¿Cuál es la tensión que crea el barroco en la cultura, la literatura y el arte? La visión barroca del mundo la encontramos en el tiempo-espacio mismo de las imágenes. Antes y después del renacimiento. La ruta y el camino de imágenes que renacen desde una visión opulenta despertando un sueño que origina un movimiento de formas, contrastes y fuerzas imaginarias que viven en los artistas de trazos, rasgos y ejes visuales  haciendo estallar sentidos y técnico de representación.

Pulsiones y pasiones barrocas nacen en la vida cotidiana y  revelan los sueños de los artistas que cultivan diversos géneros; lo que supone en contexto de pensamiento, una edad de la razón barroca definida también como una estética del poder visual y del cuerpo idealizado por una mirada soluble y crítica de las formas cromáticas,  geométricas, voluptuosas y tangibles. Lo que se expresa como tensión histórica viviente  de los signos que pelean en diversos ámbitos de la representación y los estados del ser artístico.

El barroco es también una auténtica percepción y visión de los contrastes rítmicos en la imagen pictórica, escultórica,  arquitectónica, literaria plasmada como sierpe dinámica y lenguaje; cosmos y arquetipo que rebasa la forma del arte legible en Góngora, Quevedo, Gracián Pontormo y Marino. Emerge del intertexto de los cronistas de indias, la experiencia poética y narrativa de Rabelais, de la escritura esperpéntica de don Ramón del Valle-Inclán y llega a la expresión poética y narrativa de tres grandes prosistas y poetas cubanos: José Lezama Lima, Alejo Carpentier y Severo Sarduy, siendo los tres exquisitos ensayistas, novelista y críticos de arte.

Las aventuras del barroco europeo, latinoamericano y caribeño y donde alcanzan valor el género y el antigénero artístico y literario no dejan de renacer como presencia fantástica de un ojo mítico y estético-sensible que convierte la cosa-en-sí del arte en filosofía de la forma sigilosa. Elemento que involucra como especie de juego la palabra y el sueño, ambos advertidos por el artista y el espectador, este último engañado por la razón y la ficción serpentinas que producen monstruos, ángeles y demonios rígidos, blandos, ateos y danzantes.

Es desde el escenario barroco cuando los objetos se convierten en rayo, cárcel, camino de sombras, iglesias, altares, cruces y la escenografía organizada por los símbolos de un "gran teatro del mundo" que producen las cadenas, baldones y birlos estrepitosos en cuya poética alegórica se revela un contraorden surgido por el empuje aurático del autor y el personaje.

El mundus calderoniano ha sido concebido y leído por aquel cuerpo melancólico, donde crecen se reproducen y se escuchan como vuelos, letanías, escrituras políticas o religiosas.  La travesía del barroco es espejeante, a la vez que oscura en la Babel de indias y sus movimientos de creación y subversión.

La farmacia y la experiencia del barroco crean un camino insospechable, cadenas, emblemas,  libros prohibidos, cruces, lámparas de velas, ropajes, coronas de cobre o plata, cuerpos enfermos, libros y monedas viejas. (Al respecto, ver, Fernando R. de la Flor: Era melancólica. Figuras del imaginario barroco, Eds. José J. de Olañeta, Editor y UIB, Barcelona, 2007).

Toda una “enciclopedia” de objetos, sombras de casas y palacios alimentan la mirada de muchos objetos,  espacios barrocos y manieristas.

Al registrar y leer la ciudad barroca, la ciudad como suma de signos imágenes y movimientos, la base figural se ajusta a modelos y formas de creación. De esta suerte el historiador español José Antonio Maravall acentúa el enmarque de la ciudad barroca:

"Propio de la ciudad barroca es el emplazamiento en su cinturón de cuarteles que como vigorosas tenazas puedan sujetarla. En la ciudad del XVII se reúne un abundante número de pordioseros, vagabundos, pícaros, ganapanes, ladrones, etc., amplia gama de tipos de una extensa  subcultura desviada, la cual pertenece a las condiciones del Barroco. En las ciudades-observaba el P. Mariana, respecto a su tiempo- hay siempre gentes dispuestas a la violencia y a la novedad, a fin de trocar su pobreza por la riqueza de los otros." (Ver, La cultura del Barroco, Eds. Ariel, Barcelona, 1998, p.266).

¿Qué otra cosa sucede en la ciudad barroca? Según los registros de Maravall:

"En la ciudad barroca se levantan templos y palacios, se organizan fiestas y se montan deslumbrantes fuegos artificiales. Los arcos de triunfo, los catafalcos para honras fúnebres, los cortejos espectaculares, donde se contemplan sino en la gran ciudad? En ella existen academias, se celebran certámenes, circulan hojas volantes, pasquines, libelos, que se escriben contra el poder o que el poder inspira. En ella se construyen…locales para teatros y acuden las gentes a representaciones escénicas que entrañan la más enérgica acción configuradora de la cultura barroca. En esos términos, la creación moderna del teatro barroco, obra urbana por su público, por sus fines, por sus recursos, es el instrumento de la cultura de la ciudad por excelencia". (Op. cit. p.267).

Mundos y cuerpos, mundos-ciudades, cuerpos urbanos, tumultos y fuerzas sociales, máscaras dinámicas y espejos marcados por colores estridentes y fantásticos originan otros universos políticos abiertos a las masas humanas que avanzan a ritmos violentos y ascendentes.