El fenómeno de la pandemia, a pesar de su fuerza devastadora y trágica, no puso a la humanidad de rodillas; continuamos resistiendo y venciendo. Todos tuvimos la oportunidad de ver escenas desgarradoras, tanto en lo nacional como en otros lugares del mundo. Nos llenaron de espanto eventos tan trágicos como los de Brasil, de Italia y de los Estados Unidos. Con solo describirlos o pensarlos, aún pueden lacerarnos. Era difícil ver cómo los grandes poderes se reducían a nada frente a algo que provocaba la muerte de sus ciudadanos, sin poder evitarlo.

La época pandémica es -quizás- la más triste de nuestra existencia. Aún estamos amenazados. Los que se fueron -que suman millones- ya no están con nosotros y todos los que estamos vivos tenemos algún nivel de afectación, sea este somático o psicológico. El mundo todavía no dispone de informaciones, en esta época pospandemia, de los daños económicos, sociales y espirituales causados por este fenómeno a la humanidad.

La pandemia nos afectó a todos los niveles, no sólo en lo material, sino también en lo emocional. Muchas personas todavía no se han recuperado de los daños físicos y mentales causados por la pandemia. En menor o mayor medida, todos fuimos impactados. Obligados al confinamiento para no morir, los hogares se convirtieron en una especie de cárceles familiares. El cerco era inminente e incontenible. ¡Y terrible!

Refugiados y confinados en la intimidad de sus hogares, bajo el pánico para no contagiarse y morir, los seres humanos echaron a un lado su vano orgullo del buen vestir y descuidaron su propia imagen física. No había la necesidad de vestir bien y elegantemente, sino de vivir… Y si

usted tuviera alma y mirada de sociólogo, como yo, y observara hoy a los ciudadanos en las calles y en sus centros de trabajo, advertiría inmediatamente que las personas han olvidado su piel social, y su vestimenta también ha cambiado. Haga un poco de sociología y se dará cuenta de esa realidad sublime que sólo la poesía y la sociología descubren.

Las batallas más terribles las libraron los médicos y todo el personal sanitario, dando su vida por amor. Los estados y los gobiernos del mundo todavía ignoran el tamaño de este sacrificio. No se conoce en el mundo ninguna acción histórica de gratitud, de parte de los gobiernos, que reconozca el heroísmo del personal sanitario de nuestros países y recompense -en términos materiales y de bienestar- ese sacrificio sin igual.

Lo que digo va más allá de una acción puntual y justa de un reclamo salarial a favor del sector salud. Lo que expreso es -en el fondo- una propuesta reivindicativa universal para todo el personal sanitario del mundo que arriesgó su vida para salvar las de sus hermanos, bajo la amenaza de la terrible pandemia que aún nos afecta.