa que el niño era capaz de comunicarse con estos simios. ¡Todo un Tarzán de la vida real!

Nuestra principal comunicación es la oral, por eso el término lenguaje viene etimológicamente de la palabra lengua, pero nuestra comunicación es más amplia. El lenguaje es indispensable para la vida en sociedad, y la calidad de éste, se relaciona con el coeficiente de inteligencia, la cultura y el desarrollo cerebral.

El lenguaje estará vinculado estrechamente a la cultura. Un elogio en un pueblo puede ser un terrible insulto en otro (Ejemplo: llamar “cuero” a una mujer en México=muy atractiva, pero en República Dominicana=prostituta).

Entre los lenguajes humanos que conocemos están: el oral, el corporal (o no verbal), escrito y el simbólico. Algunos autores enumeran mayores variedades, pero usualmente son subclasificaciones de estos. Nuestra forma de mirar, comportarnos, vestir, nuestros hábitos y nuestras relaciones sociales, son parte de nuestro lenguaje ampliado, hablamos con nuestras propias vidas y nos expresamos incluso sin saberlo.

A menudo, grupos sociales intentan ser diferentes y desarrollan vocabularios diferentes, solamente comprensibles entre ellos y de alguna forma los hace sentir especiales y les proporciona sensación de pertenencia a su grupo, siendo un retroceso ya que les dificulta la integración con el resto de la humanidad. Podría parecer gracioso el expresarse incorrectamente, pero para nuestro desarrollo personal y social, la buena comunicación es un requisito.

El episodio bíblico de la Torre de Babel nos proporciona un ejemplo de cómo el crecimiento de una población sin la adecuada comunicación entre sus ciudadanos termina colapsando (Génesis 11). Mientras mayor sea una civilización, mejor comunicación requiere para su adecuado funcionamiento. Si no hay justicia, equidad, verdad y claridad en la comunicación, no podrá haber el compromiso necesario de los ciudadanos para el desarrollo de una nación.

El desarrollo del lenguaje normalmente es proporcional a nuestro desarrollo cerebral. Hemos tenido muchos avances en el conocimiento de la neuroplasticidad del cerebro, no es la estructura rígida que creíamos que era. En realidad, podemos y debemos incentivar la actividad cerebral, lo que sabemos que multiplica nuestras sinaptogénesis (codificaciones biológicas para registrar conocimientos nuevos) y la neurogénesis (formación de nuevas neuronas). Sabemos que el órgano que no se usa, tiende a atrofiarse y el cerebro no es la excepción. Por ejemplo, el perfeccionar nuestro lenguaje, juntamente con actividades como: leer, estudiar, meditar, ejercitar nuestra mente, etc., promueve nuestro desarrollo cerebral. El aprendizaje constante de nuevas palabras y conceptos es sin dudas, un proceso que incrementa nuestra actividad cerebral, aumentando nuestra inteligencia. Si hablas lo mismo que hace 10 años, tu aprendizaje podría estar estancado y tu cerebro en deterioro progresivo.

Algunas reflexiones:  Es posible hablar mucho y no decir nada, de nosotros depende que nuestras palabras tengan valor. Administra tu lenguaje de manera que cuando te expreses sumes y no restes. Y recuerda que tu lenguaje es más fácil de comprender cuando se acompaña de una sonrisa sincera. Aunque tus palabras no se correspondan con lo que piensas, tarde o temprano lo que piensas se hará evidente. Nuestras palabras no tienen el “peso” que tenía la palabra de nuestros abuelos.

El lenguaje puede ser mágico, con fuerte contenido simbólico y verdaderamente poderoso.

Nuestra vida es un discurso y nuestros pensamientos se desarrollan en forma de un diálogo interno. Pensamos hablando, aunque a veces hablamos sin pensar. Unas palabras que nos digamos a nosotros mismos podrían cambiar totalmente nuestras vidas o podrían ser por lo que seamos recordados cuando hayamos partido.