Un conjunto de personas garantiza con su labor profesional la creación de una gran empresa y de una obra plástica a la vez, cuando asumen el compromiso profesional de hacer una película largometraje de ficción o documental. La experiencia se verifica también cuando se realiza un corto de ficción o documental, un mediometraje de igual característica, una serie o miniserie de televisión, un comercial para televisión y un vídeo musical sobre un ritmo o artista determinado. Dependiendo de las condiciones económicas, técnicas y creativas de la propuesta, un equipo humano contratado puede tener más experiencia que otro en esa delicada labor estética. También, la infraestructura técnica y física puede variar e incidir en la calidad argumental y visual de la historia.
En todo caso, asumir la producción de una película será siempre una gran empresa, lo que no necesariamente garantiza que el resultado plástico la convierta en una gran película. Una gran película es aquel proyecto audiovisual que se gana el respaldo del público local, trasciende las fronteras regionales y se convierte en un referente creativo de incidencia mundial. A ello se suma la valoración experta que un grupo de críticos con labor cotidiana en los medios de comunicación emita sobre ella, realzando los elementos claves de su estructura narrativa que la distinguen sobre las demás de su género.
Cuando un grupo de seres humanos inicia el arduo y extenso, pero fabuloso proceso de hacer una película, siempre piensa en hacer una buena y gran película. Ese ego racional no es sólo de los cineastas, la experiencia nos ha demostrado que todo artista persigue el éxito con el desarrollo de cada propuesta, con cada proyecto, aunque ya posea la inmortalidad con producciones anteriores.
Para convertir el fenómeno cinematográfico en una suma coherente de talentos puestos a disposición de la materialización apropiada de cada película, cuenta de manera fundamental la capacidad intelectual, creativa y humana del director de la misma. El personal seleccionado para laborar en cada obra audiovisual, sea talento, personal creativo, técnico o de apoyo, está bajo el control general del director de esa gran empresa. Claro está, el director se auxilia de responsables de áreas, estos a su vez de asistentes y auxiliares con pericia comprobada y demostrada en cada renglón de proyectos anteriores.
En la estructura creativa y técnica de la obra, intervienen expertos de áreas con las cuales el director tiene que armonizar criterios estéticos, más que ordenarles acciones técnicas o administrativas. Entre esos talentos especiales tenemos el productor ejecutivo, compositor musical, jefe de vestuario, director de sonido, director de fotografía, productor artístico, entre otros aspectos claves del proyecto en desarrollo.
Con este grupo de seres humanos y otros que podrían sumarse dependiendo de las características y necesidades de la película, la relación del director siempre debe ser horizontal, diáfana y cordial. La contratación de estos, por lo común se lleva a cabo a partir de un buen currículo profesional, otras, producto de una extensa relación de trabajo con el director en otros proyectos.
La mayoría de las veces por la amplia experiencia de trabajo desarrollada en propuestas diversas de la industria cinematográfica local o internacional.
Lo esencial es que estos entiendan el proyecto, asuman la dinámica de trabajo del director, y armonicen su labor con las de los demás integrantes del proyecto en desarrollo.
Como casi todos sabemos, no todas las etapas de producción de una película se materializan al mismo tiempo. Unas suelen ser más extensas que otras, e incluso podrían repetirse durante el rodaje, siempre que así lo requiera la calidad estética y técnica del proyecto.
Ese mismo criterio se aplica en torno a la presencia de personal artístico en las áreas de rodaje. No todos son necesarios a la vez, en consecuencia, la producción ejecutiva los citará de acuerdo a las necesidades de desarrollo de la película.
Sobre todo, debemos ser muy meticulosos con el control del tiempo de talentos frente a cámara, porque generalmente tienen un costo más elevado que todos los demás empleados, y si su presencia no se justifica creativamente en un determinado momento, para qué tenerlo ganando dinero sin trabajar en los camerinos o el set de rodaje. Máxime, cuando su contrato puede incluir cláusulas que requieran un pago extraordinario por retrasos en el desarrollo de sus roles.
La convivencia de uno, dos o tres meses que generalmente requiere el rodaje de una película, debe estar rodeada de orden y legalidad laboral. Esto quiere decir, contratar bajo ciertas normas éticas y jurídicas, cada miembro del equipo de trabajo. Es importante definir y hacer entender a todos los involucrados en la producción del proyecto que la exclusividad y la fidelidad son dos aspectos innegociables, antes, durante y después de rodada la película.
Quién posea varias ofertas en una misma fecha de rodaje debe decidir por una de ellas, pues su presencia no debe ser circunstancial en ninguno de los proyectos en los cuales se desea contratar.
Este criterio funcional todavía es de baja presencia en la industria cinematográfica local por los escasos proyectos de producción y co-producción internacional llevadas a cabo. Cuando amparadas o no en los preceptos jurídicos de la ley de incentivo cinematográfico del país, tengamos la presencia constante de producciones cinematográficas pagadas con recursos internacionales en dólares o euros, ese cambio repentino de conducta laboral se va a presentar, afectando sensiblemente la producción de cualquier película dominicana de bajo presupuesto.
¿Qué contempla la Ley 108-10 para controlar y corregir estos casos? En sus nueve (9) capítulos, sus cincuenta y seis (56) artículos, nuestro instrumento jurídico no contempla ningún criterio que norme la relación laboral entre productores y personal de apoyo para garantizar el desarrollo de una película, desde sus inicios hasta su exhibición al público. Sólo el contrato laboral entre estos, los reglamenta ligeramente. Hasta el momento, ese conjunto de normas económicas y jurídicas que integra la Ley (108-10) de fomento cinematográfico en el país, no establece criterios en ese sentido.
Sin ningún interés de alarmar, entiendo que la Dirección General de cine, el Consejo Intersectorial para la Promoción de la Actividad Cinematográfica en la República Dominicana, el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Finanzas, los miembros de nuestra industria y la Dirección General de impuestos internos, deben crear las condiciones jurídicas que establezcan las normas de comportamiento laboral en esos casos. Cada contrato debe contemplar las causas jurídicas, económicas y profesionales que se derivarían de un incumplimiento ante una oferta de alta tentación económica luego de comprometerse con una productora local. Tanto el régimen sancionador contemplado en el capítulo ocho (VIII), como en el capítulo cuatro (IV) referente al sistema de información y registro cinematográfico dominicano (SIRECINE) de nuestra (Ley) nacional de cine, no contemplan ningún criterio relativo al personal contratado para garantizar las tres (3) etapas claves de una película largometraje de ficción o documental: pre-producción, producción y post-producción.
En nuestro país, con una inestable condición económica, con escaza presencia de salas cinematográficas en más del noventa y cinco por ciento (95%) del territorio nacional, resulta vital establecer normas y criterios de este tipo, de manera que lo que ha sido un inicio favorable para nuestro cine, no se convierta tan solo en un destino geográfico de factorías y zonas francas del cine internacional.
Lo hemos externado varias veces, y volvemos a reiterarlo una vez más, el instrumento jurídico que constituye la Ley (108-10) de incentivos cinematográfico es un muy buen punto de partida legal y administrativo para nuestro cine. Transcurridos más de diez (10) años de su promulgación (2010-2020) e implementación, esta requiere una modificación y actualización contundente, de forma que la estructura creativa de toda producción cinematográfica ocupe el rol trascendente que le corresponde en ese instrumento legal. Debemos superar lo que hasta el momento es su esencia: Favorecer propietarios tradicionales y algunos nóveles de las empresas de distribución y exhibición del producto audiovisual nacional y extranjero.
Tiene algún valor educativo, cultural y económico, que tanto esfuerzo creativo y técnico de años y meses, sea engavetado quince días después de su exhibición, en un reducido número de salas cinematográficas?
Hasta el momento los ejecutivos del Ministerio de Cultura y la Dirección General de cine no han llegado a un entendimiento comercial, educativo y cultural sobre el producto audiovisual netamente criollo que se ha exhibido, y podría continuar exhibiéndose en algunas de las salas del país.
Como sabemos, la Ley de cine no contempla en su estructura operativa ni una productora, ni una distribuidora, ni un circuito estatal de exhibiciones a nivel nacional. Ante esa realidad queda pendiente la discusión entre ejecutivos de la Dirección General de Cine y empresarios del sector sobre los tres (3) renglones claves de la industria: producción, distribución y exhibición, para establecer criterios fundamentales que beneficien el cine nacional en esos aspectos tan necesarios.
Ese punto de vista sin reglamentación no puede continuar siendo la norma, tanto dentro como fuera de la estructura de la Ley (108-10) de incentivo cinematográfico.
Ese esfuerzo creativo, técnico y económico que durante un tiempo desarrolla un conjunto de expertos para concretizar la obra cinematográfica debe correr mejor suerte ante los agentes que controlan en las altas instancias gubernamentales la aplicación operativa de la Ley. Ese espacio de tiempo, así como la coherencia intelectual y creativa que tantos hombres y mujeres desarrollan por la cultura y la educación dominicana al realizar una película, cuenta con el concurso económico del pueblo dominicano. Por ello, quienes detentan el poder político y económico de nuestras instituciones cinematográficas, deben velar porque la sociedad sea la más beneficiada de sus objetivos.