El amor es una ecuación cósmica. Es un talento o energía de selección. Es igual al arte y al manifiesto final, que es la obra como resultado. Solo a pocos se les da ser elegidos, y quienes lo descubren, diferencian la vida trascendente; es decir, advierten que existir no es un solo andar.
Los que aman no perdonan, no conocen el daño, la sinrazón, la maldad y, por supuesto, el arrepentimiento no está en su entorno. Emanan entrega, bondad. Su angustia por dar es una necesidad del ser exento de ego. Es una búsqueda para encontrar al depositario de ese caudal.
El amor es una imposición emocional. Se hace imperioso que pueda desembocar en el otro; tanto, que es difícil quedarse lleno de ese sentir, alimento espiritual para los demás. Su misión es florecer en otro ser, no siempre el adecuado. No todos tenemos tierra fértil para la fe fecundadora, para establecer la conjunción ideal que es dar de ambas partes.
La acción espontánea es su consecuencia natural. Amar es recibir sin esperar y, como resultado, la gran proeza, lo que todo el mundo va buscando como ideal: el estadío de plenitud de los seres vivos, y en particular la especie humana.
Una fase equivocada del amor como práctica común de los humanos es el enamoramiento. Nuestro organismo segrega unas drogas que inducen la atracción sexual y el apareamiento. Propician quedar atrapados en la atmósfera mágica que nuestra naturaleza condiciona; por lo tanto, confundimos como amor.
Es inaudito e irracional que nos volvamos desenfrenadamente locos ante un desconocido. Es asombroso que seamos capaces de hacer cosas tan sorprendentes que en tiempos de cordura jamás nos atreveríamos. Vivimos una euforia momentánea. Por suerte, el embrujo y el éxtasis pasan.
Este trance puede ser tan peligroso como extremadamente divino. Estar enamorado es lo mejor de la existencia, como se suele decir. Será una tarea titánica vivir en esta ola de cresta interminable.
Debemos estar conscientes de que el amor no se da siempre en el enamoramiento. El amor es el más importante valor. Sin él, sería insostenible la relación homo sapiens con sus semejantes y demás seres vivos.
Por amor se han creado
los hombres en la faz de la tierra.
Rafael Solano
El amor es un sentir que va más allá de poseer un cuerpo del que uno se enamora. La fuerza del enamoramiento puede estar equivocada más de lo que uno se imagina. Es como un personaje dramático que se viste de ambigüedad. No es real, no es sincero. Se coloca las mejores galas.
Nos convertimos e interpretamos a los mejores seres de la humanidad. Somos perfectos, ídolos, hacemos cosas de dioses. Somos capaces de bajar la luna, ¡sí!, ¡bajamos también estrellas! Nuestras pisadas flotan. Somos duendes de la fantasía haciendo castillos en el aire. Todo es sinuoso y muy arriesgado.
Las hormonas de la felicidad, es decir, las endorfinas, serotonina, dopamina y oxitocina son las responsables del enamoramiento, un fenómeno totalmente orgánico y biológico. Actúan como una especie de narcosis para la seducción y el apareamiento. Nos hacen sentir placer y bienestar.
El sentimiento del amor es diferente. Es abstracto. Existe y te toca de manera fortuita. Eres amor, serás depositario de este sentimiento. Esa energía universal reunida hará la fascinación de la conjunción.
Es posible la coincidencia del enamoramiento con el amor cósmico, que es amor de sentimiento; y que te toque, como el gran custodio en lista de espera, el talento de amar y ser correspondido. Pero creo que la mayoría de veces no es factible, ¡la experiencia lo confirma!
La gente busca cosas, intereses, facilidades, oportunidades, o simplemente desconoce el amor. O sea, que en el amor no hay ego. Por eso, quienes profesan amor por siempre son minoría. ¿No es, acaso, la misma ecuación de amor ideal como fórmula hacia padres, hijos, hermanos, amigos y animales? Amores eternos y, definitivamente, también escasos.
El ideal de familia y de amistad, en la mayoría de los casos, no es real. La costumbre nos hace creer en ese mundo fantástico. Nos idealiza el amor que luego no comprobamos en el paso por la vida.
Con la pareja de elección vamos hacia un derrotero todavía más delicado. Nos dirigimos hacia un camino profundo. Abrimos puertas emocionales intensas y frágiles al mismo tiempo. La intimidad se descubre. Sondea, se adentra en las fibras del ser con ternura, bondad, pureza, y la verdad como Dios.
Entonces el amor florece, echa raíces. No es posible que sea de manera unilateral. Es un fracaso total si en el enamoramiento suponemos que esto se manifiesta. El cuerpo y el alma se conjugan en un acuerdo tácito de complicidad arraigada en la naturaleza, en el cosmos, o en las leyes del universo, para una fragilidad latente por siempre.
El amor eterno existe, pero tiene que darse en condiciones de amar-amar. No hay otra posibilidad. Lo demás son intentos fallidos de acompañamientos que la sociedad impone. Confundidos con el amor cupido, al que a primera vista accedemos, para el compromiso, muchísimas veces fracasa. Debe darse una especie de fortuna y sentido común para este regalo de la vida. Para amar se necesitan dos almas en doble vía.
No hay garantías para el amor. Sucede, invita y convoca. Se hace presente cuando quiere. Es espontáneo, ligero, sin poses ni obligaciones, y no necesita consanguinidad. El amor verdadero es más fuerte que la vida. Podemos morir de tanto amor, de desamor, o amor en negativo (sin amor).
Definitivamente, sin este sentimiento la vida no tiene sentido y color. Podemos decir que la necesidad de dar amor es igual de gratificante que cuando lo recibimos. La acción de donar siempre, abiertos de corazón, para recibir al que emana amor, es una ecuación que no fallará.
El universo concentra una gran energía de verdad, belleza y armonía, sinónimo de amor.
El amor no consiste en mirarse
el uno al otro,
sino en mirar hacia afuera
en la misma dirección.
Antoine Saint-Exupéry