(Escrito por Juan Miguel, Amaury y Amín Pérez Vargas)
Del Movimiento Revolucionario 14 de Junio se ha publicado mucho. Ensayos historiográficos, poemas, guiones teatrales y cinematográficos, canciones, fotografías, entre otros géneros. A pesar de todo eso, todavía queda mucho por conocer y escribir de la organización política que despertó en más de una generación de dominicanos el ideal redentor de la justicia social y, que todavía hoy, a sesenta años de su apogeo como protagonista de la historia dominicana, el recuerdo de su ejemplo continúa suscitando admiración, compromiso y esperanza.
Pero hay una dimensión de esa historia de la que poco se ha escrito, y tiene que ver con la fraternidad que se tejió entre los miembros de esa organización durante los pocos, pero intensos años de actividad de la Agrupación, y también más allá. Quienes suscriben tuvimos el privilegio de ser testigos presenciales sobre cómo, aún después de los diversos reveses, muchos catorcistas fueron ejemplos vivos de compañerismo y amistad. Esto fue clave para poder romper el cerco del derrotismo, del acorralamiento económico y la marginalidad social en la que se vieron quienes sobrevivieron aquellos duros años, luego de la restauración del orden conservador dejado por los EEUU en RD en 1966.
¿Cómo olvidar a esos médicos catorcistas que se dedicaron hacer un servicio social, pero también a atender a sus compañeros y a las familias de sus compañeros? ¿Cómo no recordar a los abogados catorcistas que protegieron a sus compañeros que eran perseguidos políticos durante los doce años? ¿Cómo olvidar cuando a alguno de los compañeros le hacía falta algo esencial, habían catorcistas que pudieron establecer empresas, y acompañarlos en sus situaciones?
El 1J4 fue una mística, y por eso aún vive en el corazón de muchos. Y esa mística, sin dudas, se debe al carisma, pero sobre todo a las ideas, y a la personificación de las mismas, que encarnó su líder, Manolo Tavárez, cuya autenticidad, compromiso y entrega estuvo a prueba de todo oportunismo, egoísmo o personalismo. Manolo fue para los catorcistas más que un líder, fue ante todo una propuesta de un ser humano solidario, responsable con sus tareas, siempre perseverante ante cualquier adversidad que pudiese presentarse. Era un ser fundamentalmente revolucionario: Manolo en la clandestinidad fue el que tuvo la valentía, junto a Minerva, de buscar unir por primera vez a todos los grupos de resistencia antitrujillista en plena dictadura, corriendo todos los riesgos. Manolo en la cárcel fue aquel que sufrió todo tipo de torturas, y mostró no solo dignidad ante las mismas, sino firmeza en las ideas que sus verdugos buscaban doblegar, mostrando de paso una solidaridad incondicional e inolvidable con todos sus compañeros de prisión. Ya ajusticiado Trujillo y legalizado el 1J4 (pero perseguido), Manolo fue aquel que supo organizar la más importante organización política del país, de carácter popular, logrando concitar todos los tipos del espectro socioeconómico de ese momento dentro de su militancia verdinegro. Manolo fue el que en la plaza pública enfrentó todas las adversidades de la clase dominante de ese tiempo, en cuyos discursos históricos denunciaba sin vacilación ni medias tintas a los enemigos ancestrales del pueblo dominicano. Levantando la bandera de los héroes de Junio del 1959, Manolo se fue a las montañas el 28 de noviembre de 1963, como un patriota, cumpliendo con su palabra, y como la única respuesta contundente al golpe de Estado a Bosch acaecido dos meses antes. Manolo, el comandante que privilegió las vías democráticas para decidir la suerte de la tropa guerrillera, cuando ya exhaustos los combatientes verdinegros, decidieron entregarse bajo la palabra de las autoridades de que sus vidas serían respetadas. Manolo fue el que ante el pelotón de fusilamiento que asesinaría a mansalva a los guerrilleros catorcistas, le increpaba a los criminales que él era el único responsable del alzamiento, tratando así de salvarle la vida a sus compañeros. Ese era Manolo, y muchos catorcistas han seguido esa ruta como filosofía de vida, como principio y práctica política y también humana.
Uno de esos casos que representan el legado de coherencia con el pensamiento y praxis de Manolo Tavárez, ha sido Marcelo Bermúdez. Un ser humano que, viniendo de sectores pudientes de la sociedad dominicana, decidió echar su suerte con la del líder catorcista y todos sus compañeros, en defensa de la democracia y la justicia social para todos y todas en RD. A lo largo de toda una vida, Marcelo ha practicado la solidaridad y la dignidad como estandarte ante sus compañeros y el país. Su obra artística ha sido una de las formas en la cual ha trabajado esa herencia que deja Manolo: memoria contra olvido. Sus esculturas y pinturas, hoy exhibidas en el monumento en La Diferencia (San José de las Matas) y en el Museo de la Dignidad, en la ciudad de Santo Domingo, son testimonios de ese cumplimiento.
A lo largo de décadas, Raúl Pérez Peña (Bacho) y Marcelo Bermúdez mantuvieron una amistad y compañerismo sin fallas. Esa relación se fraguó en el tiempo precisamente por esa fidelidad compartida ante el ejemplo de Manaclas y del catorcismo histórico, con Manolo Tavárez a la cabeza. Innumerables fueron los momentos especiales de una relación de compañeros de ideales y amigos que sostuvieron los dos militantes catorcistas en pos de la promoción de la memoria democrática de nuestro pueblo. Marcelo, el artista, y Bacho el comunicador, aunaron esfuerzos para la celebración de múltiples actividades artísticas y pedagógicas en diferentes momentos a lo largo de más seis décadas.
En lo que fue su último viaje fuera de la ciudad de Santo Domingo, Bacho se desplazó a Santiago a rendirle homenaje a Marcelo Bermúdez. Junto a un conjunto de compañeros catorcistas, participantes en los frentes guerrilleros de 1963, Bacho y el Museo de la Dignidad, hicieron reconocimiento en un acto muy emotivo en junio pasado a Ramón de Luna, por su contribución a las causas del pueblo dominicano, y a Marcelo Bermúdez, por su ejemplar trayectoria y lealtad catorcista. Al momento de tomar la palabra, Bacho resaltó precisamente las características no solo políticas, sino personales que marcan a Marcelo como compañero. Y en una de sus últimos escritos, Bacho calificó a Marcelo como ese que nunca ha olvidado su historia y la gloria catorcista vivida.
A los 60 años del alzamiento del 1J4 contra el Golpe de Estado de 1963, y del vil asesinato, aún impune, de los catorcistas alzados en las escarpadas montañas de Quisqueya, el Museo de la Dignidad celebra esa amistad y ese patrimonio vivo que es Marcelo Bermúdez, símbolo de todo lo que era Manolo Tavárez, y del proyecto de país que el catorcismo buscaba desarrollar en República Dominicana.