Francisco Reynoso (don Pancho) llegó a la casa de don Jorge Chaljub. “Vamos conmigo a Sabana, compadre, a buscar al ahijado Rafael, que está muy mal herido”, dijo don Pancho a don Jorge. Ya en el camino confesó: "Hay que tener valor, compadre, el ahijado no es que esté herido, sino que está muerto". En la casa se lloraba el muerto y se preparaba todo para el funeral.

El secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, general Enrique Pérez y Pérez, seguido por el secretario de Interior y Policía, Carlos Rafael Goico Morales, informaron al país que el muerto de la Sabana Consuelo era Rafael Chaljub Mejía. Don Jorge Chaljub destapa el cuerpo sin vida que estaba tapado con ramas y yaguas, y frente a él se dio cuenta de que el cadáver no era Rafael Chaljub Mejía, sino de Luis Parris.

Rafael Chaljub, a pesar del cerco y rodeado por la muerte, había logrado evadir la persecución, refugiado primero en casa de un campesino y luego trasladándose hacia la capital.

Sentado en el mueble, leo en Cuesta Arriba (Memorias) la larga existencia, sus luchas, sus aprendizajes, aventuras, desvelos y orgullo de Rafael Chaljub Mejía.  Ha sido un hombre afortunado y protegido por los dioses, a pesar de los difíciles que se la pusieron. Llegar a ser un hombre sabio, un mito para algunos, ha conllevado una travesía rica y dura a la vez. Él regresó a casa, llegó después de mil adversidades y algunos golpes de fortuna.

Para Rafael, “al final todo acaba siendo una confrontación con uno mismo. Los hechos y acontecimientos que vivimos sirven de espejo de nuestra interioridad”. Lo que ocurre ahí fuera suele encajar poco con nuestras expectativas e ilusiones. Solo la confianza ciega en la vida misma, sus conocimientos y también sus misterios pueden amedrantar los fantasmas del miedo, la desesperanza y el olvido.

Desposeído de patria y viviendo en la clandestinidad, Rafael Chaljub cultivó el coraje, la astucia, la amistad y el honor desoyendo los cantos de sirena que pretendían minar un alma que bebió tragos amargos de nostalgia. A Chaljub se le humedecen los ojos al recordar tanta melancolía convertida en tragedia.  El camino del desapego es el más duro de todos. Es el gran viaje. Desabrazar los algodones del amor para volver a él, transformado. Igual que uno va creciendo, este sentimiento también lo hace para hacerse esencia.

Del afecto blandengue al amor duro, el que no teme, el que se da, el que se conmueve. Un apego que expresa lo que fueron y lo que ya no somos. Cada elección que hacemos en la vida apoya o niega este penetrante hecho.

La Gorda, lugar donde nació Rafael Chaljub, la tierra que lo vio partir, es el símbolo del viaje de la vida (salida, lucha y retorno). Es un camino de transformación, la conquista de uno mismo que no pasa solo por conocerse, sino por desvelar su naturaleza más esencial, convertirse en un Seeker of true, (buscador de la verdad), buscador de sueño (utopía). Aunque el viaje lo empezó nada más al nacer, suele ser a mitad de su madurez cuando tiene una mayor conciencia de la vida como proceso. Ya ha habido un antes y queda todo un después.

Sobreviviente de la guerrilla de Manuel Aurelio Tavarez Justo (Manolo), declarado muerto en los doce años de aquel Gobierno tan cruel de Joaquín Balaguer, Rafael Chaljub Mejía nos deja como su legado 15 obras fundamentales; pero su mayor aporte fue la creación, juntos a otros, del Partido Comunista del Trabajo (PCT). Guiado por sus ojos, se ha mantenido monolítico como la doctrina que le sirvió de bandera.

Sentado en la mecedora, Rafael Chaljub Mejía se queda en silencio. Cierra los ojos. Entra en conexión con el momento presente, el ahora y el aquí en toda su rotundidad. Su semblante es sereno y a la vez emerge de su presencia una enorme intensidad. Entonces comprendo que los discursos, los pensamientos y las norias emocionales solo podrían enturbiar ese momento sagrado.  En Rafael Chaljub encaja aquella expresión de David Richo: “Héroe es todo aquel que ha vivido a través del dolor y ha sido transformado por él”.

“Y al fin de esta labor por buscar la verdad en los hechos para escribir con respeto por la historia, aquí les entrego mis memorias. En ella se podrá apreciar lo cruel y despiadado que fue aquel gobierno, el rigor con que castigó al pueblo y persiguió a sus más verticales opositores, y también podrá apreciarse el coraje y la determinación de lucha de nuestro pueblo, que ni aún en los momentos más intensos del terror silenció su protesta”. (Rafael Chaljub Mejía, Cuesta Arriba, memoria, contra portada).

Nos pasamos toda la vida esperando el gran día, el gran final de la batalla, o la gran hazaña de alcanzar el poder. Pero tal consumación no le es dada a muchos, ni es preciso que así sea. Con tal de que nuestro ser se tense apasionadamente dentro del espíritu en cada cosa, ese espíritu emergerá de nuestros esfuerzos escondidos y sin nombre por un mejor amanecer.

Concluyo este laberinto con el último párrafo del libro Cuesta Arriba Memoria: ”Cierto que físicamente ya estoy muy lejos del jovencito aquel que se lanzó a la lucha revolucionaria, pero moralmente sigo siendo el mismo, y con tanta convicción como antes. Si me faltan las fuerzas físicas de antaño, me sobran conciencia y corazón para decir una vez más que si el tiempo, los años y el camino se llevaron al joven, en cambio ¡aquí está el viejo! Con la misma determinación de seguir por la misma senda de pavimento caliente y hacia el mismo horizonte de esperanza y en la misma dirección de siempre: Cuesta Arriba. Así el avance no es mucho más fácil, por supuesto, pero es de la única forma en que se alcanzan las cumbres".